La economía cubana ha venido evolucionando bajo una nueva política económica aprobada en el VI Congreso del PCC, cuyos resultados se han proyectado para materializarse en el marco de una estrategia dirigida a la creación de condiciones para un desarrollo estable del país en un período de cinco años.
En realidad, las transformaciones en la política económica cubana comenzaron en 2007 y se aceleraron en 2009, por lo que una valoración de la misma abarcaría un período mayor que el contemplado en este análisis.
En el entorno más cercano y según el Panorama Económico y Social 2012 de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), publicado recientemente, una vez valorados los daños provocados por el huracán Sandy a finales del año pasado y que –según estimados– tuvieron un costo superior a 6.900 millones de pesos, la cifra de crecimiento del PIB en 2012 alcanzó un 3 % frente al 3,1 % anunciado previamente en la Asamblea Nacional y por debajo del 3,4 % planificado para el período, así como del 4,4 % estimado para el quinquenio.
Este resultado, si bien quedó por debajo de las expectativas, no representa un déficit insalvable para el programa de desarrollo previsto, que supone lograr tasas de incremento del PIB superiores al 6% a mediano plazo.
De momento, el resultado igualó el crecimiento logrado por la región de América Latina y el Caribe el pasado año, en medio de una crisis económica internacional que no muestra síntomas de finalizar y que a todos ha afectado.
Por sectores, hubo igualmente otras cifras ajustadas.
El desempeño fue negativo en el sector agropecuario, que decreció 1,2% en 2012 frente a un crecimiento del 2% informado previamente; se registró una importante desaceleración en la industria manufacturera, cuyo incremento pasó del 4,4% publicado anteriormente a 2,3%, y en el transporte y las comunicaciones, que bajó de 5 a 2,8%.
Por otra parte, se destacaron favorablemente las construcciones, que crecieron un 18% en comparación con el 12,4% reportado, y el comercio interior, que fue de 5,9 a 6,4% en su incremento anual.
En general, desde 2009 la economía cubana ha venido escalando muy modestamente en sus niveles de crecimiento, alcanzando un 2,4% de promedio anual hasta 2012, lo que refleja las enormes dificultades presentes, las cuales tienen su origen en la crisis económica y también en deformaciones estructurales internas.
En todo caso, una evaluación equilibrada del desempeño económico actual del país debe tomar en cuenta que el proceso de transformaciones emprendido implica profundos cambios en la economía cubana y especialmente en su sistema de gestión, proceso que supone revalorizar todo lo que no ha dado resultados y diseñar nuevos procedimientos, lo cual requiere de la experimentación y toma un tiempo indispensable para no errar.
En ese sentido, uno de los elementos más complejos por modificar es la necesidad de desarrollar una nueva cultura económica implícita en lo que se ha denominado como nueva mentalidad, y que merecerá un análisis más amplio posteriormente.
Frente a estos requerimientos, se percibe una fuerte presión social por avanzar más rápido, lo cual es lógico si se valoran las necesidades acumuladas durante los años del período especial.
Sin embargo, algo que no debe pasar inadvertido es que se ha avanzado notablemente en el ordenamiento de los gastos y la eficiencia en el uso de los recursos de que dispone el país.
De este modo, medidas en proporción al PIB, las erogaciones del presupuesto estatal bajaron del 78,1 % en 2008 a 67,4 % en 2011; el saldo fiscal pasó de -6,9 a -3,8 %; la liquidez en manos de la población se redujo de un 41,5 a un 38,6%, y se lleva a cabo un proceso de reordenamiento de los servicios sociales básicos para disminuir sus costos sin afectar las prestaciones indispensables.
No obstante, para ganar elementos que permitan una valoración más completa del desempeño alcanzado es imprescindible meditar sobre cuál es el entorno en el que el país debe desenvolverse a fin de encontrar la base posible del ritmo de las transformaciones previstas.
