El presidente estadounidense Joe Biden promulgó este viernes una ley que otorga a las presuntas víctimas del llamado “Síndrome de La Habana”, ayuda federal para sufragar sus gastos médicos.
Las víctimas se venían quejando desde hacía meses de la poca atención que las autoridades han prestado al asunto, teniendo en cuenta que el “Síndrome de La Habana” es un misterioso padecimiento de corte neurológico que han reportado diplomáticos y agentes de inteligencia de EE.UU en diferentes países, y que fue detectado por primera vez en La Habana en 2016.
El “Síndrome de La Habana” ha afectado a 100 oficiales de la CIA y sus familiares
“En todo el mundo, funcionarios del servicio civil, oficiales de inteligencia, diplomáticos y personal militar se han visto afectados por incidentes de salud anómalos. Algunos lidian con las consecuencias de daños cerebrales debilitantes que han truncado su carrera de servicio a nuestra nación”, afirmó al mandatario al promulgar la legislación, que lleva por nombre “Havana”.
Según Biden, responder a estos incidentes ha sido “una máxima prioridad” de su Gobierno. “Estamos poniendo a disposición la totalidad de los recursos del Gobierno de Estados Unidos para ofrecer atención médica de primer nivel a los afectados y llegar al fondo de estos incidentes, lo que incluye determinar su causa y quiénes son los responsables”, señaló el mandatario.
Recientemente, el gobierno cubano, que ha negado cualquier responsabilidad en estos hechos y mantiene una postura escéptica en relación al misterioso fenómeno, ha vuelto a reiterar la postura de Cuba a partir de la evaluación de un grupo de expertos.
En un informe redactado por especialistas de la Academia de Ciencias de la Isla, sus autores apuestan por “interpretaciones plausibles que se ajustan a los hechos disponibles mejor que el relato del ‘síndrome del misterio’”.
Además, concluyen que dicha narrativa no debe ser aceptada como una “verdad establecida” pues “no es científicamente aceptable en ninguno de sus componentes” y “solo ha sobrevivido debido a un uso sesgado de la ciencia”, en el que “se han suprimido los puntos de vista discrepantes y se han seleccionado las pruebas publicadas para reforzar la narrativa”.