Hace tres semanas, la reapertura del centro comercial de Carlos III, en La Habana, tuvo un sabor distinto al esperado. Luego de meses cerrado por la pandemia de la COVID-19, el establecimiento, uno de los más frecuentados por los habaneros en tiempos normales, reabrió parcialmente justo el día en que la capital cubana entraba en la fase 3 de la etapa recuperativa. Y lo hizo con precios en dólares estadounidenses.
La noticia, como era de esperar, corrió como la pólvora en las redes sociales y en medios alternativos y extranjeros, aunque la prensa oficial no mencionó —ni lo ha hecho todavía— ni una palabra al respecto.
Sin embargo, para muchos no resultó una sorpresa. Tras el cierre de la tienda, o en realidad del conjunto de tiendas reunidas en la Plaza Carlos III, y el inicio de trabajos de reparación en su interior, no tardaron en circular los rumores de que sus futuras ventas serían en Moneda Libremente Convertible (MLC), una modalidad retomada por el gobierno un año atrás en medio de una compleja situación económica, y reactivada en julio pasado con el anuncio de la apertura de nuevas tiendas y la eliminación del gravamen al dólar estadounidense. Su “permuta” era casi un secreto a voces.
Aun así, algunos habaneros conservaban la ilusión de que la metamorfosis no sería inminente, o de que, incluso, tal vez no ocurriría. Si bien grandes tiendas de La Habana como las de 3ra y 70 y La Puntilla ya habían dado el salto, y otras están al parecer —cotilleos mediante— en camino a darlo, el hecho de que la Plaza Carlos III estuviese enclavada en la más populosa Centro Habana, y no en el pudiente Miramar o en la turística Habana Vieja, y de que, en ella, junto a boutiques y tiendas de marcas, hubiese otras menos exclusivas —en las que la población de la zona solía comprar alimentos y productos de aseo—, e incluso cafeterías y aparatos infantiles, alentaba cierta esperanza.
Pero la realidad terminaría por confirmar los rumores. El pasado 12 de octubre comenzó a vender en MLC una decena de los establecimientos incluidos en el centro comercial, entre ellos la tienda de equipos electrodomésticos, boutiques de ropa y tiendas de marcas deportivas como Adidas y Joma. Se abría así un nuevo episodio en la historia de este emblemático sitio habanero. O, al menos, eso parece todavía, aun cuando hoy su paisaje no sea exactamente el mismo.
En la máquina del tiempo
Ubicada en la céntrica avenida del mismo nombre —aunque oficialmente llamada Salvador Allende—, la Plaza Carlos III inició su andadura como centro comercial en 1997, en momentos en que el país pujaba con una severa crisis económica y había echado mano a las ventas en dólares, despenalizados unos pocos años antes, como recurso in extremis para oxigenar sus finanzas. Su apuesta nuevamente por la moneda estadounidense resulta entonces una especie de viaje a la semilla, de déjà vu recontextualizado, pues ya no se paga directamente con los célebres billetes verdes sino a través de tarjetas magnéticas asociadas a cuentas bancarias, en las que también se pueden depositar o transferir euros, yenes, libras y otras divisas extranjeras.
Mucho antes, tras su edificación y apertura en la década de 1950, había sido un importante mercado de la capital cubana, que terminó en su momento con el monopolio que ejercía el Mercado Único de La Habana, situado en la zona de Cuatro Caminos. Construido frente al palacete del renombrado millonario Alfredo Hornedo —propietario, entre muchas otras cosas, de los periódicos Excélsior y El País, y de la licencia de operación del Mercado Único—, en él se vendían lo mismo garbanzos que manzanas, azúcar que vegetales, carne que pescado. Se cuenta que entre sus novedades estaba un sistema central de aire acondicionado basado en el almacenamiento de hielo, montado por primera vez en un edificio público cubano.
Luego de reinaugurarse hace 23 años, el de Carlos III se erigió no solo como uno de los más grandes y modernos supermercados de La Habana, primero en dólares y luego solo en pesos cubanos convertibles (CUC), con tiendas de diversos productos y otros servicios como una óptica, una agencia telefónica y una oficina de la Western Union, sino también como una atracción para sus visitantes, gracias a su forma helicoidal que ofrece una vista panorámica de la instalación desde cualquiera de sus cuatro pisos. A ello tributan igualmente sus cafeterías y otros espacios gastronómicos y recreativos, que incluyen equipos electrónicos para niños. Todo lo anterior hacía del centro comercial un sitio de visitas y paseos familiares, aun cuando no todas las familias cubanas podían, por obvias razones monetarias, disfrutar de sus servicios.
