Cuba en el pañuelo de una lagartija, en esa bolsa que se infla en el cuello del reptil y reclama la atención de todas las miradas. La lagartija o el chipojo, como se le llama popularmente en este país, es sobre todo verde, pero en su globo hay espacio para un amplio imaginario de figuras y colores, de sugerencias e incluso sensaciones.
La imagen es obra de Michele Miyares, una de las diseñadoras cubanas más reconocidas en la actualidad, y ha servido para promocionar la exposición ¡Cuba!, que abrió sus puertas este lunes en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Esta ofrece una amplia mirada a la naturaleza y la cultura cubanas, y es la primera gran exhibición dedicada a la Isla en la prestigiosa institución estadounidense. Además, es la primera muestra totalmente bilingüe del museo.
Miyares es también la creadora de varios de los carteles escogidos para integrar la exposición en una sección que comparte con otros relevantes diseñadores como Giselle Monzón, Nelson Ponce, Edel Rodríguez (Mola) y Raúl Valdés (Raupa). Su selección honra el valor de la cartelística contemporánea dentro del amplio panorama de las artes visuales en Cuba.
En los salones del museo neoyorquino los visitantes pueden encontrar otras referencias al arte y la sociedad de esta Isla. Desde materiales interactivos y videos de música cubana hasta una calle donde se puede jugar dominó y respirar el aroma del café, forman parte del vasto conjunto expositivo, junto a las célebres hojas de tabaco, hechas de papel, y un Chevrolet de 1955 prueba del ingenio de los cubanos para mantener estos autos en funcionamiento.
Sin embargo, de acuerdo con Ana Luz Porzencanski, directora del Centro de Biodiversidad y Conservación del Museo y curadora de la exposición, la intención de la muestra “es ir más allá de los titulares sobre Cuba y mostrar lo que la gente quizás no sabe o espera”. Por ello, según dijo Michele Miyares a OnCuba, “el mayor interés de los curadores estuvo centrado en la gran biodiversidad de la naturaleza cubana y el estado de conservación y protección de determinadas especies y/o áreas como el parque Alejandro de Humboldt”.
Para cumplir esta aspiración han sido incluidas no solo fotografías a gran escala y maquetas de humedales, bosques y arrecifes de coral con su flora y fauna característica, sino también modelos de enorme verismo de especies actuales o extintas de la Isla, entre ellas del búho gigante prehistórico, el zunzuncito, el almiquí y el cocodrilo. También se exhiben animales vivos como la rana arbórea cubana.
Este calidoscopio, de acuerdo con Miyares, quiere ser ante todo “una ventana a la que poder asomarse a la Isla desde los Estados Unidos en un momento muy particular entre las relaciones de los dos países”. En ello coincide Christopher Raxworthy, también curador de la exposición, quien comentó recientemente a The New York Times que el museo había deseado desde hace tiempo presentar una muestra sobre Cuba, facilitada ahora porque “la normalización ha despertado el interés de la gente”.
Por su parte, Ana Luz Porzencanski, aunque ha reconocido los vínculos históricos de su institución con el Museo de Historia Natural de Cuba, centro que colaboró con la realización de la muestra, confirmó que el cambio de la política estadounidense hacia la Isla facilitó la invitación a colegas cubanos y el otorgamiento de las visas.
La propia Miyares tuvo a su cargo el traslado de los carteles seleccionados hasta Nueva York y colaboró luego con la información necesaria para su montaje. Fue entonces cuando recibió la propuesta de crear una imagen para promocionar la exposición y así nació la idea de su cartel con la lagartija simbólica e inclusiva.
“Me entusiasmó mucho el reto y fue a la vez todo un honor –cuenta la artista. El diálogo con los curadores y especialistas de comunicación norteamericanos funcionó bien en todo momento. Les presenté tres ideas de las que terminaron escogiendo el chipojo cubano, que está dentro de la exposición y a mí me pareció interesante explotar como recurso gráfico, en particular por la estructura que comúnmente llamamos pañuelo”.
“Una vez que empecé a trabajar en el boceto escogido se fueron perfilando las cosas, hasta que quedaron los elementos que se muestran en el pañuelo de la lagartija y que debían tener vinculación con los aspectos que forman la muestra. Al final, me siento satisfecha con lo hecho y, a la vez, muy agradecida a todo el personal del museo con el que he tenido la oportunidad de intercambiar”.
¡Cuba! fue realizada en poco menos de dos años, tiempo por debajo del habitual para una exposición de sus dimensiones y complejidad. Permanecerá abierta hasta agosto de 2017 en el museo de Nueva York pero allí no terminará su vida, pues gracias a la resistencia de los materiales con la que se elaboró puede ser mostrada en otros escenarios en los próximos diez años.