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Según como se mire, la calle Barcelona, de solo tres cuadras, empieza o termina al fondo del Capitolio Nacional, en la intersección con Industria, muy cerca de la frontera de los municipios Centro Habana y La Habana Vieja, éste declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1982 por la Asamblea General de la Unesco.
Entre 2005 y 2009, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, con el concurso del Ayuntamiento de Barcelona, Cataluña, acometió un meritorio trabajo de reconstrucción y rescate de inmuebles habitados y espacios públicos de esa arteria, lo cual benefició a 234 residentes en 74 viviendas distribuidas en 10 edificios.
Y justamente en el número 63 de esa calle está enclavado desde 2010, en un espacio recuperado en los bajos del edificio, el Proyecto Barcelona (PB), un taller-galería-centro de reuniones volcado hacia la comunidad, que este año arriba a sus primeros 15 años de intensa labor cultural.

Desde los inicios, el artista Roniel Llerena, actual director del PB, estuvo ligado al nacimiento y desarrollo de lo que hoy es un centro enfocado, entre otros perfiles, a la enseñanza de las artes visuales, una suerte de taller de creación libre de donde han salido varios jóvenes para el sistema nacional de la enseñanza artística; otros fungen como profesores de los vecinos adolescentes, niños y jóvenes que se asoman por primera vez al universo de las artes, quienes reciben talleres y cursos de iniciación.
Tal como han ido perfilando el estilo flexible de trabajo, la matrícula permanece abierta todo el año, los horarios de clase van de las 10:00 a.m. a las 7:30 p.m., y estos se ajustan a las necesidades de los estudiantes.
Diversas han sido las actividades con las que la gente del PB ha querido señalar el aniversario. Entre ellas, la más sobresaliente es la exposición colectiva Amalgama, en la que se muestran piezas de algunos de los “barcelonistas” más destacados, entre profesores y alumnos: Daniel Bonilla, Ronaldo Querol, Luis Dayán y el maestro Roniel Llerena.
Amalgama, porque en la generosa selección de obras de cada uno de los expositores se muestran diversos caminos, tendencias, temáticas y estrategias representativas, unidas en la diversidad, repertorio de búsquedas con algunos hallazgos notable. Y así es lógico que sea, pues se trata de un centro nada dogmático en cuanto a credos estéticos, donde no le dicen a los jóvenes lo que deben hacer, sino cómo deben mirar.
Así, destacan los muy buenos dibujos de Luis Dayán, retratos sueltos, expresivos, que no buscan la fría perfección, sino plasmar el raptus, ese momento donde el artista se apodera del objeto a representar, se funde con él y lo impregna de su subjetividad. En este caso toma como modelo a Jimi Hendrix.

También nos deja una muestra de lo que ha sido hasta el momento su temática central: los pájaros. Luis va desandando el academicismo con buen paso. Ya ha probado que sabe dibujar, ahora empieza a deconstruir las figuras en movimiento. Una obrita primorosa es Conflicto.

Sobresalen también las técnicas mixtas de Bonilla, fantasiosas, sugerentes, a mitad de camino entre la abstracción y la neofiguración; en una de ellas juega a dinamitar el tiempo.
Querol propone, entre otras piezas, dos dibujos al grafito. Son estudios correctos, que van más allá del mero ejercicio. El farol es un objeto que estuvo muy ligado a una zona de nuestra historia: la Campaña de Alfabetización, y que ahora, tantísimos años después, vuelve a cobrar protagonismo, inmersos como estamos en una penuria cotidiana donde, entre otras cosas, son frecuentes y prolongados los cortes de electricidad.

Roniel es el maestro del grupo, y no sólo porque esté emplantillado como tal. Trabajador infatigable, su obra acusa un sostenido desarrollo. Por lo regular, sus retratos se sumergen en un ambiente mítico, mezcla de ensoñación y referentes de la historia universal.

La condición de archipiélago de nuestro país se expresa en su trabajo con la aparición de embarcaciones, edificios coloniales que el salitre roe, vientos que se huracanan y ponen en situación precaria a los personajes, casi siempre femeninos, modelos de existencia real que el artista primero fotografía y luego reinterpreta pictóricamente. Aquí muestro una obra que, pienso, abre un nuevo camino en lo temático y en lo compositivo: Fundido a negro, clara alusión a nuestro contexto social más inmediato.

Y ya que hablamos de Roniel Llerena, nada más a tono que hablar con él, en medio del jolgorio de las celebraciones. En un aparte le lanzo estas breves preguntas:
¿Cuál crees que sea la principal fortaleza del proyecto a día de hoy?
El impacto positivo de los talleres en los participantes. Muchos de ellos han decidido continuar estudios artísticos y hasta exponer en el extranjero. Cabe destacar que algunos de los profesores actuales se formaron en este mismo espacio.
¿Y la mayor debilidad?
La falta de autosustentabilidad del proyecto. No se han establecido los mecanismos que lo posibiliten. Los materiales para la creación y la enseñanza, y hasta algunas reparaciones en el local, hemos tenido que gestionarlos quienes trabajamos aquí.

Ronaldo Querol. Foto: Cortesía del PB.
¿Cómo es el nivel de aceptación del Proyecto Barcelona por la comunidad?
Alto. Los vecinos aprecian el trabajo realizado, y nos apoyan de diversas formas. Además, el espacio tiene un notable impacto visual: ofrece una perspectiva diferente a quienes transitan por la calle. Las personas se sienten atraídas por las obras y la interacción que se observa desde el exterior. Es una vidriera abierta al arte, a lo bello y, en muchos casos, a lo desconocido para quienes pasan por aquí.

¿Tienen una plantilla muy grande?
Somos tres trabajadores: un director, un administrador y una auxiliar de limpieza. Hace falta incorporar un promotor cultural. Pero nuestra red de colaboradores es amplia, generosa y eficiente.
Quince años de trabajo es un plazo significativo.
Este aniversario marca el cierre de una etapa y el comienzo de otra. Hemos realizado una revisión profunda del camino recorrido y estamos rediseñando nuestro enfoque, teniendo en cuenta la realidad del país.

Estos 15 años dotan de la madurez que nos permite relanzar el proyecto con una nueva visión e imagen, más orientadas a la promoción del arte joven y a la creación de un espacio de encuentro. Un lugar donde no solo se disfrute del arte y la creación, sino que también se fomente la interacción entre generaciones, manifestaciones culturales y diversas estéticas.
Qué: Exposición colectiva Amalgama.
Donde: Calle Barcelona no. 63, esquina a Águila.
Cuándo: Hasta fines de junio. De Lunes a sábado de 10:00 a.m. a 5:00 p.m.
Cuánto: Entrada libre.