En las dos últimas décadas, su historia no ha sufrido grandes sobresaltos: apenas retoques, remodelaciones, alguna que otra denuncia de corrupción y críticas de clientes por los precios, surtidos o el ambiente carnavalesco reinante no pocas veces en su interior. Hasta que llegó la COVID-19. La pandemia impuso el cierre del centro comercial, que concentró sus servicios únicamente en la modalidad de ventas online, algo que también sucedió con otras grandes tiendas habaneras. Luego, un foco de contagios por coronavirus obligó incluso a la suspensión de las operaciones virtuales, aunque solo de manera temporal.
Finalmente, comenzaron los trabajos de remodelación para el reinicio de sus servicios cuando las condiciones lo permitiesen. En julio, cuando la capital cubana entró en la fase 1 de la etapa recuperativa, no dio tiempo. La Habana tardó apenas un mes en dar marcha atrás, debido a un rebrote que disparó nuevamente el número de contagios con el coronavirus. Pero con la mejoría de la situación epidemiológica y el salto de la ciudad desde la etapa epidémica a la fase 3 de la desescalada ―con un énfasis en el aspecto económico por parte de las autoridades―, la mesa quedó servida para su silenciosa reapertura.
¿Y ahora qué me hago yo?
Así se preguntaba días atrás Mirna, una jubilada de la zona que aseguró a OnCuba hacer muchas de sus compras en la Plaza Carlos III por la cercanía del centro comercial a su vivienda.
“No es que me gustase mucho ―matiza, mientras hace fila para comprar en una panadería cercana al supermercado―, porque esta tienda siempre ha sido un revolico, con mil gentes dando vueltas, mucha bulla y buenas colas para la comida y el aseo, que es lo que me interesa, pero al menos podía venir caminando y ya le había cogido la vuelta”.
“Con la pandemia, la cosa se puso difícil y mis hijos tuvieron que ponerse hacer cola en otras tiendas, porque yo no estoy ya para esos trajines ―agrega―, pero pensé que cuando reabrieran Carlos III podría volver a mi rutina y ayudarlos un poco. Pero cuando me dijeron que era en dólares me echaron arriba un cubo de agua fría. ¿De dónde saco yo los dólares si no tengo familia en los Estados Unidos?”
La preocupación de Mirna es la de muchos otros habaneros y cubanos, que han visto como cada vez más tiendas de las que hasta hace pocos meses comercializaban sus productos en pesos cubanos ―CUC y sus precios equivalentes en CUP―, han ido permutando progresivamente a la modalidad en MLC y ampliando las desigualdades económicas y sociales ya presentes en la sociedad cubana.
Cuba, entre la crisis, el ajuste y las nuevas tiendas en divisas
No obstante, en el caso específico de la Plaza Carlos III, la metamorfosis parece haberse congelado.
“Cuando la reabrieron, yo vine con unos amigos a mirar, a ver cómo era esto, como hizo mucha gente”, cuenta Rodolfo, un joven que asegura tener ya su tarjeta magnética en MLC a la que “le caen” los dólares con cierta frecuencia, pues su padre, tíos y primos viven en el extranjero y le tiran “un salve”. Sin embargo, dice, una semana después el panorama era diferente.
“En esos primeros días estaban abiertas varias tiendas de ropa y zapatos de marca, como la de Adidas, y hasta las de confituras de la parte de alante. Pero todo eso lo cerraron, y solo dejaron la de splits, refrigeradores y otros equipos, que también abrió desde el principio ―confirma―. Yo volví a ver si me compraba unos tenis, y tuve que virar con las manos vacías. Luego he vuelto y siguen cerradas, y los trabajadores no saben cuándo van a volver a abrir.”
En efecto. El día que encontramos a Rodolfo, la pasada semana, en la Plaza Carlos III solo vendía la tienda de equipos electrodomésticos y trabajaba la oficina de la Western Union, la que, por demás, parece tener los días contados por las recientes sanciones del gobierno de Estados Unidos que afectan el envío de remesas a Cuba. Y, en efecto, todos los trabajadores consultados ―incluyendo un directivo que no prefirió hablar off the record―, dijeron no conocer una fecha de reapertura oficial, aunque aseguraron que se mantenía el plan de la comercialización de productos y servicios en MLC.
Además, confirmaron ―en algún caso a regañadientes― que el centro comercial sí había reabierto el 12 de octubre con más establecimientos que los trabajaban la semana pasada y que inicialmente se divulgó un plan de reaperturas paulatinas de sus diferentes tiendas que poco después sería cancelado. Según ese plan, colocado en un papel impreso en la entrada lateral de la Plaza Carlos III ―la única que está trabajando por el momento, pues las grandes puertas frontales permanecen cerradas― y luego quitado, tras las diez que reiniciaron sus ventas el primer día otras más se sumarían a lo largo de octubre hasta completar una veintena, las que devolverían al centro su vitalidad habitual. Solo que ahora con los precios en dólares.
