La Nochebuena cubana
huele a cerdo y a sofrito.
El humo, en blanco areíto,
va de ventana en ventana.
La música se desgrana
en los tímpanos y el viento
pone al hambre en movimiento.
La Nochebuena es tan buena
que, pienso, vale la pena
revivirla, hacer el cuento.
24. Nochebuena.
Fiesta de los tenedores.
Largos manteles con flores.
¿Palabra del día?: “Cena”.
Diciembre se va y ordena
El reencuentro familiar.
Y al fondo del paladar
gotea el hambre, impotente,
mientras recrea la mente
la tradición popular.
En las casas campesinas
comienza pronto el ritual.
El cerdo –pobre animal–
husmea por las esquinas.
Burlándose, las gallinas
cuchichean por lo bajo.
Y qué cómico el guanajo
ríe con el ojo izquierdo
al ver que otra vez el cerdo
gana y le quita el trabajo.
Y en las casas del Vedado
el ritual empieza haciendo
cada uno cola y cogiendo
el “manjar” en el mercado.
Bien pesado. Mal pesado.
¿Carne fresca? ¿A cómo en pie?
¿Qué vale el lomo? No sé.
¿Esto es pierna? Dame el rabo.
Chico, no te pongas bravo
pero esto no es un bisté.
¿A cómo está la manteca?
¡Qué robo! ¡Qué abusador!
¡Pésalo bien, por favor!,
Oye, esta yuca está seca.
¡Yo a ti te fío, muñeca!
¿Y a cuánto coges el fula?
A 23. Tú calcula.
¿Y esto? Es otra mercancía.
Cuidado, hay un policía.
¡Disimula, disimula!
Y una vez que se termina
la compra y las “transacciones”
se despiertan los fogones
y se alumbra la cocina.
Cada familia imagina
la cena que quiere hacer.
Entre poder y querer
cada uno tiene la cena
que sueña en su Nochebuena.
Platos, selfies… ¡y a comer!
La fuente de chicharrones
es una suma crocante
de piel y fuego: un instante
prometeico. Los tostones
también pueblan los rincones
de la mesa familiar.
Espacio rectangular
que logra, una vez al año,
que a nadie parezca extraño
el vocablo “masticar”.
Fiesta del arroz congrí:
los granos de arroz mezclados
con frijoles colorados
se dan mutuamente el “sí”.
Sofrito de ajo y ají,
cebolla, comino y sal.
Feliz cada comensal.
Feliz cada cocinero.
Parranda del habanero.
Jolgorio del oriental.
¿Congrí o Moros y cristianos?
Da igual. Es arroz mestizo.
Y la distinción se hizo
por el color de los granos.
Para todos los cubanos
(yo de aclararlo me alegro
y a la aclaración me integro
con los dientes afilados)
“el moro” es con colorados
y el congrí con frijol negro.
La blanca yuca con mojo
humea sobre la fuente
y el humo sabe o presiente
lo que está pensando el ojo.
Dame un trozo, tengo antojo,
comenta una embarazada.
Y una abuela desdentada
lucha contra un chicharrón
mientras atiza el carbón
donde está la carne asada.
Plátanos a puñetazos
(o chatinos o tostones):
ambarinos medallones,
trozos de un “macho” a pedazos.
Los hay rellenos, con trazos
de ajo y queso, una exquisita
receta que resucita
en simbólico sentido
a un “macho” que no ha querido
que lo vuelvan mariquita.
Y no falta la ensalada:
lechuga, col, aguacate
(de inverno), escaso tomate
(no estamos en temporada),
vinagre y aceite en cada
fuente, y por supuesto, sal.
La ensalada (menos mal)
ejerce cierto control
para que el colesterol
no reviente al comensal.
Y luego el postre, que acaba
de completar el exceso:
Dulce de coco con queso
o casquito de guayaba.
¡Azúcar! ¡Lo que faltaba!
¡Qué ruina! ¡Qué descontrol!
Azúcar, colesterol,
grasas en toda la cena,
y para ahogar cada pena
litros y litros de alcohol.
Aquí el puerco es el que manda.
Asado. En Púa. En parrilla.
O Pierna. O Banda. O Costilla.
Puerco entero o media banda.
Con ensalada. Con vianda.
Con arroz. Con pan. Con ron.
En cazuela, con carbón
o asado en panadería.
Puerco. O cerdo. O todavía
(con voz guajira), ¡lechón!
Y mientras haya dinero
para ahuyentar la tristeza
que no falte la cerveza
(o Cristal o Bucanero).
Cada familión entero
pone el láguer a enfriar.
Sigue el fiestón familiar
y cuando acaba la cena
(ya con la barriga llena)
o dominó, o a bailar.
Alexander Abreu. Haila.
Van Van o Gente de Zona.
El cubano no perdona
la rumba… ¡suena la paila!
Y hasta el puerco muerto baila
o casino o reguetón
junto a un buen litro de ron:
Havana Club, ron Mulata
o alguna marca barata
de dudosa producción.
Bueno, esto es casi un retrato
de la Nochebuena en Cuba,
sin vino tinto, sin uva,
sin mariscos en el plato.
Menú criollo, barato
con respecto a otras naciones.
Jolgorio de los fogones
y fiesta del paladar
aunque sin exagerar
porque siempre hay excepciones.
Tengo un amigo que cena
–cuando a cenar no lo invito–
arroz blanco y huevo frito
con plátano en Nochebuena.
Dice que vale la pena,
que tanto gasto anti-ayuno
le parece inoportuno,
una auténtica locura,
“para lo poco que dura
la comida dentro de uno”.
Por último, carcajadas.
Intercambio de recetas.
Tenedores. Servilletas.
Sobras de todo. Miradas.
Barrigas llenas y untadas
de feliz gastronomía.
Aunque muchos todavía
siguen sin saber muy bien
el “cumpleaños” de quién
han celebrado este día.
Genial como siempre
Gracias por una mirada tan especial. Mi hijo me preguntó de quién era el cumpleaños y yo le dije que del niño Jesús y me preguntó: “¿Y ese quién es?” Entonces le dije que era como Dios y muy alarmado, mientras se llevaba un tostón a la boca, me dijo: ¿“Y entonces… Zeus quién es?”
genio ….como siempre