En enero de 1959 conocidos fotógrafos estadounidenses como Burt Glinn, Grey Villet, Andrew Saint George, Joe Scherschel y Lee Lockwood llegaron a Cuba para documentar los tumultuosos primeros días de la Revolución.
Desde hacía años la prensa estadounidense seguía de cerca los acontecimientos en la isla. Por ejemplo, entre 1957 y 1963 la revista Life publicó más de cincuenta fotorreportajes dedicados a Cuba, desde aspectos de la vida social, económica y cultural hasta perfiles de figuras políticas como Fulgencio Batista y Fidel Castro. Temas asociados al triunfo de los barbudos ocuparon una parte significativa de las ediciones de la famosa revista en los meses de enero, mayo, julio, agosto y noviembre.
Life revolucionó los medios de comunicación de su época con portadas de gran impacto. Gracias a eso influyó en la percepción de noticias y personalidades. Después de la Segunda Guerra Mundial, sus portadas se convirtieron en símbolos de relevancia social y reconocimiento. La revista, fundada en 1883, tenía una edición principal en Estados Unidos, una secundaria en español para Latinoamérica y Life International para el mercado europeo.
Ante la relevancia del triunfo de la Revolución, varios fotoperiodistas extranjeros llegaron a La Habana por iniciativa propia, confiados en que encontrarían compradores para las fotos que harían. Estaban seguros de que no faltarían publicaciones en el mundo interesadas en el material. Y no se equivocaron.
En la noche del 31 de diciembre de 1958 Burt Glinn, fotógrafo de la prestigiosa agencia Magnum, estaba celebrando con amigos de The New York Times cuando se enteraron de que el dictador Fulgencio Batista había huido de Cuba.
Glinn rápidamente reunió algo de dinero entre los presentes, buscó su equipo fotográfico, algo de ropa y tomó el primer vuelo disponible destino Miami. Al no encontrar en el momento vuelos directos a La Habana, contactó a un piloto que volaba frecuentemente a la isla en un pequeño avión. A la mañana siguiente, Glinn estaba en la capital cubana, documentando el primero de enero de 1959.
De aquellos días, una foto lo muestra con sus cámaras al cuello y levantando un fusil. Fue tomada por su colega sudafricano Grey Villet. En otra instantánea, Glinn fotografió a Villet posando con un fusil en el mismo escenario.
En marzo de 1957 Villet había sido enviado a Cuba por Life para hacer un reportaje sobre Batista. Durante su estancia, coincidió con las acciones del 13 de marzo, cuando el Directorio Revolucionario asaltó el Palacio Presidencial y ocupó Radio Reloj. Villet logró capturar imágenes de la cabina de la radio con varios impactos de bala en el vidrio.
Tanto Burt Glinn como Grey Villet capturaron la euforia de las calles llenas de gente. También algunos altercados y tiroteos en plena ciudad. Fotografiaron a personas comunes y a los líderes del nuevo poder. Viajaron hasta Santa Clara, donde encontraron la Caravana de la Libertad liderada por Fidel Castro. Documentaron su discurso en el parque Vidal y continuaron con la comitiva hasta su entrada a la capital.
El 19 de enero de 1959 Life dedica su portada a todo color a Fidel Castro durante el discurso en Santa Clara. En el interior, un extenso reportaje fotográfico de cinco páginas documenta los primeros días de Cuba revolucionaria, con imágenes capturadas por Andrew Saint George, Grey Villet, Joe Scherschel y Burt Glinn.
De todos los registros legados por los fotoperiodistas extranjeros, quizá el más agudo, completo, honesto, imparcial y versátil sea el realizado por Lee Lockwood, joven fotógrafo estadounidense que viajó desde Estados Unidos a La Habana en la víspera de Año Nuevo de 1958.
Al llegar a la isla, Lockwood se enteró de que el Ejército Rebelde con Fidel al frente viajaba desde Santiago de Cuba hasta La Habana. Alquiló un automóvil y condujo durante días, deteniéndose en cada pequeño pueblo hasta que, en Ciego de Ávila, encontró a la caravana, y la siguió durante el trayecto hacia occidente.
Fascinado por lo que ocurría en el país, su gente y el carisma de los líderes, en los años siguientes, Lee viajó a Cuba una docena de veces.
En mayo de 1965 pasó 14 semanas recorriendo el país, durante las cuales realizó una entrevista a Fidel que se extendió por siete días. Ambos estuvieron alojados en una casa en la Isla de Pinos.
En octubre de ese año, fue encomendado por Life para cubrir el éxodo de cubanos por Camarioca.
En 1967, Lee publicó un libro titulado Castro’s Cuba, Cuba’s Fidel (La Cuba de Castro, el Fidel de Cuba), en el que incluyó la entrevista, anotaciones y fotografías en blanco y negro de sus viajes a Cuba. No era un libro de fotografías; las imágenes acompañaban al texto de forma secundaria. En el prólogo, escribió:
En mi labor de reportero gráfico, viajé varias veces a Cuba entre 1959 y 1960. Después se produjo la invasión de Bahía de Cochinos y pasaron tres años hasta que pude regresar a la isla, cuando Castro abrió las puertas a la prensa estadounidense durante un breve periodo en 1964, con motivo de la conmemoración del 26 de Julio. Casi al instante, me quedé asombrado ante las evidentes discrepancias que existían entre las historias y creencias populares acerca de Cuba que se oían en Estados Unidos y lo que en realidad vi.
