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El hombre baja la mirada cuando le hablamos y esconde en los bolsillos las manos que minutos antes hurgaban en un contenedor desbordado de basura. Viste ropas sucias y fétidas, unos tenis rotos y carga con una jaba también raída en la que guarda sus hallazgos entre los desperdicios.
Es uno de los tantos “buzos” de la basura que pululan en La Habana y en toda Cuba, resultado de la escasez y la desigualdad crecientes en medio de una crisis que parece no tener fondo ni fin.
El hombre se resiste a hablar cuando lo abordamos, tal vez por vergüenza o desconfianza, pero finalmente nos dice que “hace lo que hace” para “sobrevivir”. Que está enfermo y jubilado, y que con lo que saca de la basura logra sumar un “dinerito” a su desinflada chequera. Luego se marcha.
Otros “buzos” encontrados por OnCuba en un recorrido por la ciudad se muestran más conversadores. Algunos, como Felipe, acceden incluso a darnos su nombre y hablarnos de lo que consideran su “trabajo”. Él, por ejemplo, busca cosas —zapatos, equipos rotos, piezas— que puedan “arreglarse” para venderlas luego en un improvisado puesto callejero en la calle Reina.
No hay un perfil único entre los “buzos” de la basura, aunque sí varios elementos en común. La gran mayoría son hombres, muchos dejaron ya atrás su juventud —aunque cada vez más se ven jóvenes—, y sumergirse en las montañas de desechos es para ellos un ejercicio de supervivencia.
Aun así, “hay buzos y buzos”, nos dice otro hombre que hallamos rebuscando en uno de los tantos vertederos que se multiplican por La Habana. Según nos explica, mientras unos como él extraen principalmente latas y botellas para vender como materia prima, otros “pescan lo que sea”, buscan sancocho y hasta rastrean comida “aprovechable” para mitigar las urgencias de su estómago.
Algunos “buzos” viven en la calle. Llegaron a la capital desde otras provincias, o perdieron su casa y su familia por la emigración, el alcoholismo u otros golpes de la vida. Otros, como Felipe, llevan una vida en apariencia normal y buscar en la basura ha sido su solución ante la crisis, su manera de “tirar pa’lante”, nos dicen. Incluso, usan carretillas y sacos para hacer bien su “negocio”.
La protección no es su fuerte. Apenas alguno de los más “profesionales” usa guantes o botas altas al sumergirse en el océano de desperdicios. La mayoría, en cambio, lo hace a mano limpia, a cara destapada ante la pestilencia y suciedad que los rodea e impregna. “¿De dónde voy a sacar yo unos guantes?, ¿de la basura?”, nos responde uno entre la resignación y la ironía.
Con la economía de la isla en retroceso y las carencias y dificultades cercando cada vez más a los cubanos, la cantidad de “buzos” va en ascenso. Basta un recorrido por las calles para comprobarlo. “La competencia se ha puesto dura” asegura el buscador de materia prima, quien nos comenta que él lleva varios años “en esto” y ha visto como cada vez más personas han seguido sus pasos.
“La suerte”, comenta otro, es que cada vez “hay más basura”, en referencia a las interminables acumulaciones de desechos por toda la ciudad. No obstante, él mismo reconoce que con la crisis a la gente le cuesta más desprenderse de cosas que luego puedan aprovecharse. “Pero siempre aparece algo si se sabe buscar”, remata antes de seguir escarbando en una cordillera pestilente.