Navegaba por librerías virtuales cuando, para mi sorpresa, encontré en AppleBooks, uno de los sitios más famosos de ventas de libros en formato electrónico, una colección de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de La Naturaleza y el Hombre. En varios volúmenes y por la módica cifra de tres dólares con 99 centavos cada libro, tenía a un par de clics varias de las investigaciones y memorias del científico, geógrafo, arqueólogo y espeleólogo cubano.
Entre los títulos me auto regalé “Bojeo de Cuba”, un texto donde Núñez Jiménez describe la geografía de las costas, cayos e islas de nuestro archipiélago tras realizar una serie de expediciones entre 1960 y 1970.
“Este libro intenta describir y estudiar las costas cubanas, relacionando sus accidentes geográficos con algunos sucesos históricos y económicos; hemos tratado de dar una imagen de los recursos naturales y biológicos de sus mares, así como de la plataforma sumergida, de 76.000 kilómetros cuadrados aproximadamente, donde se extienden llanuras y valles, colinas, cuevas que hace miles de años se alzaban sobre el nivel del mar, escenario submarino que, quizás, contenga en su subsuelo ricos yacimientos de minerales incluido el petróleo”, explica el propio autor en el prólogo del libro.
“Bojeo de Cuba” transcurre a bordo de un barco que va anclando en varios puertos, playas y otros puntos geográficos del país. Su hoja de ruta comienza por el Cabo de San Antonio, en el extremo más occidental de Cuba y enfila su navegación por la costa norte hacia el este. Recordemos que el libro es el resultado de varias expediciones a lo largo de una década y por ello, en el texto, el viaje hace un salto en el camino al sur para adentrarse en la Isla de la Juventud. Luego retoma itinerario por el norte, dobla por la Punta de Maisí, en el extremo más oriental de Cuba, y encausa por la costa sur de Cuba hasta llegar al punto de partida.
Entre los capítulos me detuve con atención en los acápites dedicados a tramos de nuestra costa sur oriental. Quizá porque en la mirada turística que se publicita de Cuba y sus bondades naturales, donde el foco principal son las playas y cayos, la costa sur oriental es una especie de “Cenicienta”. Mas, como en el cuento de hadas, al recorrer de cerca esa región que comprende a las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo descubrimos a y terminamos enamorados de muchos de sus encantos.
Esta región, además, tuve la oportunidad de recorrerla hace casi quince años. Entonces, desconocía casi todas las maravillas que ahora leo con detalles en el libro de Núñez Jiménez.
Mi viaje por la costa sur oriental no fue en barco sino por tierra firme, pegado a la costa, pernoctando en pueblos y ciudades hasta llegar a la Punta de Maisí.
Mi primera parada fue en Manzanillo, una de las urbes más importantes del oriente cubano. Fundada en el siglo XVIII la ciudad atesora varios emblemas arquitectónicos entre los que resalta La Glorieta, en el parque Carlos Manuel de Céspedes. La construcción inaugurada en 1924 es de estilo ecléctico y arte morisco.
Esta ciudad es conocida como la “Perla del Guacanayabo”, en alusión al golfo del mismo nombre, donde está enclavada. En las aguas poco profundas de ese accidente geográfico, que se caracteriza cuando una parte del mar es flanqueado por dos cabos, en este caso se abre entre Cabo Cruz y la costa de Santa Cruz del Sur, conviven una gran variedad de especies marinas y se conserva una importante área de arrecifes coralinos.
“Las magníficas condiciones geográficas y geológicas del Golfo de Guacanayabo han hecho de este una rica fuente en la explotación del camarón, lo que se debe en parte al desagüe de los numerosos ríos de la vertiente meridional de la Isla de Cuba, como son: Jobabo, Sevilla, Cauto, Julia, Felipe, Jicotea, Yara, Gúa y Vicana…”, apunta Antonio Núñez Jiménez en el libro.
A 8 kilómetros de Manzanillo están las ruinas del ingenio “La Demajagua”, donde una gigante rueda dentada y una campana han quedado como testigos en el tiempo de aquel 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos y los convidó a luchar por libertad de Cuba.
Mi aventura siguió por los pueblos de Campechuela, Ceiba Hueca, San Ramón, Media Luna, Niquero, Las Coloradas y Cabo Cruz.
A la altura del municipio de Niquero se extiende “El Parque Nacional Desembarco del Granma”. En un área ecológica de 25764 hectáreas se resguardan, entre sus riquezas, el sistema de terrazas marinas sobre rocas calcáreas mejor conservado de Cuba.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999 por su caudal natural y arqueológico, este parque también ostenta la impronta histórica de que por playa Las Coloradas desembarcaron los expedicionarios del yate Granma, en diciembre de 1956.
Parada obligada de esta parte es Cabo Cruz, el punto más meridional de nuestro país. En este lugar se puede disfrutar de un sistema de terrazas marinas (emergidas y sumergidas) que alcanzan los 360 metros sobre el nivel del mar y con desniveles de hasta 100 metros.
Desde el acantilado que bordea el caserío del asentamiento, puede observarse perfectamente la barrera coralina gracias a la transparencia del agua. Al final de la única calle del poblado se alza el faro Vargas (y la casa del farero), de 32 metros de altura y construido en la segunda mitad del siglo XIX. Una especie de gema antigua de los faros cubanos que aún funciona con su mecanismo original.
