Hay riachuelos, esos accidentes fluviales de poco caudal, que son tan o más célebres que algunos afamados, largos y profundos ríos.
Así sucede con el Riachuelo de Buenos Aires, en Argentina, un sitio renombrado por su historia, cultura y hasta un triste tiempo de debacle.
Este arroyo alcanzó notoriedad desde la misma fundación de la capital del país, en 1536. Fue un enclave prioritario por estar cerca de la desembocadura del río Matanza, que nace en el este de la provincia Buenos Aires y recorre 64 km hasta afluir en el río La Plata. Desde entonces el Riachuelo ha sido un lugar de arraigo para millones de personas.
Uno de los barrios que nació por la existencia del Riachuelo fue La Boca. Es el sitio donde, a finales del siglo XIX, encontraron cobija miles de inmigrantes italianos que desembarcaron en el puerto de Buenos Aires en busca de un mejor porvenir. Nació como un suburbio y hoy es la comuna más turística del país, donde está enclavado Caminito, la afamada callecita bonaerense.
El Riachuelo, los barcos y los estibadores fueron motivos recurrentes del gran pintor Benito Quinquela Martín, uno de los más consagrados y populares de la Argentina. Grandes oleos, con fuertes trazos y una paleta de colores muy particular, asemejada a una especie de ciudad de Babel ,pero a pequeña escala, son signos distintivos de la obra de Quinquela.
En ellos se revela un mundo propio, multicolor, suigéneris, lleno de escenas que, no por cotidianas, dejan de ser sublimes. Cuentan que en muchas ocasiones el pintor, de formación autodidacta, navegaba por el Riachuelo a bordo de un bote con sus bastidores, lienzos, pinceles, espátulas y óleos para crear en medio del bullicio del puerto.
Pero es en los versos de una canción y en las voces de grandes intérpretes donde el arroyo que hoy separa la ciudad autónoma de Buenos Aires de localidades del sur del conurbano, alcanzó su mayor caudal de emociones y pasó a ser conocido en otras latitudes.
Se trata de “Nieblas del Riachuelo”, un tango de 1937, escrito por Enrique Cadícamo y orquestado por Juan Carlos Cobián. Y canta así:
Turbio fondeadero donde van a recalar,/ barcos que en el muelle para siempre han de quedar…/ Sombras que se alargan en la noche del dolor;/ náufragos del mundo que han perdido el corazón…/ Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar,/ barcos carboneros que jamás han de zarpar…/ Torvo cementerio de las naves que al morir,/ sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir…
Así comienza la primera estrofa donde Cadícamo describe al Riachuelo como un lugar perfecto para verter las penas de amor, y no para navegar. Las metáforas serían las amarras del poeta quien, enseguida, declara en el estribillo del tema:
¡Niebla del Riachuelo!../ Amarrado al recuerdo/ yo sigo esperando…¡Niebla del Riachuelo!…/ De ese amor, para siempre,/ me vas alejando…Nunca más volvió,/ nunca más la vi,/ nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí…/ esa misma voz que dijo: “¡Adiós!”.
Y cuando creemos que no hay más lugar para las desdichas, que podemos respirar y alzar anclas para continuar en busca de un nuevo amor, el autor nos alerta:
Sueña, marinero, con tu viejo bergantín,/ bebe tus nostalgias en el sordo cafetín…/ Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción;/ llueve lentamente sobre tu desolación…/ Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar,/ bordas de lanchones sin amarras que soltar…/ Triste caravana sin destino ni ilusión,/ como un barco preso en la “botella del figón”…
“Nieblas del Riachuelo” se convirtió en uno de los tangos más interpretados desde que originalmente lo estrenara Tita Merello, una de las cantantes y actrices más recordadas e imponentes de la Argentina, en la película “La fuga”, en 1937. Insoslayables son las versiones luego de los argentinos Edmundo Rivero, Horacio Molina, Roberto Goyeneche o Susana Rinaldi.
Del mismo modo, el tema navegó por otros ritmos y países y, en tiempo de bolero, lo grabó en Cuba Pacho Alonso. Por su lado, con su sello de soprano de coloratura, la cubana Xiomara Alfaro también dejó registrada una versión muy original en Los Estados Unidos, en los años cincuenta del siglo pasado. Otra interpretación descomunal del tema y con sello cubano, la encontramos en el álbum Desafíos, del pianista Chucho Valdés y la cantante Omara Portuondo. Asimismo, hay otras grabaciones gloriosas en las voces del venezolano Oscar de León y el puertorriqueño Andy Montañez.
En lo particular, de las disimiles versiones que se han hecho hasta ahora de “Nieblas del Riachuelo”, prefiero la fusión entre bolero y flamenco del legendario pianista cubano Bebo Valdés y el cantaor español Diego “El Cigala”, incluida en el DVD En blanco y negro, en 2004.
La fascinante historia que alberga el Riachuelo también tiene páginas dolorosas. Casi desde que la dupla Cadícamo/Cobián creara la famosa canción, la podredumbre se fue adueñando de esas aguas inspiradoras.
Por décadas, el Riachuelo fue el sumidero cloacal de toda la capital y vertedero de desechos industriales de las fábricas instaladas en la zona.
El agua se envenenó a tal punto que, a finales del siglo pasado, llegó a ser una de las cuencas hidrográficas más contaminadas del mundo. La cuenca hidrográfica del río Matanza-Riachuelo — un área en la cual el agua proveniente de las lluvias se escurre a través del terreno y se reúne en un mismo río — abarca aproximadamente 2.200 km², atraviesa la capital federal, y a 14 municipios de la provincia de Buenos Aires. En sus cercanías conviven casi 6 millones de personas: el 15 % de los habitantes de Argentina.
Tras el grave deterioro ambiental en 2006 se creó la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), institución encargada de implementar un Plan Integral de Saneamiento Ambiental.
Aunque falta mucho por hacer, los índices de contaminación han bajado considerablemente. Hoy el Riachuelo muestra otro paisaje, donde es posible avistar aves que antaño habían desaparecido, y a vecinos disfrutar en la rivera y espacios verdes como lugar de esparcimiento.
Ojalá, en un tiempo no muy lejano, el Riachuelo vuelva a inspirar cuadros tan coloridos como los que una vez pintó Quinquela, y hasta otras canciones, quizás no tan melancólicas como aquel famoso tango.