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En sus orígenes fue apenas una estancia, luego un creciente barrio extramuros y a seguidas una barriada aristocrática. Hoy el Cerro es uno de los 15 municipios de La Habana y una de sus zonas más populares.
Su nombre data justamente de su estancia primigenia, establecida en el lejano siglo XVI para construir la Zanja Real, primer acueducto que tuvo la entonces villa. Luego, progresivamente, irían apareciendo algunos asentamientos, pero su consolidación urbana no llegaría hasta el siglo XIX.
El impulso urbanístico del Cerro llegó de la mano de las familias más aristocráticas y acaudaladas de la ciudad. Mansiones y quintas de estilo neoclásico fueron construidas en poco tiempo, como residencias permanentes o sitio de descanso de esas familias de abolengo. Ello hizo del actual municipio el barrio residencial de moda hacia la mitad del sigo XIX y un poco más.
Además, fue también el barrio empresarial y diplomático por excelencia, según destaca el periodista Ciro Bianchi, quien lo compara con “el Miramar de hoy”. Diplomáticos y comerciantes se asentaron en aquella zona, lo que dio más realce aún a la barriada que tenía como principal arteria la que unía por entonces La Habana con Marianao y Vueltabajo: la hoy Calzada del Cerro.
Con el declive del siglo XIX el Cerro fue perdiendo prominencia para las familias adineradas, que empezaron a mudarse a otras zonas, como el Vedado. Bianchi atribuye el hecho al paso por allí de la Zanja Real y su atmósfera contaminante. No obstante, las casonas no fueron abandonadas y se convirtieron en hospitales, instituciones benéficas, colegios, comercios y casas de vecindad.
Así, la quinta de Leonor Herrera se convirtió en la casa de salud del Centro Asturiano, el hospital actualmente conocido como La Covadonga; mientras la del conde de O’Reilly pasó a ser la casa de salud de la Asociación de Dependientes, de la que heredó su nombre actual. Por su parte, la de condes de Santovenia terminaría siendo un asilo atendido por las Hermanas de la Caridad.
Con la llegada del siglo XX la urbanización en lo que es actualmente el Cerro seguiría creciendo, aunque ya no con el carácter de décadas atrás. Se convertiría en un barrio industrial, con fábricas, almacenes, imprentas y otras industrias, y a la par ganaría realce por sus escuelas, hospitales e instalaciones como el estadio La Polar, el hoy estadio Latinoamericano y la Ciudad Deportiva.
Al mismo tiempo, se integraron poco a poco zonas y barrios de paisajes urbanísticos y socioeconómicos diferentes, que finalmente quedarían encuadrados en el Cerro cuando ganó categoría de municipio con la división político-administrativa de 1976. Así, hasta la actualidad.
La conocida frase de que “el Cerro tiene la llave” se popularizaría gracias a una guaracha de 1949, compuesta por Fernando Noa e interpretada por Arsenio Rodríguez, “El Ciego Maravilloso” y su conjunto sonero. Muchos años después sería retomada por José Luis Cortés y NG La Banda en su no menos popular tema dedicado a los barrios de La Habana, uno de los clásicos de la timba.
Aunque existen varias explicaciones sobre esa frase, la más extendida y aceptada tiene que ver con el agua. Sucede que por el Cerro han pasado los tres primeros acueductos de la ciudad: la Zanja Real, el Fernando VII y el de Albear, que incluso tiene sus depósitos en Palatino, en este propio municipio. Por ello, es una zona estratégica para el acceso al agua en La Habana.
Situado territorialmente hacia el centro de la capital cubana, el Cerro no es de los municipios más grandes, pero sí uno de los más populosos y emblemáticos. Sin embargo, aunque sigue teniendo sus zonas más vistosas, poco o nada queda del lujo de sus quintas y mansiones y, como gran parte de la ciudad y el país, muestra hoy las duras huellas de la crisis económica, la desidia y el tiempo.
Calles en mal estado, edificios ruinosos y basura acumulada integran, junto a algunas partes en mejores condiciones, el paisaje cotidiano de lo que fue alguna vez la zona predilecta de la aristocracia habanera.
A caminar Cerro adentro se dedicó esta semana el fotorreportero Otmaro Rodríguez, quien nos descubre la actualidad del municipio que, según se dice aún, tiene la llave.