Arte en la Rampa es la feria de artesanías más prolongada y constante que se realiza en el país, la de mayor aceptación popular al menos. Los informes de ventas demuestran que cada día durante aproximadamente dos meses al año, un promedio de 4000 personas visita el Pabellón Cuba. Ahora que recién concluyó esta edición, conversamos con algunos de los artesanos que trabajan en ella para intentar descifrar algunos mitos que la rodean.
Históricamente el calzado es la manifestación artesanal que más ingresos reporta en Arte en la Rampa, este año con más de 110 mil CUC vendidos. Según esa lógica, al calzado le siguen los textiles y la bisutería. Los datos recabados señalan también un indicador relacionado con el carácter utilitario de gran parte de las ofertas.
Una de las causas, de seguro tiene su base en aquello de que los zapatos “artesanales” son eternos. Por pura experiencia afirmo que no lo son. Las suelas prefabricadas, los moldes seriados, las máquinas de ensamblar y hasta el pegamento al que los zapateros tienen acceso son tan industriales como los de una fábrica Addidas con manufactureros chinos.
Esto no quiere decir que los zapatos “de feria” sigan teniendo la calidad de hace algunos años atrás, pero cuando se piensa en algunos factores que deciden estas compras (apariencia, acabado, durabilidad, precio, etc.) siguen siendo la mejor opción de las mayorías a la hora de invertir. Además, no existe una industria cubana de zapatos, carteras, cintos o billeteras que satisfaga totalmente la necesidad de los cubanos por estos productos de modo tan eficiente como los artesanos lo hacen desde sus pequeños talleres.
Este aspecto tiene que ver con la importación y costo de la materia prima que necesita el artesano para producir. Por lo tanto, está relacionado con la entidad que se encarga de gestionar el abastecimiento y comercializar el trabajo de los miembros de la Asociación Nacional de Artesanos y Artistas (ACAA) y otros casos legitimados por el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC). En cada precio hay tres fracciones fundamentales: una es el 30 por ciento que recauda el Fondo como impuesto por su gestión, otra es el costo de los materiales utilizados y otra la ganancia del artesano. En esta tercera porción se incluye el esfuerzo, la creatividad y el tiempo del creador invertido en la producción del objeto. Por supuesto, mientras más costosas son las materias primas, mayores serán los precios finales.
Muchos de estos artesanos han optado por la sustitución de materiales en pos de mantener precios asequibles. Alberto Moisés, reconocido talabartero y fundador de Arte en la Rampa, ha escogido una línea de bolsos y carteras que privilegian el uso de telas y lonas por encima de la piel; Papo Guevara, hijo del primer ceramista graduado en la antigua Unión Soviética, mantiene su filosofía de precios bajos a pesar de que tanto los impuestos como los reactivos químicos con los que se obtienen los colores de sus tazas y jarras se elevaron a partir de los años noventa, y por ende su ganancia es menor; Juan Carlos Milián, el artesano que mejores ventas de bisutería reportó este año, basa su trabajo en la alambrería y piedras semi preciosas, más que en la alpaca o la plata, y se enfoca por ello en la calidad y originalidad de los diseños de piezas que oscilan entre los 50 centavos y los tres pesos convertibles.
Las alternativas de materiales coinciden en que casi todas pueden conseguirse en la Isla, pues el proceso de compra en otros países a través del FCBC tiene sus propios tiempos, disponibilidades y precios. Como empresa con permiso de importación, el FCBC también realiza este servicio para otras empresas del Ministerio de Cultura. Dispone de un presupuesto para este fin que cada año es aprobado en dicho ministerio y luego en el Ministerio de Economía y Planificación. Así que si este monto anual se agota, como ha sucedido, no sabría explicar cuál es el procedimiento para llevar a cabo la compra, o si existe uno más allá de esperar al próximo año.
De hecho, la dificultad de adquisición de las materias primas y otros suministros mayoristas que garantizan compromisos productivos, junto a la lentitud con la que se han aplicado nuevas alternativas económicas y organizativas en el sector artístico y cultural, y la formación de grupos creativos o la contratación de ayudantes en los talleres, quedaron registradas como las inquietudes fundamentales de los artesanos en el último Consejo Nacional de la ACAA, realizado el pasado mes de julio. Estas preocupaciones ponen al FCBC en el centro de los debates sobre lo prescindible de sus funciones como intermediario.
