La historia de Edgar Sanfeliz-Botta parece un cuento de hadas. O un argumento nacido de la entrenada imaginación de guionistas de Hollywood. Un buen día, mientras cantaba Once upon a dream, el conocido tema de la película La bella durmiente de Disney, lo escuchó la persona que cambiaría su vida. Edgar trabajaba en un McDonald’s de Miami y hasta allí había ido Roberta David a comprar una ensalada César.
Roberta, directora profesional de coros, supo de inmediato el diamante que había encontrado tras la ventanilla de aquel lugar. “¿Eras tú?”, le preguntó apurada por los autos que seguían al suyo en la fila. Y Edgar, entre turbado y sorprendido, le dijo que sí.
La anciana confirmó que el joven de delantal rojo era cantante, contratenor por más señas, y decidió hacer todo lo posible por encauzarlo.
Lo que pasó después ha sido trending para la comunidad cubana de Miami y para la prensa, al punto de dar a Edgar una celebridad que lo tomó desprevenido. Pero él le resta importancia a los fuegos fatuos de la fama y prefiere agradecer la suerte de haber encontrado a Roberta en su camino.
“Ella ha sido alguien muy especial para mí, es mi abuela americana, dice con gratitud. Tras conocerla mi vida cambió para bien. Me tomó bajo sus alas y me dio el empujón que tanto necesitaba. Aunque ya estaba retirada como músico, sabía de los mejores programas de estudio en Miami y se dedicó a introducirme en el mundo cultural de la ciudad. También me ayudó con el inglés y prácticamente se convirtió en un miembro más de mi familia”, contó Edgar en entrevista con OnCuba.
Roberta volvió al McDonald’s una y otra vez, le dejó recados y tarjetas hasta lograr que Edgar la llamara en la navidad de 2013. Sus lazos se estrecharon desde entonces.
Por intermedio de su benefactora, el joven cantante aplicó al programa de música de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) que le otorgaría una beca para comenzar sus estudios en agosto de 2014. Su graduación tres cursos después lo convertiría en noticia.
“Ese programa me proporcionó la mejor educación musical que me hubiera imaginado, asegura. El mundo de posibilidades que me abrió FIU es invaluable, desde el aprendizaje hasta los recursos, partituras, libros, conciertos. Pude perfeccionar mi técnica como cantante y organista, ganar en conocimientos para poder abrirme camino en el futuro. Además, me otorgó un título estadounidense, algo muy importante para trabajar en este país, porque cuando me fui de Cuba no pude llevarme nada, tuve que empezar de cero.”
Edgar salió de su Santiago de Cuba natal en diciembre de 2012. Allí había tenido una importante formación musical y había acumulado una experiencia que agradece.
“Le debo mucho a mi etapa en Cuba porque tuve muy buenos maestros. Estudiar en Santiago me dio las bases, las herramientas, para luego poderme superar y perfeccionar como artista aquí en los Estados Unidos.”
Edgar estudió dirección coral en el Conservatorio Esteban Salas de Santiago de Cuba y cantó con las principales agrupaciones corales de la ciudad. Luego de graduarse en 2009 formó parte del prestigioso Orfeón Santiago, con el que participó en diferentes festivales.
Además, aprendió a tocar el órgano autodidactamente y ejecutó el instrumento con la Orquesta Sinfónica de Oriente dirigido por maestros como Enrique Pérez Mesa, Guido López-Gavilán y Daria Abreu. También fue el organista de la Iglesia de Santa Lucía, a la que llama su “querida parroquia” y en la que recuerda siempre al sacerdote y músico Jorge Catasús. Incluso llegó a actuar para el Papa Benedicto XVI durante la visita del Sumo Pontífice a Cuba en 2012, y también para el presidente cubano Raúl Castro.
“Cuando iba a Santiago, Raúl me mandaba a buscar para que tocase el órgano. Desde la primera vez que me escuchó quedó encantado. También Frank País tocaba el órgano, ahí estaba la conexión”, supone Edgar.