Lo que está y lo que viene
La estrategia inicial parece haber cambiado y la orden “de arriba” de cerrar casi todas las tiendas ya reabiertas apunta ―de acuerdo con un trabajador que optó por no mencionar su nombre― a una reinaguración oficial de todos los establecimientos y servicios de manera simultánea en una “fecha cercana”. El hecho de que continúen los trabajos de remodelación y organización en el interior y los exteriores del centro comercial, algunos más adelantados que otros ―los que, según el plan inicial, se mantendrían de manera paralela a la progresiva reapertura de las tiendas―, podría corroborar esta tesis.
Otra idea, que manejan algunos clientes, tiene que ver con la definición de los precios en dólares de un grupo de productos y servicios ―ropa, zapatos, gastronomía, aparatos mecánicos infantiles― que hasta ahora no se comercializaban en MLC.
“Parece que abrieron muy rápido y todos los precios no estaban aprobados ―especula Rodolfo―. Por eso volvieron a cerrar las boutiques y las tiendas de ropa deportiva, pero dejaron la de los equipos (electrodomésticos), que sí tiene los mismos precios de las otras que funcionan hace meses. Lo mismo pasa con la de piezas de carros y motos (situada fuera de la Plaza, en un costado de su parte posterior), pero en las otras creo que los van a cambiar. O van a esperar a quiten el CUC y anuncien la nueva tasa de cambio del dólar”, reflexiona el joven, quien afirma que los precios de esas tiendas reabiertas y luego cerradas eran “prácticamente los mismos” que los anteriores en pesos convertibles.
Este último argumento, en realidad, no resulta del todo desdeñable, aun cuando, de estar encaminado, no ha sido óbice para que más tiendas a lo largo de la Isla y, en particular, en La Habana, se sumen o estén en camino a sumarse a las ventas en MLC. Ese es el presente, tan innegable y rotundo como los muros de la fortaleza de La Cabaña. El futuro, en cambio, no luce igual de claro.
Tres pasos para comprar en las tiendas en divisas extranjeras en Cuba
El gobierno cubano, a través del ministro de Economía Alejandro Gil y el propio presidente Miguel Díaz-Canel, ha reiterado que la dolarización parcial de la Isla ―o en realidad, redolarización, pues ya estuvo en vigor en los años 90― se ha asumido, junto a su costo social, como una opción “necesaria pero no deseable”, y ha explicado que “las ventas en MLC buscan captar divisas que salen del país, mantener una oferta legal de productos que estaban ausentes en los establecimientos estatales, conectar a la industria nacional con ese mercado y utilizar parte de los recursos captados para financiar parcialmente las ofertas en las tiendas en CUC”, según reseña Cubadebate.
“La estrategia económico social no concibe ampliar en el futuro las tiendas en MLC. La idea con el Ordenamiento Monetario es que el país funcione en una moneda, la nacional. Por tanto, esta de las tiendas en MLC es una medida transitoria ajustada al actual contexto y que de momento cumple sus objetivos”, ha dicho Gil, quien, no obstante, ha señalado “no se sabe cuánto durará” esta medida y que “la vida nos ha obligado a eso para lograr un nivel de abastecimiento en el mercado”.
Así que tal vez en un futuro no muy lejano la Plaza Carlos III venda sus productos únicamente en pesos cubanos (CUP) ―la moneda que permanecerá en circulación en la Isla cuando se elimine de una vez el CUC―, al igual que 3ra y 70, La Época ―otra tienda habanera de la que se especula que venderá en dólares cuando reabra sus puertas― y todas las tiendas de la capital y resto del país. Esa es la intención explícita de las autoridades. Pero en un contexto económico tan complejo como el actual, con la pandemia, el embargo estadounidense y otros problemas de por medio, es imposible saber qué pasará.
Por lo pronto, el gran mercado inaugurado en los años 50 para la venta de carnes, granos y vegetales, y reconvertido cuatro décadas después en uno de los mayores centros comerciales de La Habana, se alista para reabrir sus puertas por completo, con una imagen renovada y una moneda diferente en los anuncios de sus precios. La misma que utilizaba en sus operaciones dos décadas atrás. Y otra vez su historia, la de sus productos, servicios y clientes, servirá como retrato y termómetro de Cuba en sus giros de carrusel.