El alcalde de Miami, el republicano Francis Suárez, ha rehusado comprometer su voto con el presidente Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre. El gesto arrastra dos consecuencias ineludibles. Hace más difícil una victoria del mandatario en Florida y coloca a Suárez en oposición abierta al alcalde del condado, Carlos Giménez, en estos comicios.
Además, su postura tiene impacto político en un estado que normalmente se presenta a elecciones con un número suficiente de votantes indecisos, lo cual hace difícil prever si finalmente votará demócrata o republicano.
Giménez, que aspira a un asiento en el Congreso federal porque llegó al límite de su mandato, ha dicho que apoyará a Trump. Y en los últimos dos años ha hecho lo imposible por apoyarlo: desde aceptar la decisión del presidente de que la policía colabore con las autoridades de inmigración para arrestar indocumentados, hasta secundarlo en su política sobre el combate al Covid-19 colaborando con el secretismo de datos alentado por el presidente.
Suárez ha tenido otro comportamiento al abogar por la transparencia, las medidas de confinamiento y la educación del público acerca de cómo enfrentar la pandemia. Además de ser un fuerte crítico de las decisiones tomadas en Washington para combatir el coronavirus, ha alentado utilizar recursos locales y seguir las instrucciones del Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
“Todavía no sé qué piensan realmente los candidatos, demócratas o republicanos, tengo que estudiar eso más a fondo, saber qué ofrecen a las comunidades urbanas antes de decidirme”, dijo el alcalde de Miami al sitio Politico.
El presidente tiene planeada el viernes una visita al Comando Sur, con sede en Miami, a fin de informarse sobre las operaciones navales en el mar Caribe, al sur de Cuba, para combatir el narcotráfico. Han sido denunciadas por el mandatario venezolano Nicolás Maduro como maniobras de asecho a su país.
Por estos días Miami se encuentra bajo toque de queda de 10 pm a 6 am. Suárez ha mantenido una política férrea de combate al coronavirus, le ha dado marcha atrás al desconfinamiento, instituido el uso obligatorio de máscaras y ordenado a la policía imponer férreas multas a los violadores de la orden, multas que pueden llegar hasta 500 dólares.
En las últimas dos semanas Miami se ha vuelto una especie de zona cero de la pandemia, rompiendo constantemente récords de nuevos casos y muertos. Según el Departamento de Salud de Florida, ayer se detectaron 8,935 nuevos casos y hubo 120 fallecidos, con lo cual se registran 232,718 contagios y 4,009 fallecidos.
En Miami, las pruebas hechas ayer miércoles arrojaron 2,100 nuevos casos, un 26,2% de positivos, muy por encima del 10% recomendado por el CDC, al tiempo que en Florida alcanzó los 18,39%.
El viernes, cuando Trump aterrice en Miami, puede testimoniarse un rifirrafe del alcalde con el mandatario, teniendo en cuenta que este es “alérgico” a la máscara y Suárez un fuerte propulsor de la misma. Cuestionado sobre esa posibilidad, el alcalde de Miami fue directo: “Se espera que el presidente cumpla las reglas, como todo el mundo”.
El condado Miami-Dade ha revelado por primera vez algunas cifras. La más seria es que con el incremento de los nuevos casos de coronavirus, las salas de cuidados intensivos de los hospitales están prácticamente copadas con una tasa de ocupación de 84%, lo cual deja muy poco margen para otras necesidades no relacionadas con la pandemia. Esto se ha visto acompañado por un crecimiento de 70% de las hospitalizaciones y por una ocupación de 116% de los ventiladores.
Este escenario ha llevado al gobernador DeSantis a presionar a hospitales y autoridades para racionalizar los espacios de las unidades de cuidados intensivos y a pedir a Washington enviar al sur de Florida más respiradores para asistir a los ingresados, que ya suman 4,274.