La mañana de este martes parecía la de un día cualquiera en La Habana. Un día más en La Habana más reciente, sacudida aún por la tragedia del hotel Saratoga y golpeada por otros dolores más silenciosos y cotidianos, por el peso fatal de crisis y carencias que todos intentan capear con más o menos suerte, con más o menos dignidad.
La gente se arremolina por las calles, a paso lento o apresurado, con el nasobuco mejor o peor puesto ―salvo no pocos turistas, impunes e impúdicos ante las medidas sanitarias todavía vigentes en la Isla por la pandemia―, en colas y proyectos de colas, en guaguas y paradas de guaguas, en el trasiego laboral y “la lucha” de todos los días, en apariencia al margen, o al menos desentendidos en ese instante, de las nuevas leyes aprobadas por la Asamblea Nacional y también de los cambios en la política de Estados Unidos hacia Cuba informados este lunes por la Administración Biden.
“¿Qué los americanos hicieron qué?”, me pregunta un hombre al que inquiero sobre este último tema en una atestada parada de ómnibus en el parque El Curita, ajeno todavía a la anunciada reanudación del programa de Reunificación Familiar, la eliminación del límite de las remesas y la autorización a los vuelos fuera de La Habana desde aeropuertos estadounidenses, entre otras medidas comunicadas por el Departamento de Estado “para aumentar el apoyo al pueblo cubano” en línea con sus conocidos “intereses de seguridad nacional”.
“Ah, sí, algo de eso oí ayer ―me dice otro, al que abordo cerca del primero―, pero la verdad es que no le presté mucha atención al noticiero. Estaba enredado con otras cosas, usted sabe… Pero por lo que escuché, parece algo bueno, ¿no?”
Esa es, después de varios intentos de diálogo, la impresión general que me transmiten los que acceden brevemente a responderme, gentiles o incómodos ante mi solicitud, atentos a la llegada de una guagua, una “gacela” o cualquier otro medio de transporte que los saque de allí, o quienes en plena mañana transitan, más o menos apurados, por los alrededores del céntrico parque habanero y sus calles aledañas: lo informado este lunes por el gobierno estadounidense es, al fin y al cabo, “algo bueno”.
Algunos prácticamente se enteran por mí, cuando les comento los aspectos generales de lo anunciado en busca de una posible valoración, pero otros ya han tenido la oportunidad de “saber mejor” de qué va la cosa, y hasta han buscado en internet, como Carlos, “para que nadie me haga un cuento”. Para él, que va camino de su trabajo, los cambios del gobierno de Biden están en sintonía con lo que el mandatario demócrata había prometido durante su campaña electoral, y resultan, sin dudas, “un alivio” en medio de la difícil situación económica que atraviesa la Isla.
“Si pueden entrar más remesas, aumentan los vuelos desde Estados Unidos y empiezan a venir personas de allá en grupos de intercambio, eso va a ser bueno para muchos cubanos que van a poder mejorar y, en general, también debe serlo para todo el país ―argumenta el joven―. Es verdad que no todo el mundo recibe dinero ni tiene negocios que pueden favorecerse con esas medidas, pero creo que muchas personas podrían beneficiarse de una forma u otra, como pasó cuando la época de Obama”.
Así piensa también Osmany, que espera con su bicitaxi en las inmediaciones del cercano Parque de la Fraternidad por algún cliente que necesite de sus servicios. “Si entra más dinero y más gente desde Estados Unidos, debe haber más movimiento, más negocios ―reflexiona con la sapiencia “de la calle”―. Incluso el dólar podría empezar a bajar, o, por lo menos, dejar de subir ―este propio martes el cambio informal estaba alrededor de 115 pesos cubanos (CUP) por dólar― que al paso que vamos nadie sabe hasta dónde puede llegar. Pero para eso el gobierno tiene que poner de su parte y empezar a aceptarlo de nuevo en el banco, en las cuentas en MLC, porque si no todos esos dólares se van a ir como mismo entraron, para Panamá o Nicaragua”.
Rolando, por su parte, aunque valora que lo anunciado por Washington es “todavía muy poco” ―en la cuerda de lo dicho por el gobierno cubano sobre las medidas, a las que catalogó de “positivas, pero de alcance muy limitado”―, sí considera “importante”, junto al resto de los cambios, la intención estadounidense de brindar “apoyo” en temas como la conectividad y la capacitación a empresarios y negocios privados, cuyo papel considera “cada vez más fundamental” en el escenario económico de la Isla. Y aunque reconoce que en lo anunciado puede haber “segundas intenciones”, dice que es “necesario” evaluar “sin miedo” las propuestas y “sacar el mayor provecho posible”.
Este contador jubilado, que se dedica a asesorar a trabajadores por cuenta propia, asegura que en Cuba “no podemos ser ingenuos con las ayudas de los norteamericanos, pero tampoco cerrarnos a todo lo que venga de allá, solo porque sea de Estados Unidos”. “Cuando Obama se abrieron muchas oportunidades que aquí no supimos aprovechar del todo, por recelo y creo que también por inexperiencia, y luego vino Trump y lo pudo echar todo para atrás de un plumazo. Si se hubieran amarrado mejor algunas cosas, sin ceder por ello en lo político, otro gallo hubiera cantado. Ahora hay que ver qué puede pasar a partir de ahora”, estima con pragmatismo.
