El pasado fin de semana cerca de 500 mil feministas autoconvocadas participaron del 34 Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en la ciudad de La Plata, a sesenta kilómetros de Buenos Aires, la capital argentina.
Esta mega cita, según la describe su Comisión Organizadora es “el evento político más grandes de nuestro movimiento [feminista] en la expresión de sus luchas, en su carácter anual, federal, plural, democrático, autónomo, horizontal, autosostenido, autoconvocado, plurinacional, feminista, popular y diverso”.
Por medio de un centenar de talleres y otras acciones como conciertos, ferias, pañuelazos, concentraciones y reuniones abiertas como la potente Asamblea Feminista del Abya Yala (lugar de encuentro y reconocimiento de las diversas voces feministas de los pueblos originarios), se debatieron problemáticas de las mujeres, lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales y no binaries (un nuevo paradigma que define a aquella persona que se resiste y reivindica el derecho de no sentirse parte en el binario hombre-mujer).
Son causas por las que vienen batallando generación tras generación: la lucha contra el poder patriarcal; la exigencia inmediata de justicia, verdad y memoria por los feminicidios, travesticidios y transfemicidios; la aprobación de la Ley por Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito; los desmantelamientos de las redes de trata y proxenetismo y el pedido de que la tierra, el techo y el trabajo sea también para todas.
Todos esos reclamos se juntaron en una multitudinaria movilización que aunó a medio millón de personas a lo largo de treinta cuadras compactas, que atravesaron calles y avenidas de la ciudad sede. Fue uno de los momentos más impresionantes de este 34 Encuentro Nacional de Mujeres que, a partir del próximo año pasa a llamarse oficialmente Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis y No Binaries.
En esa marcha sobresalió una bandera de 150 metros de largo, tejida a crochet, de color verde y donde se podían leer muchos nombres de mujeres. “Es la bandera más grande y sorora –neologismo que refiere a la confraternidad manifiesta entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género– del planeta”, dice una de las decenas de mujeres que la sostenían, quien también me explica que esta tela es el resultado de una iniciativa lanzada hace unos meses atrás por el colectivo argentino Tejiendo Feminismos.
“La convocatoria se encuentra dirigida a personas, cualquiera sea su identidad y orientación de género, que deseen unirse y dejar plasmado a partir de su arte del tejido nuestra misión de querer llevar como bandera un mensaje: estamos acá, vivas, unidas y empoderadas… y estamos tejiendo una nueva realidad”, se puede leer en las redes de quienes lanzaron el llamado a tejer cuadrados verdes, de 20 centímetros, que llevaran el nombre de alguna víctima de feminicidio.
Y ahí, entre esos paños sentidos había una bandera de Cuba, rodeada de los nombres Taimara, Delia, Misleydis, Leidy, Milagros, Yulismeidys, Daylín, Tomasa y Yalily. Son mujeres cubanas víctimas de feminicidios.
La artífice de ese homenaje fue Luisa Elba Guerrero. El amor por Cuba y su militancia feminista hicieron que inevitablemente pensara la forma de trazar un puente entre esos sentimientos. “Cuando leí la convocatoria de Tejiendo feminismos, estaba por viajar a Cuba. Comencé a buscar por las redes a alguna agrupación que tratase sobre la violencia de género allá y encontré a la Campaña Cubana por la NO Violencia hacia Mujeres. Les escribí contándoles la propuesta y enseguida respondieron. En abril de este año nos reunimos en La Habana y tuvimos un intercambio muy cordial”, me cuenta Luisa.
En esa reunión le entregaron varios cuadrados verdes, tejidos con hilos recuperados de otras prendas por mujeres de Marianao vinculadas a la campaña Evoluciona. “A mi regreso –continua Luisa–, buscando en Internet, me enteré que en el artículo 45 de la nueva Constitución cubana, el Estado protege a la mujer ante cualquier tipo de violencia. Pero no tipifica la figura de feminicidio. O sea, la considera sólo como asesinato. Así que los nombres de los pocos casos que encontré, los tejí en el paño verde junto con una banderita cubana. A los pocos días leí la noticia que en un informe el gobierno cubano reconocía la figura de feminicidio. Salté de la emoción. No sabía si había sido sólo “casualidad ” o una energía poderosa de los nombres que estaba tejiendo para la bandera con la que desfilamos en el Encuentro de mujeres”.
El acto sororo de Luisa, esa solidaridad para sus pares cubanas, ejemplifica la fuerza que potencia al movimiento feminista. Ahí radica, quizás, una de las claves para entender una de las revoluciones más potentes que ahora mismo transforman día a día nuestro presente.