“Salí de Cuba para tener una mejor carrera musical, pero cuando llegué a Miami todo cambió porque no conocía a nadie ni sabía a dónde ir. Como vine solo, me fue muy difícil en los primeros tiempos. Descubrir una nueva cultura con nuevas costumbres, estar en un lugar completamente desconocido y con un idioma que no entendía, hizo muy dura mi estancia en el país”, recuerda.
Pero no se amilanó. Procuró mejorar su inglés y comenzó a buscar trabajo, hasta que entró en el McDonald’s donde sería descubierto meses más tarde. Aunque muchos le dijeron que se olvidara de la música, él insistió en cantar al menos detrás del mostrador. Gracias a eso, Roberta David lo encontró el día que fue a comprar una ensalada César.
Mientras estudiaba en FIU, Sanfeliz-Botta trabajó como profesor de canto en una academia de música y como organista y cantante en diferentes Iglesias. También hizo conciertos y recitales, y, con el dinero reunido, pudo llevar a su familia a los Estados Unidos.
Mark Rosenberg, presidente de FIU, dijo que con Edgar su universidad había ganado “la lotería musical”. Su profesora de canto, Kathleen Wilson, se arriesgó a predecir “que va a tener una carrera internacional”.
Con tales augurios y apenas 27 años, Sanfeliz-Botta mira al futuro con optimismo. Pero el éxito, sabe, dependerá no solo de su talento sino también de su empeño en seguir desarrollando su técnica.
“Mis planes son seguir cantando y tocando el órgano, como lo he hecho en estos años, asegura. Sé que ahora voy a tener muchas más oportunidades y pienso seguir superándome, hacer un master y un doctorado. Quiero hacer conciertos y óperas, pero también enseñar y terminar mis estudios.”
Edgar no ha vuelto a Cuba desde que se fue y no sabe si volvería a cantar en su país. “Quizás en Santiago”, conjetura. “Extraño a mis amigos, mi parroquia, mi gente, mi ciudad, pero también hay muchas cosas que me alejan. Cuando salí tuve que renunciar a todo, me hicieron sentir como si estuviera haciendo algo mal, y me pregunto: ¿qué hay de malo con viajar, con buscar nuevos horizontes? Volver a mi país es algo que se lo reservo al destino”.
Le perdí la pista durante varios años. Lo imaginaba aún estudiando canto lírico en la filial holguinera del ISA. Estuve presente en lo que debe haber sido su debut como instrumentista, en un concierto de órgano en la Sala Dolores hace ya varios años. Una voz extraordinaria. Simplemente prodigiosa. Y es a su manera discípulo del padre Jorge Catasús, toda una institución viviente de la música cubana, sin adjetivos de ningún tipo. Mis felicitaciones para Edgar Sanfeliz Botta. Un talento floreciente. Ojalá que le vaya bonito. Se lo merece. Por tanto esfuerzo y dedicación una vez que la buena fortuna, la suerte, le sonrió.
Nada, que hay quien nace con una estrella en la frente y otros con un guisaso en el c… este tuvo la suerte de entrar en el primer grupo. ¿Cuántos mas, tan buenos como él, no tuvieron ni tendrán la misma suerte de que llegue la persona indicada a ponerle buena la vida?
Dios le dio el don del canto. Excelente persona con mucho para dar.Dios siga derramando bendiciones sobre él y su hermosa familia. Alegrémonos por los logros de los amigos, ya ellos se alegrarán por los nuestros.
Si que regrese. Volver es destino…Muchos éxitos.
Felicitaciones al artista. Tiene tremendo merito por su voz tan rara y por haber conseguido en tan poco tiempo conseguir una carrera y un Titulo de graduado en una Universidad de Estados Unidos. Pero no entiendo porque el empeño de hacer una telenovela de su historia de llegada a ese país, cuando muchos conocen que si tuvo familiares y amigos que le tendieron la mano y por los que pudo comenzar en ese país, y que sus padre pudieron viajar por lo mismo que miles de familias cubanas lo han hecho, vendiendo sus propiedades. Nada, asi parece la historia tendria mas validez para la prensa. Suerte en todo el camino que le queda por recorrer.