Las actuales vacunas contra la COVID-19 no fueron diseñadas para prevenir la transmisión, aunque también tiene un efecto sobre esta, sino para evitar la enfermedad grave y la muerte, objetivos para los que siguen siendo efectivas.
Dos inmunólogas españolas, Carmen Álvarez, de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y África González, de la Universidad de Vigo, aclaran a la agencia EFE algunas dudas que pueden surgir sobre la efectividad de las vacunas contra el coronavirus.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de la efectividad de las vacunas?
Efectividad indica protección frente a muertes y enfermedad grave, pero no evitan los contagios, “sobre todo ante la variante Delta que es tan contagiosa. Podemos contagiarnos, pero de forma asintomática o mucho más leve”, explica González.
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Las vacunas se diseñaron –recuerda Álvarez– para prevenir la enfermedad grave y la muerte y, cuando se tiene la pauta completa, están siendo efectivas en el porcentaje que se dijo, que depende de cada vacuna (las de Pfizer, Moderna o Astrazeneca superior al 90 % de eficacia) porque “nunca nada es cien por cien”.
¿Entonces, en algunos países con altas tasas de vacunación, por ejemplo Israel, por qué aumentan las hospitalizaciones?
Hay varios factores, “pero el más importante seguramente, ha sido la aparición de la variante Delta, mucho más contagiosa, que ha hecho que personas ya vacunadas volvieran a infectarse”, indica González.
También hay personas que no se vacunaron o en las que no fue totalmente eficaz y, además –agrega–, se produce una disminución de la protección pasado un tiempo, sobre todo en personas mayores.
Álvarez recuerda que no hay ninguna vacuna eficaz al cien por cien. “En el caso de que lo sea al 95 % eso te deja un 5 %, el cual, si ahora el virus es más transmisible por la variante Delta, hace que haya más gente que se infecte”, lo que no significa que si tienen que ser hospitalizados acaben en la UCI.
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¿En qué medida sirven las vacunas para evitar la transmisión?
Además de la efectividad contra la enfermedad grave y la muerte, otra cosa es si las vacunas podían servir también para evitar la transmisión, pero como no estaban diseñadas para eso, en un principio no se sabía, dice Álvarez.
Con las primeras variantes del virus, Alfa y Beta, “funcionaron muy bien” para evitar la transmisión, pero con la Delta “parece que no está funcionando tan bien”. Eso no es efectividad, sino porcentaje de transmisión “y eso es lo que puede que sí que esté fallando”.
Lo que sí ha cambiado con Delta es la cantidad de personas que tienen que estar vacunadas para “lograr una muy buena inmunidad de grupo”, que ya no es de un 70 %, “ahora hay que llegar al 90 % de la población vacunada, con esta variante tan transmisible”.
¿Con el tiempo es normal que se pierdan anticuerpos frente al virus?
Cuando se habla de protección de una vacuna nos referimos a todo el sistema inmunitario, con sus componentes celulares y anticuerpos. Algunos estudios –destaca González– solo se centran en los anticuerpos, “cuando debería analizarse todo a la vez”.
Los anticuerpos disminuyen de forma normal con el tiempo; ha desaparecido ya el virus y, por tanto, no son necesarios. “Lo importante es que queden células de memoria, que podrán activarse de forma rápida y eficaz la próxima vez que vean al virus, y se generará toda una batería de células y anticuerpos de nuevo”.
Esta memoria inmunitaria –indica– es defectuosa en algunas personas, sobre todo mayores, y les hace más susceptibles de enfermar y reinfectarse.
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¿Está justificado en este momento una tercera dosis de refuerzo para toda la población?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido una moratoria hasta octubre para permitir tener dosis suficientes para los países en vías de desarrollo, “pero algunos ya se lo han saltado”, destaca González y considera que “lo lógico es dar un salvavidas a todos y no dar dos salvavidas a unos pocos”.
Álvarez señala que científicamente no está justificada una tercera dosis general. Lo que hay que conseguir es que los países que tienen una tasa de vacunación del dos o tres por ciento lleguen, al menos, al 20 %, aunque agrega que ese pinchazo de recuerdo sí podría ser necesario para pacientes inmunocomprometidos.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) está analizando los datos, “pero parece” –dice González– que una tercera dosis no sería necesaria a nivel global, “sino que tal vez se autorice para inmunodeficientes, o personas inmunodeprimidas por fármacos, tras recibir un trasplante, o personas de mayor edad”.
¿Existe la posibilidad de que nos tengamos que seguir vacunando contra la COVID-19 cada poco tiempo?
Por ahora, esto no lo sabemos, dice González. La variante Delta ha venido a comprometer lo que se había conseguido hasta ahora y “es probable que puedan llegar nuevas, que tal vez requieran no una tercera dosis, sino una nueva vacuna”.
Por otra parte, una vez que la mayor parte de la población esté vacunada, su sistema inmunitario puede aprender y mejorar frente a posibles nuevas variantes que lleguen, señala González y concluye que “si no hubiéramos tenido vacunas, con la variante Delta hubiéramos tenido colapso del sistema sanitario y muchos más fallecimientos”.
¿ Porque desde que se comenzó a poner la vacuna Abdala en 3 dosis , las personas que se infectaban o infectan con el virus después de los 14 días de la última dosis donde supuestamente la inmunidad debe estar a un 92, 28 % haya que reforzarlos con Interferón en dos dosis o más , esto es lo que nos pone en dudas .
Hola, una pregunta, si se evalúa la posibilidad de re vacunación,porque los biotecnologos no consideran, atenuar la transmisión con una vacuna homologa para diferentes cepas, cosa que se consiga inmunidad cruzada, aunque en personas mayores, haya que hacer una revacunacion anual?