El experto en aviación John Grant considera que el interés de los estadounidenses en viajar a Cuba “sigue siendo alto”, aunque “no es hoy tan brillante”, asegura.
En un artículo publicado en el sitio especializado Aviationpros, Grant analiza las causas de la reducción en el número de vuelos experimentada en los últimos meses, luego del pico alcanzado en enero de 2017. Entonces se registraron 160,648 asientos vendidos, una cifra que ha bajado luego hasta un promedio de 135,000 plazas mensuales.
Para Grant, un analista cuyos trabajos han aparecido en medios importantes como The New York Times, CNN, USA Today y Financial Times, el motivo de la disminución de “rutas prometedoras” es un lógico ajuste del mercado, consecuencia de las posibles apreciaciones y pruebas realizadas por las aerolíneas tras medio siglo sin vuelos regulares entre ambos países.
“Mirar los datos es fácil, pero cuando un mercado ha estado cerrado por más de 50 años juzgar preventivamente la posible demanda de un destino no es una tarea sencilla”, opina el experto.
Grant recuerda que antes de la normalización de las relaciones bilaterales anunciada en diciembre de 2014, el número de reservas aéreas ese año entre Estados Unidos y Cuba fue de poco más de 24,000, a través de vuelos fletados que partían en su mayoría desde el Aeropuerto Internacional de Miami.
Sin embargo, tras la autorización de los vuelos regulares por la administración Obama, el alza de las reservaciones fue notable. El clímax se alcanzó a partir de diciembre de 2016, coincidiendo con la llamada temporada alta del turismo –a pesar de que los estadounidenses no tiene permitido por ley hacer turismo en la Isla– cuando crecieron hasta diez las aerolíneas que ofrecen servicio regular a Cuba y aumentó considerablemente el número de rutas y reservaciones.
Entre las compañías que comenzaron a volar a la Isla se cuentan American Airlines, Frontier, JetBlue, Delta, Spirit y Southwest. Tras llegar a La Habana en noviembre, American Airlines decidió abrir en febrero una oficina comercial en la capital cubana.
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“Nunca los expertos de la industria de la aviación vieron un mercado expandirse tan rápidamente”, asegura Grant.
Señala que en esta expansión pueden haber influido factores como la cercanía entre Cuba y la Florida –donde existe una comunidad cubana muy importante–, las potencialidades turísticas –de alojamiento y entretenimiento– de la Isla y el crecimiento de la popularidad de Cuba como destino.
Otro elemento al que apunta al analizar este fenómeno es la disminución de los precios, como parte de la competencia por dominar el nuevo mercado.
Con vuelos de menor costo, señala, “los viajeros están más dispuestos a viajar a destinos que no podrían haber considerado previamente (…) Así, cuando las aerolíneas, especialmente los operadores de presupuesto, añaden nuevos vuelos, generan interés y curiosidad entre los viajeros”.
Las apreciaciones de Grant coinciden con un estudio de la consultora inglesa OAG publicado en mayo, según el cual el pico repentino de diciembre y enero no estaba acorde con las posibilidades reales del mercado.
Para OAG, existieron dificultades para prever y evaluar la demanda real, avivadas por la competencia y el deseo de aprovechar un mercado novedoso y en expansión.
“Las aerolíneas tradicionales y de bajo coste necesitan añadir servicios para construir sus redes, las compañías de nicho más pequeñas ven oportunidades específicas y algunos operadores meten sus dedos en el agua para ver si pueden generar alguna ganancia. Esto es probablemente lo que sucedió entre los Estados Unidos y Cuba”, destaca el estudio.
Detrás de las reducciones
La disminución de hasta un 20 por ciento de las reservaciones, tras el boom de hace algunos meses hizo saltar la alarma en varios medios. En realidad, las reducciones se habían iniciado incluso antes –ya en los meses finales de 2016 algunas aerolíneas habían recortado sus vuelos y destinos–, debido a la evidente sobreestimación de la demanda.
Sin embargo, John Grant no es alarmista con lo que considera parte de la lógica de la industria aérea. Como prueba, el experto apunta que “hace unos meses, mientras algunas aerolíneas estaban buscando retirar algunas de sus rutas a Cuba, otras estaban preparadas al margen, esperando para arrebatarlas”.
Desde su percepción, en estos momentos “parece” que muchas de las aerolíneas que vuelan a la Isla optan “por al menos algunas rutas”.
Según los números manejados por Grant, entre octubre y diciembre del año pasado hubo 1,456 vuelos a Cuba, mientras que en este verano solo se programaron 1,275. En su criterio este reajuste es “algo clásico” cuando se abren nuevos mercados.
Las aerolíneas, dice el experto, “prueban” el mercado y pueden reducir sus frecuencias y sus rutas “a los principales pares de ciudades”. No obstante, reconoce que “con el tiempo, algunas de esas rutas pueden volver a crecer a los niveles iniciales”.
En este sentido apunta que los vuelos a La Habana tienen ventaja sobre los de otros destinos en la Isla.
“Aunque no está al día en comparación con los estándares de los Estados Unidos –afirma–, el aeropuerto internacional de La Habana sigue siendo el más equipado para manejar la capacidad de vuelos entrantes y pasajeros estadounidenses y sigue siendo el destino de llegada más popular para viajeros y aerolíneas.”
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Grant no da la espalda a los cambios anunciados por la administración Trump y su posible repercusión en los viajes a la Isla. Sin embargo, en su opinión cerrar el mercado cubano a las aerolíneas de los Estados Unidos le parece un contrasentido.
“Las aerolíneas estadounidenses han invertido considerablemente tanto en capacidad como en marketing para anunciar sus servicios. ¿El gobierno querría arriesgar el mercado con una revisión política completa? Si las políticas de viaje a Cuba fueran revertidas, las aerolíneas podrían perder millones de dólares y los impactos directos e indirectos que se sentirían serían generalizados”, señala.
Por otro lado apunta que “solo porque el mercado cubano-estadounidense esté en riesgo no significa que otros mercados lo estén”. El experto considera que “desde una escala global”, la industria de la aviación está viendo “el interés continuado” de la Unión Europea y Canadá en Cuba, “especialmente cuando otros mercados de viajes populares se enfrentan a amenazas como el terrorismo”.
En comparación con las 116,000 reservas desde Europa a la Isla en julio de 2016, este año las cifras aumentaron más de un 25 por ciento hasta más de 145,000. “Los viajes de Francia y el Reino Unido han aumentado más del 60 por ciento y 44 por ciento”, cita Grant al compararlos con los datos de julio del año anterior.
Basado en estos datos, no cree que el número de vuelos a Cuba vaya a experimentar una caída sino todo lo contrario. Y ante un posible escenario de prohibición de los vuelos regulares desde los Estados Unidos o una reducción drástica de los mismos, los viajeros estadounidenses podrían buscar otras variantes para volar a la Isla.
“Ya que hay capacidad disponible, los viajeros estadounidenses encontrarán otras formas de llegar a Cuba si el servicio aéreo directo ya no está disponible”, opina Grant.
En lo que va de año ya han viajado a Cuba más estadounidenses de los que lo hicieron en 2016. En el mes de mayo se sobrepasó la cifra de 284,000, lo que técnicamente igualó el número de visitas registradas el año anterior.
Los cambios hacia la Isla anunciados en junio por el presidente Trump –y que aún no han entrado en vigor–, prevén algunas limitaciones en las categorías autorizadas para que los estadounidenses visiten Cuba, como los viajes individuales pueblo a pueblo y los viajes educativos en grupo.
No obstante, la compra de boletos de avión no ha sido afectada.