Con visa y sin visa
María del Carmen, que trabaja en una oficina cercana de la que salió “un momento a una gestión”, piensa que lo mejor de los anuncios es “que mucha gente que lleva años esperando por la reunificación familiar va a poder finalmente estar con sus seres queridos”. “No es fácil pasarse tanto tiempo esperando”, dice y me cuenta que una amiga suya, que como tantos cubanos ha tenido su vida en suspenso desde que fueron detenidos esos trámites, la llamó “contentísima” la noche anterior, después de hablar con sus familiares que “están allá afuera”. “Y como ella debe haber muchísima gente, y yo que no tengo a nadie que me pueda reclamar”, se lamenta con cierta picardía.
Irene, que estudia Medicina y a quien encuentro de uniforme por la calle Reina, también considera que el restablecimiento por el gobierno estadounidense del Programa Cubano de Libertad Condicional para la Reunificación Familiar (CFRP) es la “mejor noticia” para muchos cubanos “de aquí y de allá”, porque “van a poder cumplir su sueño” de reunirse en familia, al tiempo que también celebra que se aumente el procesamiento de visas de inmigrantes en La Habana, reiniciado de manera limitada este 3 de mayo, tras su suspensión debido a los misteriosos incidentes de salud reportados por diplomáticos norteamericanos, que un principio fueron catalogados como “ataques” y cuya causa no ha podido todavía ser precisada.
En opinión de la joven, que Estados Unidos permita la entrada de un mayor número de cubanos por vía legal y que el procesamiento de los visados en la capital cubana vaya restableciéndose “aunque sea poco a poco”, puede ayudar a que “se vaya menos gente”. No obstante, es consciente de que este hecho, por sí solo, no detendrá la sangría de los últimos seis meses, en los que son ya más de 100 mil los cubanos que han entrado a territorio estadounidense. Entre ellos, me dice, se encuentran unos tíos y primos suyos, que “se fueron juntos en abril y ya llegaron”, mientras que unos compañeros de la carrera que semanas atrás volaron a Nicaragua “todavía están en eso, creo que andan por México ahora”.
Cuba-Estados Unidos: ¿Regresará la diplomacia de la mano del tema migratorio?
Con ella coincide un vendedor ambulante que prefiere no decirme su nombre y que, sin embargo, me confiesa sin tapujos que está reuniendo su “dinerito” para irse de Cuba “en cuanto tenga un chance”. El hombre, que descansa a la sombra con su mercancía a pocas cuadras del siniestrado hotel Saratoga, me explica que “por más visas que den los americanos” muchos cubanos van a seguir marchándose irregularmente porque “no ven cómo pueden echar pa’lante en este país”, “cómo prosperar”, y porque tampoco poseen una vía legal para radicarse fuera de la Isla y, en particular, en Estados Unidos.
“Yo me alegro de que le tiren ese salve (les den visa) a todos los que puedan, que los que están esperando hace pila de tiempo puedan irse, pero mucha gente no tienen cómo salir legalmente para allá, ni quieren quedarse a esperar a ver si esto (Cuba) mejora ―señala―, así que cómprame algo para que me ayudes, a ver si este año puedo pasar Christmas del otro lado, brother. ¿Viste cómo tengo el inglés?”
Cerca de allí, en una nutrida cola para comprar pollo, una mulata fornida corta rápido mi tentativa de diálogo y me devuelve de golpe a la realidad de muchos otros cubanos. “Ay, niño ―me dice sincera y socarrona―, desmaya la preguntadera que aquí la gente no está para eso ahora. Todo eso de los cambios de Estados Unidos, lo de las remesas y las visas, suena muy bonito, pero ahora mismo la candela de los que estamos aquí es otra. Cuando compre el pollo, lo cocine y me lo coma, entonces ya veré cómo me puede servir todo eso, si es que me sirve. De momento, el cuartico está igualito.”
Muy buen artículo, fiel reflejo del sentir de muchos, triste que las alegrías y esperanzas provengan solo de noticias desde el exterior.. Pero bueno, el camino más largo empieza por el primer paso
Todo lo que sea,bueno para el país ,de Cuba será bienvenido en estos momentos ,donde el cubano pasa por los peores momentos de la existencia del cubano de a pie
Sí, buenísimo artículo, muy realista, y muy “de la calle”, y muy muy gracioso, escribe realmente como hablan y piensan los cubanos de a pie. Me imaginaba viendo hablar al vendedor y a la señora de la cola.
Muy bueno el artículo la verdad,es nuestra triste realidad.
Ese conductor de bici taxi no lleva la camiseta por los motivos q dicen, yo lo conozco y el tiene esa camiseta hace alrededor de 2 o 3 años y casi siempre esta trabajado con ella jjjj