Entre nosotros hay varias expresiones que entrañan en sí mismas el augurio de algo desagradable, o una sugerencia inadmisible. Me referiré a tres de las más comunes. “No te pongas brava”, “A mí no me creas” y “Si yo fuera tú”. En otros países las parejas se estremecen si uno de los miembros le dice al otro: “Tenemos que hablar”, pero en Cuba no sucede así. Tenemos nuestras propias frases atemorizantes. Casi sin darnos cuenta, las escuchamos en algún momento del día, y luego, o nos enfurecemos, o quedamos campantes, según sea el caso.
Antes del final de “No te pongas bravo(a)”, ya lo estamos. El solo hecho de advertirnos, es suficiente. Algo espantoso viene a continuación: una crítica (“pero actuaste muy mal tal día”…o “debo decirte que rechazo tu trabajo”), una decisión ya tomada (“pero quedas fuera de la lista de invitadas”; “pero volviste a perder la oportunidad”) o una orden del tipo “te toca la guardia el 31 de diciembre”. Quien se dirige a nosotros está “poniendo el parche antes de que salga el hueco”, pero el agujero viene, de todas formas, como Juan que se mata. Es ilusorio creer entre cubanos que alguna crítica sea “constructiva”. Todas nos irritan, así como todas las órdenes nos provocan malestar. Somos hipersensibles, aunque algunas veces lastimemos a otros sin percatarnos. Más tarde llega el turno de pedir disculpas. Curiosamente, recibimos ofensas en público, y solicitudes de perdones en privado, me consta. Se aceptan las disculpas, claro (la humildad también se cuenta en nuestro temperamento), pero como dicen los niños “así no se vale”.
Solo los breteros (abundantes, como es sabido) dicen “A mí no me creas”. A continuación viene el chisme: “Pero me dijeron que tú…” o “Fulana dice que el otro día tú…”, porque siempre la cuestión se refiere a ti, o sea a tu persona, a “tu”. Y claro está que creemos, es un punto que se anota el bretero o la chismosa. De otra manera, no se explicaría el “no me creas”. Esta es una de las frases más molestas que existen, y que más disturbios provocan. No solo nos desagrada la noticia, sino que implica una acción posterior, una consecuencia. Eso es, justamente, lo que espera quien porta el mensaje. Se comprenderá que después de escuchar, por ejemplo: “A mí no me creas, pero dicen que Mengana dijo que tu texto Z es un plagio”, la avalancha de improperios y la toma de venganza contra Mengana resulte indetenible. Lo mejor sería taparse los oídos en cuanto alguien diga “A mí no me creas” Ojo: si transcurre medio segundo con las orejas al aire, ya no será posible frenar lo que sigue.
Por último, pero no menos molesta, está la aparente ayuda que nos brinda quien dice “Si yo fuera tú”. Tengo una vecina experta en decir esta oración, porque se considera especialista en la vida toda. Le da igual un salidero de gas que patinar por G, construir una meseta que regar plátanos, curar el hipo o esterilizar la perra de la casa: para ella no existe absolutamente nada en el universo capaz de detener su caudal de conocimientos. De más está aclarar que nadie le hace ni medio caso, pero ella, obstinada y erudita, brinda su opinión de todas formas. “Si yo fuera tú”, dice, “compraba cuadritos en el Ten Cent para adornar el comedor, llamaba a la Policía y denunciaba al bodeguero, sembraba cactus en lugar de cintas, me divorciaba ahora mismo de ese hombre, ponía a los niños de castigo durante dos meses, construía una pared por aquí, demolía aquella otra, hacía una barbacoa en la saleta, y en el dormitorio del fondo…” hasta que se percata de que habla sola, para ella misma. O sea, se convierte en “Si yo fuera yo”. Otras personas, peores aún, se dedican a llenarnos la cabeza de humo. Esto sucede al mezclarse los tres irritantes modos de involucrarse en asuntos ajenos: “No te pongas brava, a mí no me creas, pero si yo fuera tú…” y acto seguido llega lo que llega. Cualquier cosa: todo, lo peor y lo más dañino.
Una sugerencia es frenar a tiempo tales perjuicios diciendo: “Me pongo brava porque te creo, pero, por suerte, tú no eres yo”. Claro, se corre el riesgo de no saber qué se está comentando por ahí, quién está propagando lo que no le incumbe, y qué haría X si fuera Y. No obstante, mantengo mi propuesta. Créanme, en este caso, la ignorancia vale la pena. Total, el mundo sigue andando.
Muy cierto todo lo que dices. Gracias
Laidi querida, si yo fuera tú no fuera el amigo tuyo que soy, ni pudiera admirar estas ingeniosas estampas tuyas. Mejor me quedo así, disfrutándolas.
Muy bueno, realmente somos así, jaja
Laidi es una escritora que con su exquisito sentido del humor nos hace reflexionar, sentirnos protagonistas o de alguna manera participe de sus textos.