El cubano se corta el pelo donde sea. Lo importante es lucir bien, estar a la moda. Da igual un salón de lujo, que en medio de un derrumbe.
En Cuba hay mil sitios donde cortarse el pelo, pero La Habana debe ser sin duda de las ciudades con mayor cantidad de barberías por habitante.
Hay muchas, por todos lados y de todos los estilos. Desde las más humildes y baratas, hasta verdaderos salones de lujo donde un corte puede costar casi el salario de una quincena de un obrero, ese que, evidentemente, jamás pondría un pie en ese salón.
Pero hoy quiero contar de las más rústicas y fotogénicas. Las folclóricas. Esas que se improvisan en un zaguán, en la sala de una casa, en cualquier espacio donde quepan un sillón, o una banqueta, o lo que sea y un señor con unas tijeras. Ah, y muchos afiches para adornar.
En estos días he caminando mucho por La Habana Vieja, por Centro Habana, y me llama la atención la proliferación de barberías decoradas con banderas cubanas, imágenes del Che Guevara, o Fidel Castro, a veces hasta decoradas con cajas de Habanos vacías, fotos viejas, discos de acetato, imágenes de San Lázaro, o de la Virgen de la Caridad, nuestra querida Cachita, patrona de Cuba. Un decorado totalmente ecléctico, un ajiaco, ese que nos define como cubanos, como explicó en su momento Don Fernando Ortiz.
Hasta ahí todo entra en una iconografía de la Revolución, el sincretismo religioso, los cultos afrocubanos, la Isla. Algo que, obviamente, atrae a los turistas que pasean por esas zonas de la ciudad. Turistas que pagan, sea por un corte de pelo, por tomar fotos, o sencillamente por pasar un rato conversando con estos fígaros tropicales.
Otro denominador común es que todos los barberos son jóvenes, muy jóvenes, y casi todos amantes del fútbol. No faltan en sus locales carteles alusivos a la liga europea, principalmente del FCB y del Real Madrid.
Las fotos de Leo Messi se mezclan con las del Che Guevara. Pudiera darse el caso, por qué no, de que ambos argentinos observen desde las paredes cómo trabaja un barbero cubano, a ritmo de reguetón, sobre la cabellera rubia de un turista canadiense, mientras su esposa o amigos le toman fotos en ese entorno tan disparatado.
patrimonia nacional!!