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Siempre viví las competencias de Yipsi Moreno entre la tensión y la emoción, dos sensaciones que cuesta diferenciar en el calor de una batalla.
Por una parte, me generaba mucho estrés cuando daba la impresión de que se le cerraba la jaula y la malla cortaba sus tiros, atrapados, sin opción de volar. Así sufrí, por ejemplo, las cuatro faltas en Atenas 2004 que pusieron en riesgo su primer ascenso al podio olímpico, o las otras cuatro en Londres 2012 que limitaron muchísimo sus posibilidades de despedirse de las citas estivales con una medalla.
Eso sí, cuando el martillo encontraba un resquicio para viajar por los aires todo era pura emoción. Yipsi entraba a la jaula, se colocaba al borde del círculo de lanzamiento y con un movimiento en espiral de su mano derecha desataba una tormenta perfecta. Y después, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete vueltas daba el martillo sobre su cabeza, hasta que salía disparado con potencia en busca de los 70 metros.
Esa barrera era referencia en la especialidad a principios de siglo, poco antes de la explosión de la polaca Anita Włodarczyk, quien ha empujado los límites más allá de los 80 metros. Yipsi la dominó relativamente rápido; de hecho, con 20 años superó por primera vez los 70 metros en Nuremberg, Alemania, y a partir de ahí fue una tiradora estable con 140 disparos más allá de esa marca.
Mi primer recuerdo de Yipsi es de Sydney 2000. Yo era un niño trasnochado con aquellas transmisiones de madrugada desde el otro lado del mundo, y ella tenía todavía aire de juvenil mientras batallaba contra las mejores del mundo por un puesto en el podio olímpico. Al final, 95 centímetros la separaron de la medalla de bronce, pero mostró a todos que tenía el potencial para marcar una época. Y así fue…
Desde 2001, el año de su primer gran triunfo en el Mundial de Edmonton, hasta su retiro en 2014, Yipsi conquistó tres cetros del orbe, ganó cuatro veces la final de los World Athletics (que sustituyeron los Grand Prix de la IAAF) y subió a lo más alto del podio en tres Juegos Panamericanos y dos Centroamericanos y del Caribe, además de lograr el oro olímpico en Beijing 2008, aunque este último fue de rebote por el dopaje de la bielorrusa Aksana Miankova.

Se convirtió en una leyenda. En Cuba, nunca hemos visto —y costará volver a ver— nada igual en el martillo femenino. De los 100 mejores disparos en la historia de esta especialidad en la isla, 96 pertenecen a la “Furia de Agramonte”, que apenas dejó un filo para Arasay Thondike, Yunaika Crawford y Yirislydi Ford, las únicas exponentes caribeñas que superaron al menos una vez la barrera de los 72 metros.
Cuba-Albania: un puente impensado
Que Yipsi Moreno tirara consistentemente y ganara en cualquier latitud dejó de sorprendernos, incluso cuando se despidió de la alta competencia con un disparo de 71.35 metros en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014. En ese momento, aunque tenía 34 años y había entrado ya en una especie de declive, se confiaba en su experiencia y capacidad para sacar un tiro ganador.
Pero, pasada ya una década de aquellos sucesos en la urbe mexicana, sí que hemos quedado todos con la boca abierta por el triunfo de la camagüeyana en la Tercera División del Campeonato Europeo por Naciones, celebrado hace unos días en Eslovenia. Allí logró un registro de 67.96 metros y dominó sin demasiadas complicaciones.
A legend returns!
Now 44, Yipsi Moreno wins the hammer for Albania at the European Athletics Team Championships 3rd Division!
And she finishes with a national record of 67.96m! #Maribor2025 #ETCH2025 pic.twitter.com/3ddroXFpQ1
— European Athletics (@EuroAthletics) June 25, 2025
Justo como en sus buenos tiempos, la “Furia de Agramonte” entró a la jaula de lanzamiento y repitió el mismo ritual de siempre, para convertirse luego en la recordista nacional de Albania, un país más pequeño que Cuba al que Yipsi llegó después de su turbulenta salida como Comisionada Nacional de Atletismo en la isla, donde también fue miembro del Consejo de Estado.
Las críticas por su trabajo al frente del deporte rey mellaron considerablemente su imagen entre buena parte de la fanaticada. Yipsi se fue entonces de Cuba con la sensación de estar en el centro de la diana: todo el mundo apuntándole, con razón o sin ella.
Decidió que lo mejor era cortar la conexión con la isla y emprender un viaje al pasado, a sus orígenes, a las espirales con la mano derecha antes de mandar el martillo a volar. Su nueva aventura sí sorprendió, y lo ha hecho aún más por acercarse a los 68 metros con 44 años, algo que ninguna mujer había logrado en competencias oficiales.
En la historia del martillo femenino documentada por World Athletics, había 7551 registros de 67.96 metros o más, pero ninguno de una atleta de más de 41 años. De hecho, hasta ahora la única con más de cuatro décadas cumplidas que había conseguido disparos superiores a los 68 metros era la eslovaca Martina Hrašnová.

Yipsi, con 44, ha hecho historia en este sentido. Ahora no se le ha cerrado la jaula. Ha empujado los límites —sus límites— para demostrar por enésima vez que es una de las grandes exponentes de esta disciplina. Para Cuba, su renacer competitivo, después de ser federativa y pasar diez años sin exigirle a su cuerpo el máximo, es, cuando menos, un llamado de atención y un recordatorio de lo mal que ha estado el martillo en los últimos años.
Desde que Yipsi se retiró, las exponentes caribeñas de la modalidad solo han realizado 12 disparos de más de 68 metros, diez de ellos a la cuenta de Yirisleydi Ford y uno per cápita para Ayamey Medina y Yaritza Martínez. Esto nos habla claramente de la ruina casi absoluta que ha vivido el martillo en estos últimos tiempos, saldados con apenas dos medallas (plata y bronce) en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018. De ahí en adelante no ha habido nada que contar; los Panamericanos, los Mundiales y las Olimpiadas han sido territorio vedado para nuestras martillistas si de podios hablamos.
Una alta dosis de responsabilidad por estos malos resultados, teniendo en cuenta su cargo al frente del atletismo cubano, se le carga a Yipsi Moreno, quien quizás pudo haber estado más involucrada en el desarrollo de sus sucesoras. De cualquier manera, ella dejó el listón muy alto como el talento generacional que fue y, por muy pretenciosos que seamos los cubanos en materia deportiva, no es algo que se repita con tanta facilidad.