Por Denise Cogo y Lucas Zanetti*
La cuestión de la inmigración en Portugal adquirió nuevas configuraciones en 2023, cuando el país alcanzó la marca del millón de extranjeros registrados, cifra que se duplicó en cinco años. La comunidad brasileña, con alrededor de 368 mil residentes, lidera este crecimiento y es el mayor grupo migratorio presente en el país. Y estos datos no incluyen a los inmigrantes naturalizados ni a los aproximadamente 400 mil brasileños que esperan su regularización.
El crecimiento exponencial de la inmigración de brasileños y personas de otras nacionalidades en Portugal no encontró una respuesta adecuada en las políticas públicas portuguesas, lo que resultó en la exclusión de muchos inmigrantes de los derechos sociales. Además, la profundización de los problemas habitacionales en el país, con el aumento de los precios de los alquileres en las grandes ciudades; la realidad de los bajos salarios y la mayor demanda del sistema de salud pública impuso interrogantes al campo político portugués, hasta entonces dominado por el bipartidismo del Partido Socialista (PS) y el Partido Socialdemócrata (PSD). En este contexto, la política migratoria portuguesa, considerada una de las más abiertas de la Unión Europea, comenzó a cambiar en 2024 con la implementación de medidas, como el fin de las manifestaciones de interés, ―procedimiento al que solían recurrir los ciudadanos extranjeros que deseaban obtener un permiso de residencia― tras la entrada al país, implementada en 2017, que directamente afectó la inmigración brasileña.
Este escenario colocó la cuestión de la inmigración en el centro del debate público en Portugal, contribuyendo a alimentar, entre los portugueses, la percepción de los inmigrantes como un problema y abriendo espacio para discursos antiinmigración más contundentes. La relación entre migración y problemas sociales que enfrenta el país comenzó a ser explorada por movimientos de extrema derecha que vienen creciendo y actuando en Portugal para restringir el acceso de los inmigrantes a los derechos sociales y defender políticas excluyentes con el argumento de proteger el bienestar de la población nativa del país.
El papel de Chega y el nacionalismo transnacional
El partido de extrema derecha Chega, fundado en 2019, se consolidó como tercera fuerza política del país en las elecciones de 2024, con 48 diputados electos. Este ascenso representa una ruptura con el consenso histórico proinmigración que ha predominado desde la redemocratización, promovida por el PS y el PSD. La postura de Chega refleja influencias de movimientos nacionalistas transnacionales en Europa y Estados Unidos, adaptando al contexto local una retórica de “nosotros contra ellos” y un rechazo al multiculturalismo. Krzyżanowski y Halikiopoulou observan que los discursos antiinmigración polarizan a la sociedad, creando una división entre un “nativo moralmente puro” y un “inmigrante peligroso”, transformando la cuestión migratoria en un choque nacionalista y un campo de disputa para ideologías xenófobas y racistas.
El fortalecimiento de los discursos antiinmigración en Portugal, como en otros países, tiene sus raíces en una retórica que explota el miedo colectivo al definir a los inmigrantes como una amenaza a la seguridad nacional y la homogeneidad cultural. Pero no un inmigrante cualquiera. Los brasileños blancos, de clase media y con mayor proximidad cultural son mejor considerados e incluso han mostrado, en algunos casos, apoyo a las propuestas de Chega en Portugal. El inmigrante es visto como responsable de las crisis e inseguridades sociales, cuanto más distinto de las características del sujeto universal y eurocéntrico (blanco, occidental, cristiano, varón, heterosexual), lo que ha contribuido a enmascarar las causas estructurales de las desigualdades y precariedades que vive la sociedad portuguesa.
El uso de las redes sociales y la difusión de información errónea han acelerado el crecimiento de las narrativas antiinmigración. La literatura académica ha demostrado que las plataformas digitales donde hablan muchos activistas antiinmigración o partidarios de la juventud de Chega no sólo han facilitado la difusión, sino que también han dado forma al discurso de odio y la normalización de estereotipos que asocian a los inmigrantes con el crimen y la degradación urbana. En el caso portugués, los discursos antiinmigración difundidos en las redes incluyen temas como “reemplazo poblacional” y “superioridad cultural”, que evocan una “amenaza” a la soberanía nacional.
“Desdemocratización” y racialización de la migración
El proceso de “desdemocratización” descrito por Isabel Ferin Cunha sugiere que el fin del Estado de bienestar en Europa, junto con el ascenso de la ideología neoliberal después de 2008, contribuyeron a la construcción del inmigrante como chivo expiatorio de los problemas sociales. En Portugal, la precariedad de la vida cotidiana, especialmente en relación con el aumento del coste de la vida, refuerza la percepción de que los inmigrantes están “ocupando” el espacio de los nativos en el mundo del trabajo y sobrecargando los servicios públicos.
En el discurso de los activistas de extrema derecha, los inmigrantes son vistos como amenazas a la “identidad nacional”, un concepto anclado en una visión racializada que privilegia ciertas características fenotípicas como condición de pertenencia. Esta narrativa de “pureza cultural” se hace eco de prácticas nacionalistas y coloniales guiadas por una supuesta superioridad europea que busca preservar la homogeneidad racial en detrimento de la pluralidad cultural.
Todo esto ha resultado en un aumento de la violencia contra los inmigrantes. Casos como el de la brasileña agredida verbalmente en el aeropuerto de Lisboa a finales de 2023, el pernambucano Saulo Jucá, golpeado violentamente en la ciudad de Braga el año pasado e incluso situaciones mortales como la de Odair Moniz, asesinado por la policía en Amadora en octubre, se vuelven cada vez más frecuentes. Esto último, que resultó en protestas contra la violencia policial en las calles de Lisboa, pone de relieve la polarización social y los impactos del discurso antiinmigración en la sociedad portuguesa. En respuesta, Chega organizó manifestaciones en apoyo a la policía con el fin de legitimar la violencia contra los inmigrantes, bajo la justificación de la defensa nacional. Esto contribuye a fomentar la división en la sociedad portuguesa y amenaza la convivencia democrática.
Aunque la postura antiinmigración en Portugal aún está en sus inicios en comparación con otros países europeos, muestra signos de crecimiento y mayor visibilidad en la esfera pública, lo que podría afectar aún más a la comunidad de inmigrantes brasileños y latinos. Dada la continuidad del flujo migratorio y el crecimiento de la extrema derecha en el país, es probable que la cuestión de la inmigración siga siendo un tema central en el debate político portugués, presionando al país a reflexionar sobre su identidad multicultural y al mismo tiempo tiempo señalando los riesgos de una posible reconfiguración de la política migratoria y democrática de Portugal en los próximos años.
Este artículo fue publicado en Latinoamérica21 y se reproduce con la autorización expresa de sus editores. Lea el original.
* Denise Cogo es Profesora de la Escuela Superior de Publicidad y Marketing, ESPM (São Paulo). Coordinadora del grupo de investigación Deslocar – Interculturalidad, Ciudadanía, Comunicación y Consumo. Investigadora asociada del Instituto de Comunicación de la Univ. Autónoma de Barcelona.
* Lucas Zanetti es Investigador postdoctoral de la Escola Superior de Publicidade e Marketing, ESPM (São Paulo, Brasil), becado por el CNPq. Doctora en Comunicación por la Universidad Estadual Paulista (Unesp). Miembro del grupo de investigación Deslocar – Interculturalidad, Ciudadanía, Comunicación y Consumo.