El amor, como sentimiento intenso y universal, está reflejado en todas las expresiones del hombre y, aunque el día destinado a celebrarlo, que cada febrero nos trae, evoca todos sus aspectos: el filial, el fraternal y muchos otros, siempre la primera asociación que viene a nuestra mente es la relacionada con el sempiterno amor entre parejas.
El amor entre el hombre y la mujer ha sido la fuente de inspiración de ingeniosas mentes que han cristalizado ese sentimiento en mitos y paradigmas que hasta hoy llegan a nosotros, desde los más ingenuos y sensuales de la época antigua como fue el atribuido a Longo: Dafnis y Cloe, hasta uno de los más sobresalientes de la creación inglesa renacentista como fue el surgido de la mente de William Shakespeare: Romeo y Julieta. Y es precisamente esta pasión juvenil la que motivó en 1875 a los españoles Inocencio Álvarez y José García, unos emprendedores hombres de negocio establecidos en Cuba, a denominar así a su más célebre éxito comercial, la fábrica y marca de tabacos del mismo nombre, en cuyas habilitaciones concebidas para identificar la marca recrean por medio de un excelente dibujo industrial una de las más tiernas y simbólicas escenas de amor de la mítica pareja de Verona.
Aunque la sociedad económica entre los fundadores de la célebre marca de Habanos duró poco más de una década, ya la nueva leyenda había germinado, por lo que aparecieron no pocos interesados en adquirir la marca comercial y la fábrica. Sin embargo, solo fue a partir de 1903, cuando la adquirió el español José Rodríguez Fernández, conocido como Don Pepín —reconocido hombre de negocios con amplios conocimientos de la producción y comercialización del tabaco— que la marca alcanzó su carácter universal, ayudado por el gran capital que habían inyectado este español y sus socios, pero sobre todo por el apoyo que daba a estos Habanos el glamour de su marca comercial. Para dar una idea, hacia 1910, la fábrica fue capaz de producir y distribuir veinte millones de Habanos, siendo considerada como una de las más eficientes y financieramente fuertes de la época.
Los Habanos Romeo y Julieta alcanzaron su mayor notoriedad en esos tiempos, cubriendo los mercados más importantes del momento: el norte de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Portugal y Suiza, y Sudamérica, especialmente en Argentina y Uruguay. La pasión Montesco – Capuleto continuaba a través de nuevos seguidores, esta vez de los Habanos que esta marca representaba.
Los Habanos Romeo y Julieta en la actualidad se confeccionan totalmente a mano y con hoja procedente exclusivamente de la zona de Vuelta Abajo (DOP)2, la legendaria área tabacalera pinareña, al extremo occidental de la isla de Cuba. Su equilibrada y aromática ligada hace de Romeo y Julieta el Habano clásico de sabor medio.
La vitola Churchill, que tiene como nombre de galera Julieta No.2 (cepo 47), no solo es una de las más célebres, sino de las que más potencia las cualidades de la marca; es un Habano de sabor medio, de aroma intenso y muy placentero.
Pero no solo en esta universal marca de Habanos vemos reflejado el amor de pareja, desde la aparición de las primeras marcas comerciales del Habano ese tema ha sido recurrente y expresado gráficamente a través de su juego de etiquetas o habilitaciones.
Las habilitaciones de los Habanos surgieron como una necesidad de identificar las producciones de cada fabricante. Al comienzo, sobre la segunda década del siglo XIX, poseían diseños muy parcos mostrando solo el nombre del fabricante, su dirección, la procedencia de La Habana como elemento importantísimo para destacar el origen y con ello la inferencia de una calidad superior. Las habilitaciones se colocaban en varios idiomas en dependencia del destino final de la exportación; sin embargo, sobre los años cuarenta del propio siglo ya se había experimentado una evolución en la expresión gráfica, gracias al mismo desarrollo tecnológico que poco a poco iba incorporando la industria que permitía la elaboración de estas impresiones: la litográfica. Esta manufactura, aún utilizando monocromías en sus primeras décadas, lograba obtener piezas de gran calidad de impresión que mostraban todo tipo de motivos en sus dibujos intentando transmitir la personalidad del fabricante y la marca. Uno de esos temas, quizás menos comprometedores para la época y a la vez más universales, fue precisamente el amor entre el hombre y la mujer, graficándolo tanto de forma explícita con la presencia de elementos que reforzaban la idea, como el uso de Cupido, o implícitamente al mostrar parejas en una expresión romántica.
Hay que destacar que el origen en el uso de estos motivos gráficos, fueron por un lado resultado de la necesidad de la diferenciación de las producciones a través de elementos visuales; pero al mismo tiempo, para evitar las falsificaciones de los productos que estas etiquetas identificaban; así que mientras más sofisticadas las habilitaciones más difíciles de falsificar y aumentaba, de esa forma, la protección sobre los Habanos que representaban.
La industria litográfica, madre de las más bellas habilitaciones de Habanos, si bien nació mediante la monocromía alcanzó un alto desarrollo durante la segunda mitad del siglo XIX en Cuba aplicando no solo multiplicidad de colores, sino golpes en seco y el uso del pan de oro para realzar la calidad de los Habanos que representaban. Al decir del antropólogo cubano Fernando Ortiz, la aparición de las habilitaciones hizo posible que el Habano adquiriera sus vestiduras de rey. De esa forma, también las expresiones gráficas del amor tuvieron ejemplos sublimes como lo fue la renombrada marca de Habanos que en este mes nos inspiró a escribirles esta pequeña nota.
*Habilitaciones: Término que se acuñó formalmente desde 1884 con la promulgación de la primera Ley de Marcas para describir el juego de etiquetas que contenían los dibujos y modelos industriales que identificaban las producciones de los Habanos, nombrándolas: Vista, Cubierta, Bofetón, Filete, Papeleta, Tapaclavo o Contraseña y las Anillas. Este fue el primer listado de habilitaciones que se reconoció al cual se añadieron posteriormente en el tiempo, el Larguero y el Costero.