El hecho de no tener un mercado mayorista organizado acorde a los cambios que se producen en el sector económico en Cuba supone trabas para el pleno desenvolvimiento de las actividades por cuenta propia y para el de las propias empresas. Por una parte, los nuevos cooperativistas o actores individuales que se desempeñan en el sector de la producción de bienes y servicios se ven obligados a gestionar los suministros en tiendas minoristas, sin los beneficios de las compras al por mayor, y en muchas ocasiones acaparan una buena cantidad de productos de alta demanda en el sector doméstico, lo cual desemboca en el desabastecimiento.
Por otra parte, muchas empresas están imposibilitadas de planificar sus propias importaciones, pues se realizan a través de una sola entidad (según el tipo de producto), la cual proyecta cantidades y tiempos de manera general, sin analizar los detalles del proceso productivo específico de cada una de esas instituciones.
Por encima de todas las complicaciones, una buena parte de los artesanos confía en la perdurabilidad del FCBC en tanto entidad que los representa legal y económicamente. “La ACAA es más cultural; no tiene la autoridad necesaria, por llamarle de alguna manera, para defendernos en cualquier tipo de situación. El Fondo sí la tiene. Además, hasta hoy ha sido la institución mediante la cual se gestiona la venta de nuestros materiales, y la variante de comprarlos personalmente en otro país, es solo eso, una variante, pues no significa la solución definitiva del problema de abastecimiento de materias primas”, afirmó Alberto Moisés.
Según declaraciones de su Director General, Jorge Alfonso García, recogidas en la clausura del evento teórico de la Feria Internacional de Artesanía (FIART) 2013, el Fondo, así como las empresas de la cultura en general, tiene la misión “de medir su desempeño por los resultados económicos. Deben hacerlo a partir de sus valores simbólicos, ya que generan empleos y al mismo tiempo canalizan la creatividad y realzan las concepciones de nacionalidad”.
Algunos de los artesanos opinan que estas concepciones sobre nacionalidad, identidad e idiosincrasia, expresadas en ferias como Arte en la Rampa y también en FIART, se han visto distorsionadas por diversos factores, entre los que sobresale la presencia en los stands de productos industriales o semi industriales, fabricados en serie y comprados en lotes por un mínimo costo, lo cual permite venderlos por un precio mucho menor de lo habitual.
“Hay mucha bisutería hecha fuera del país en esta feria: puede ser china, mexicana, etc. Pero a esas cosas el tiempo les pasará la cuenta. Cuando haya otro mercado, no solo el cubano, buscando artesanía nacional, muchos se las van a ver ‘apretado'”, expresó Juan Carlos Milián, artesano que ha tenido la oportunidad de participar en Arte en la Rampa desde sus primeras ediciones vendiendo en vivo con un stand solo para su bisutería.
Para otros, como Alberto Moisés, esa “invasión” de productos no artesanales representa una competencia deshonesta. Por eso estoy completamente en contra”, explicó.
Sucede también que la artesanía tradicional cubana no figura entre las más vendidas en Arte en la Rampa. “Aquí el público prefiere que los creadores se acerquen más a otras tendencias internacionales, reclama una artesanía que se parezca más a la que se hace en otros lugares del mundo”, señala Manuel Fonte, ganador, junto a su hermano, de un Premio UNESCO en 2003 por reflejar en su cerámica los valores de la arquitectura cubana.
En su trabajo, según sus palabras, hay mucha influencia de productos culturales que se consumen en Cuba, sobre todo audiovisuales, que marcan modas y gustos en las personas. “Nuestro trabajo pudiera perfectamente no ser cubano, pudiera ser hecho en otro país. Y eso es beneficioso también, porque suple la necesidad de un producto que luego no hay que importar, ya que lo hacemos nosotros. Los cubanos ya no compran la guayabera y el sombrero de guano, por ejemplo. Les interesa otro tipo de producto”, insiste Fonte.
Es cierto que las artesanías cubanas han dejado de parecerse un poco a Cuba, o puede ser Cuba la que ya no luce del mismo modo. No solo las ferias son cada vez más comerciales y menos expositivas, sino que, en cierto modo, el país está viviendo de esa manera.
Por: Rachel D. Rojas
Foto: Víctor Junco