A veces hay flores caídas entre los peldaños; otras marcas son diminutos fragmentos de piel y sangre, siempre están quienes venden las figuras artesanales y cuanto negocio gira alrededor de la sagrada imagen; pero cuando se está frente a Cachita, llega la paz, las lágrimas y los gritos silenciosos.
La escalinata del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre no parece inmensa a primera vista, pero realmente lo es cuando se sube rodilla en tierra, con un niño enfermo en brazos. La esperanza y el dolor multiplican cada escalón por mil.