Algo que a los ojos de la población cubana no se expresa en toda su dramática dimensión es la escasa disponibilidad de divisas del país y la compleja situación financiera internacional que hemos venido enfrentando.
Todas las naciones subdesarrolladas tienen, por regla general, una elevada dependencia externa, ya que sus recursos exportables no alcanzan para cubrir los gastos de sus importaciones. Para salvar la diferencia no queda otra alternativa que acudir a los créditos de los proveedores y ello da lugar –entre otros factores– a un cierto nivel de deuda externa.
Cuba no es la excepción, pero su situación ha sido mucho más tensa a partir del “Período especial” y de la agudización del bloqueo norteamericano, que hace mucho más difícil obtener nuevos créditos.
Es por ello que ha pasado a un primer plano la necesidad de lograr el reequilibrio de la balanza de pagos como requisito indispensable para un desarrollo estable, que se destaca a corto plazo como un elemento de alta prioridad.
Esta política supone poner al día los compromisos para el pago de la deuda externa como premisa esencial que permita lograr un mayor flujo de recursos financieros destinados al desarrollo, incluyendo una mayor presencia de la inversión extranjera directa, pues nadie está dispuesto a prestar si no se le pagan los adeudos anteriores.
En la consecución de esos objetivos prioritarios también se ha avanzado, ya que se ha conseguido incrementar los ingresos en divisas mediante un aumento de más de 100 % en el valor de las exportaciones de bienes entre 2009 y 2012, en tanto las importaciones aumentaron menos, lo que ha propiciado eliminar el saldo negativo de la balanza comercial total –incluyendo los servicios– que medido en relación al PIB pasó de -5 % en 2008 a +3,3 % en 2012.
En otras palabras: el país ha podido disponer de un volumen relativamente mayor de recursos financieros para hacer frente a los compromisos internacionales, y ello ha elevado su credibilidad externa.
En ese sentido, y como parte de las acciones acometidas, se han alcanzado también avances en el reordenamiento de los compromisos financieros externos.
En efecto, ya en 2010 se informó públicamente que se había logrado renegociar dos mil millones en el pago de la deuda externa; de igual modo, en febrero de 2013 se alcanzó un acuerdo para la condonación de la deuda con la antigua Unión Soviética por parte de Rusia.
En el entorno exterior habría que añadir que todavía en 2012 el país tuvo que gastar el 51 % de sus ingresos sólo para la compra de combustibles y alimentos, cuyos precios se mantuvieron muy elevados en relación con sus promedios históricos.
Como es lógico, para incrementar los ingresos por exportaciones se requiere un incremento de la eficiencia económica mediante un mayor crecimiento de la productividad del trabajo, a lo que contribuye una reducción gradual del subempleo en el sector estatal, al tiempo que se reorienta la inversión para favorecer la esfera productiva.
Entre 2009 y 2012 se obtuvo un discreto crecimiento del 8,1 % en la productividad del trabajo y logró equilibrarse con el aumento del salario medio, evitando incrementar las presiones inflacionarias.
Para elevar la productividad son todavía reducidos los fondos destinados a la inversión, que sólo alcanzan alrededor del 12 % del PIB, de un requerimiento en torno al 20%, con bajos niveles de eficiencia en su ejecución, todo lo cual constituye un freno para alcanzar una productividad más elevada, en medio de un proceso de depresión del salario real que no se ha recuperado aún.
Puede decirse que los resultados que se alcanzaron en 2012 desde el punto de vista financiero y de eficiencia estuvieron en línea con lo que pudiera esperarse de un proceso de cambios que modificará sustancialmente el sistema de gestión económica del país, creando condiciones para un desarrollo sostenible, al tiempo que debió enfrentarse una compleja coyuntura económica internacional y las consecuencias del bloqueo económico de los Estados Unidos.
*Escrito por el doctor José Luis Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de La Habana y publicado originalmente en Cuba Contemporánea.