En estos meses de lluvia, en los que la amenaza de ciclones tropicales sobre la Isla es inminente, el dilema entre una sombrilla y un par de remos es prácticamente inevitable.
¿La causa? El mal estado de la mayor parte de las calles y avenidas del país. Cierto es que desde el 2008 el gobierno inició un proceso de reparación capital de la red de viales cubana; sin embargo, es evidente su lento desarrollo.
Datos del Ministerio de Transporte indican que en el 2011 el 60,55% de las vías de interés nacional se hallaban en buen estado y el 13,32 % en malas condiciones; el año pasado se estima que esas cifras variaron al 63,01 % y 11, 30 %, respectivamente.
Si bien es cierto que las labores de conservación realizadas en las vías de interés nacional (como la Autopista y la Carretera Central) ostentan un acabado más duradero, aunque perfectible, las realizadas en el resto del entramado urbano (calles y avenidas de interés municipal y provincial) dejan expectativas por cumplir.
Muchas veces, las “emergencias” surgidas en el proceso constructivo superan las buenas intenciones. Las violaciones de las normas para el reposo de la pintura asfáltica; o el “re-asfaltado” de las calles hasta la altura de las aceras… son algunas de las innovaciones surgidas al “calor” de las reparaciones.
A esos factores podrían sumarse la falta de sistematicidad en el mantenimiento de las calles (que implica la acción temprana ante las averías e, incuso, la limpieza de drenajes y registros) y la poca coordinación entre organismos que necesitan retirar el pavimento para alguna labor constructiva (como los administradores de redes hidráulicas, de gas y electricidad).
Amén de la responsabilidad de las autoridades que intervienen en este proceso (como el Ministerio de Transporte, el de la Construcción…), o de lo costosas que resultan estas labores, no cabe duda de que la mayor dificultad radica en la comunicación entre sectores y la planificación de tareas.
La cuestión más importante en la conservación de las vías no son las facilidades que ofrece para la transportación de cargas o pasajeros, o los beneficios que representa para la preservación de los vehículos automotores…; su mayor aporte es a la seguridad vial y a la prevención de accidentes. Y, aunque las víctimas mortales en esos incidentes ha disminuido en los últimos años, ¿debemos arriesgarnos a más?
Por: Onaisy Fonticoba
Fotos: Abel Rojas Barallobre (R.R)