En 2016 la editorial Taschen decidió publicar con ediciones en inglés y en español La Cuba de Fidel: La mirada de un reportero estadounidense en la isla, un volumen de 368 páginas; —esta vez sí— un libro de fotografías.
Entre el despliegue de cientos de fotos tomadas por Lee durante sus periplos por Cuba, se publicaron por primera vez las instantáneas a color. Además de las imágenes, el libro cuenta con un prólogo y un epílogo de Saul Landau, e incluye la mencionada entrevista a Fidel y las notas del viaje del fotorreportero.
Hay cientos de imágenes memorables, pero me referiré a una en particular, la que abre el libro: es la entrada de Camilo Cienfuegos al frente de la caballería campesina que partió de Yaguajay y llegó a La Habana el 26 de julio de 1959.
La escena es conocida por las fotografías de los cubanos Perfecto Romero y Raúl Corrales, cuya instantánea se convirtió en una de las imágenes icónicas en el ámbito de las artes plásticas cubanas.
Por su parte, la foto de Lee sobresale, entre otros atributos, por ser en colores, algo poco común para la época debido al complejo sistema de revelado de los rollos a color. Además, la imagen presenta una composición impecable en la que los personajes se despliegan en todo su esplendor triunfal.
Las fotos de Fidel, poco conocidas, no son tomadas desde un plano contrapicado, típico de protagonista elevado a un pedestal, como solió retratársele en décadas posteriores. Se le ve desenfadado y natural.
Gracias a las notas de Lee en el libro nos enteramos de que en Cuba trabó una fuerte amistad con el cubano Alberto Díaz Korda. Se fotografiaron mutuamente. En anotaciones de Lee durante un viaje al Uvero, puede leerse:
(…) Korda está profundamente dormido. Lo observo con afecto. Es el amigo más antiguo que tengo en Cuba. Lo conocí en 1959, en La Habana, cuando ambos cubríamos como fotógrafos la primera celebración masiva del 26 de Julio, la festividad nacional de la Cuba revolucionaria. En aquel momento, los estadounidenses aún estaban de moda en Cuba. A pesar de la hostilidad política que ha surgido desde entonces entre nuestros países, hemos llegado a ser buenos amigos. Estoy orgulloso de ello y sé que él también lo está.
El archivo sobre Cuba de Lee Lockwood muestra imágenes fascinantes y poco vistas. Están enfocadas con el mismo grado de profesionalidad los líderes, la gente en la calle, un par de jóvenes que posan fumando con un disco de Los Beatles, un trabajador portuario que mira seriamente a la cámara… Incluye a la población rural, como niños de la Sierra Maestra; y a intelectuales y artistas como Edmundo Desnoes, Antonia Eiriz y Joseíto Fernandez, autor de la famosa Guantanamera.
Su constancia gráfica de la primera salida de cubanos hacia Estados Unidos por mar, conocida como el éxodo de Camarioca, es extraordinaria y conmovedora. Entre el 28 de septiembre y el 15 de noviembre de 1965 cerca de 3 mil cubanos partieron desde ese puerto de Matanzas hasta la Florida. En sus notas, el estadounidense escribe:
Las escenas de reencuentro a las que asistí en Camarioca transmitían una combinación de dolor y alegría tan desgarradora que los que éramos ajenos a ellas sentíamos remordimientos por estar mirando, por no hablar de hacer fotografías. Cuando las familias cubanas se separan, no se limitan a echarse de menos; realmente les consume el deseo de reunirse.
Vi muchas de ellas que llevaban cuatro, cinco y seis años separadas: padres que habían vuelto a por sus hijos, a los que habían dejado cuando eran bebés, y ahora se encontraban con unos mozalbetes espigados; hijos que regresaban a por sus padres, ya mayores, a quienes no esperaban volver a ver en su vida. Lo que resultaba más conmovedor era saber que la mayoría de las familias seguirían divididas, ya que entre ellas se contaban muchos hermanos, hermanas, padres o hijos que, por una u otra razón, prefirieron quedarse en Cuba, pero que habían venido a aprovechar la inesperada ocasión para decirles hola y adiós.
En la diversidad de miradas fotográficas de los días iniciales del triunfo revolucionario en 1959, las imágenes captadas por destacados fotoperiodistas estadounidenses como Burt Glinn, Grey Villet y Lee Lockwood, entre otros, sobresalen como testimonio vívido de un momento trascendental. No sólo documentaron los acontecimientos históricos, sino que además capturaron la esencia de un cambio que resonaba más allá de las fronteras cubanas. Estas fotografías poco conocidas son un legado visual invaluable, una ventana única hacia aquellos históricos días en los que Cuba estaba en las calles y el mundo tenía los ojos puestos en Cuba.