En este tramo de la costa la carretera principal nos lleva a territorio santiaguero al pasar por pueblos como Pilón, Marea del Portillo y el Uvero. Esta parte es, quizás, una de las rutas más lindas de toda Cuba, porque en un mismo escenario podemos disfrutar como la majestuosa Sierra Maestra, cadena montañosa que une a las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, se alza casi desde las aguas del mar Caribe.
En esta región se encuentra otra de las áreas ecológicas más importantes y preservadas del país: Gran Parque Nacional Sierra Maestra. Creado en 1979, el parque se extiende por un área de unas 17.000 hectáreas y más de 17 picos entre los que destaca El Pico Real del Turquino, la mayor elevación de Cuba, con 1.974 metros sobre el nivel del mar. La sierra Maestra fue también el refugio del Ejército Rebelde, frente guerrillero que, junto a otras organizaciones estudiantiles, llevó adelante la Guerra de Liberación Nacional (1956-1958) contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Esta carretera desemboca en la ciudad de Santiago de Cuba, pero antes de llegar a la imponente urbe, pasamos por la bahía de bolsa custodiada por El Castillo de San Pedro de la Roca, una fortaleza militar construida en 1638 y declarada por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad” en 1997, por su gran valor histórico y arquitectónico.
Sobre la bahía de Santiago de Cuba escribe Núñez Rodríguez en su libro:
“(…) constituye uno de los puertos más abrigados de Cuba. Es del tipo de bolsa, formada en el fondo de la Cuenca de Santiago, tectónica, abierta por fallas entre las estribaciones meridionales de la Sierra Maestra. Su boca, entre Punta Morrillo y Punta Socapa, tiene 300 metros de ancho; su canal, de 800 metros de largo, presenta profundidades entre 15 y 20 metros. El largo de la bahía, medido entre Punta Morrillo y la boca del Arroyo Yarayo, es de 8 kilómetros. Vista de plano, la bahía tiene forma muy irregular debido a los múltiples espolones de los cerros calcáreos de su costa meridional y los volcánicos de su sector septentrional”.
Otra de las bahías de bolsa más conocidas en el mundo es la de Guantánamo, ocupada desde 1902 ilegalmente casi en su totalidad por el gobierno de los Estados Unidos. Dicha bahía se encuentra en el pueblo de Caimanera y es posible verla nítidamente desde la carretera que va de Santiago a Guantánamo.
Luego por la costa sur, si retomamos la zigzagueante carretera central, nos adentramos en los pueblos guantanameros de San Antonio del sur, Imías y Cajobabo.
“Entre Cajobabo y Tacre no existen las bellas terrazas extendidas desde Maisí a Playita, y este hecho tiene su explicación en la diferencia de composición litológica o rocosa: caliza en el primer caso y marga en el segundo, es decir, la marga arcillosa y blanda no permite la morfología en terraza. Por la abertura de las abras y los valles fluviales podemos ver las altas y agudas cimas de la cordillera de tierra adentro: el grupo de Sagua Baracoa”, describe el eminente explorador cubano en su libro.
En abril de 1985 recalaron en un bote por Playita de Cajobabo José Martí y Máximo Gómez para liderar la guerra definitiva por la liberación de la Isla ante la metrópoli española.
Sobre este sitio histórico se puede leer en “Bojeo a Cuba”:
“La gran superficie plana y vertical del farallón contrasta con lo oscuro de las restantes rocas costeras. Este punto del litoral debió ser lo único ligeramente visible en la oscuridad de aquella tormentosa noche. La vegetación, muy pobre, solo muestra un solitario cocotero y varias uvas caletas. La roca costera está constituida por areniscas y conglomerados que forman cantos rodados de diferentes colores, oriundos del Holoceno, aunque la roca que predomina es el típico seboruco”.
Por su parte Martí, en su diario de campaña, dejó asentado:
“(…) y el 11, a las 8 de la noche, negro el cielo del chubasco, vira el vapor, echan la escala, bajamos con gran carga de parque, y un saco con queso y galletas; y a las dos horas de remar, saltábamos en Cuba”.
De Cajobabo mi próxima escala y final fue Punta de Maisí, en el extremo más oriental de Cuba y donde se alza “el Faro de Maisí, alta torre de piedra elevada a 31 metros, cuyo haz luminoso, emitido cada 5 segundos, es visible a 27,3 kilómetros en el Paso de Los Vientos”, apunta Núñez Jiménez.
El naturalista también advierte en el libro de marras que “desde la Playa de Maisí, tras la lejana línea del horizonte de agua, se perfila la oscura silueta de las montañas de Haití que antes del nacimiento solar son más visibles. Se destacan las serranías de San Nicolás, distantes 115 kilómetros y elevadas a 906 metros de altitud”.
Con estos apuntes de “Bojeo de Cuba”, mis recuerdos y esta serie de fotos que tomé por entonces, algunas con una cámara de rollo, marca Zenit, de origen soviética y cargada con una película blanco y negro; y otras con una maquinita digital, pequeña, muy básica… invito a esta especie de bojeo por la costa suroriental de Cuba.
Excelente artículo, felicidades y gracias, ojalá pudieramos algunos tener acceso a estos libros que describen la belleza de nuestro país