Por Manuel Díaz Márquez, Universidad de Sevilla
En los últimos años, la obra de Fiódor M. Dostoievski ha adquirido un protagonismo inesperado entre los lectores más jóvenes. Y este protagonismo, como casi todo lo que ocurre hoy día, se ha visto potenciado por las redes sociales. Concretamente, el pequeño relato Noches blancas, una obra menor del autor y que en principio parecería estar en las antípodas de los intereses de la juventud actual, ha destacado en redes como TikTok.
Pero, ¿por qué un texto publicado hace ahora 177 años sigue llamando la atención? ¿Qué tiene que contar un autor ruso del siglo XIX a unas personas que viven en un contexto tan tremendamente distinto al suyo?
Es cierto que la literatura clásica está experimentando un resurgimiento a nivel general, pero no deja de ser llamativo que un autor como Dostoievski haya calado entre una juventud que —hay quien dice— es superficial y carente de valores. La respuesta rápida es que la juventud no es como la pintan, eso está claro. Pero, además, hay otra serie de razones que son muy interesantes.
En Noches blancas se narra la historia de un joven solitario y melancólico que deambula por las calles de San Petersburgo. A lo largo de cuatro noches, el protagonista se encuentra a Nástenka, de la que se enamora, entablando con ella una relación profundamente emocional. Sin embargo, Nástenka está enamorada de otro hombre y, aunque le da alguna esperanza a nuestro protagonista, acaba no correspondiéndole, dejándole en lo que hoy llamaríamos la friendzone —la zona de amigos—.
La historia es una reflexión sobre el amor no correspondido, la soledad y los delirios sobre vidas irreales que contrastarán con la dureza de la realidad.
Un joven solo
Nuestro protagonista idealiza a su amada, como si de un filtro de Instagram se tratara, no pudiendo ver la cruda situación en la que se está enredando. Esto puede entenderse hoy mejor que nunca, ya que la mayoría de los jóvenes habitan mundos creados en sus mentes (o en las de los grandes gurús de las redes sociales).
La ensoñación romántica en la que se pierde este personaje tiene un reflejo directo en esas vidas perfectas que hoy perseguimos en Instagram, TikTok o X. Y esta desconexión con la realidad, que tan vulgar vuelve todo lo que se nos presente fuera de una pantalla, va a reforzar un sentimiento de aislamiento similar al que experimenta el protagonista de Noches blancas.
Ese aislamiento es comparable al de muchos jóvenes contemporáneos, quienes, a pesar de estar hiperconectados a través de las redes sociales, a menudo se encuentran más solos que nunca. De hecho, en la obra, el protagonista llega a afirmar que se siente invisible entre la muchedumbre de San Petersburgo. ¿Quién no se ha sentido invisible, como él, esperando un “me gusta” que nunca ha llegado en Facebook?
Esta dicotomía entre estar rodeado de información y gente y, al mismo tiempo, sentirse desconectado de lo auténtico y lo verdadero es algo que Dostoievski supo captar magistralmente en su obra. El protagonista de Noches blancas vive en una ciudad bulliciosa, llena de vida, pero está atrapado en su propio mundo interior.
El amor idealizado
Otro punto de coincidencia que podemos encontrar con la actualidad es el de la concepción del amor. El protagonista de Noches blancas se enamora de Nástenka sin apenas conocerla. La chica se convierte en una mera proyección de sus fantasías y deseos. Su amor es más una construcción mental que una realidad tangible.

Hoy vivimos una realidad similar, en la que nos podemos enamorar de concepciones superficiales y virtualizadas, que suelen acabar en tremendas decepciones cuando se enfrentan a los rostros de carne y hueso, desnudos de pantallas. Esta expectativa sobre lo que debería ser el amor se enfrenta a la cruda verdad de las emociones humanas, que no siempre se ajustan a la fantasía. Este conflicto entre la idealización de algo y la decepción que surge cuando la realidad no se corresponde con ese ideal es un tema que sigue teniendo gran resonancia, especialmente en el contexto de las redes sociales.
En definitiva, en Noches blancas el autor está presentando ya a uno de sus famosos antihéroes, aunque en forma de ingenua crisálida aún. Por cierto, esta es la última obra que Dostoievski publicó antes de ser condenado a trabajos forzados en Siberia, lo que cambiaría radicalmente su carácter, su salud y su forma de escribir.
Solo me queda animar a los lectores a que, si esta obra les ha llamado la atención, dirijan su mirada hacia otros grandísimos antihéroes dostoievskianos que también tienen muchas cosas que decir todavía, como el señor Goliadkin (en El doble), el hombre del subsuelo (en Memorias del subsuelo) o, sobre todo, el inconmensurable Raskólnikov (en Crimen y castigo).
Dostoievski aún guarda grandes y gratas sorpresas que pueden convertirlo en el nuevo trending topic.
Manuel Díaz Márquez, Profesor de Filosofía, Universidad de Sevilla
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.