¿Cuántas colas habré hecho en mi vida? ¿Cuánto tiempo habré dejado en ellas?
Si descorro la cortina, si viajo unos añitos atrás, me veo en la cola de la luz brillante (nadie decía queroseno o kerosene). Una cola alucinante, surrealista, donde la presencia física se combinaba con una desbordante imaginación. Una cola de luz brillante no era cosa de juego.
¡Ahí va Luisa!, te decían donde estaba el zapato viejo. ¡Eso es de Juan!, te advertían donde estaba la piedra. La gente marcaba como podía. En algún lugar de la casa ha de estar la lata y la manguera que se colgaba a mitad de la pared para que descendiera aquel líquido de olor tan fuerte y poder ablandar los frijoles.
¿Y la carnicería? ¡Déjamele algo al hueso, Pancho!, pedía una vecina al carnicero que cortaba el producto en un tocón. ¡Me estás llevando recio!, reclamaba el otro ante el drama de la pesa. Eterno drama, inacabable drama, drama de ayer y de hoy, siempre luchando las onzas. La gente peleaba porque había demasiado pellejo en la ¡carne de res!
El folclor se desataba.
Se inunda la memoria con aquellas colas para comprar refrescos. ¡Qué digo colas, verdaderas refriegas! Aquellas de botellas, veinticuatro botellas en cajas de madera o de plástico. Las estoy mirando. Todavía las latas no habían entrado en la popularidad por estos lares.
Ni hablar de las guaguas. Ya lo he dicho alguna vez. Ninjas y corsarios se unían a las personas que reclamaban a voz en cuello, agónicos y perseverantes: ¡Respeten la cola! Los carteristas y los frotadores, hacían su agosto ¿O el verbo debe ir en presente?
Si se trataba de rutas rumbo a las playas, era harina de otro costal. Fueron necesarias barreras metálicas, tubos, algo que contuviera las colas playeras, la tropa semidesnuda, el tumulto. Cuento la experiencia de un cubanito de a pie, naturalmente.
Cuando la cosa traspasaba las fronteras de la localidad, muchas veces había que rectificar la cola. Algunos vivían de eso, sacaron su filón. ¿Cuántos habrán vivido de esas colas? Se rectificaba la cantidad de veces que fuera necesario. Las doce de la noche, por ejemplo, era una de las horas favoritas. Y si faltabas, sorry, te quedabas…
No todo era negativo, visto con buena voluntad. En esas colas también podías hacer amistades, hasta lograr algo más. A través de los años, las colas han sido espacios de obligada socialización.
La cola de los juguetes. Qué manera de pegarse al cristal buscando el nombre en la lista… para ver si la suerte te había tocado, si por Dios habías alcanzado un número bajito. Unos juguetes los podías escoger tú, y otros te los asignaban de manera dirigida.
Recuerdo que deseaba una bicicleta, pero mi número era tan alto… que no había esperanza alguna. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi aparecer a mi madre con el ciclo soñado. Mi abrazo fue tan fuerte que le saqué el aire, que le saqué las lágrimas. Había desembolsado un dinero extra, una cifra que ahora sería risible, había convencido a alguien de la cola para que le cediera el tique mayor.
Esa bicicleta, con sus años y todo, la regalé hace un tiempo a un niño al que solo he visto arrastrar carritos de plástico de los que venden en cualquier catre. Me devolvió aquel abrazo que me sacó el aire, que me sacó lágrimas.
Recuerdo una cola para comprarme unos zapatos que quería estrenar el año nuevo. Todavía no sé cómo me hirieron en el párpado. Aquel adolescente que empezaba a presumir, se juró no hacer más colas. Una promesa que, claro, duró bien poco.
No he hablado de las colas para las hamburguesas en la crisis más terrible de los noventa que noblemente se dio en llamar “Período Especial”. Ni hablar. Muchas circunstancias han pasado, por suerte y por esfuerzo. Otras persisten, se aferran.
Y aparecen nuevas colas. Colas para turnos médicos, para comprar sellos, para los archivos, para las “cajitas” de la televisión, para las cocinas, para los bancos. Estos últimos tiene un infinito repertorio de pretextos para recortar sus horarios y recortar las colas. Y educadamente, te dan las gracias por las molestias que puedan ocasionar.
A fines de 2015, viví una cola para entrar al Yara, al Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, para ver El acompañante. Nutrida, pero rápida. Al fin, una cola estimulante.
Unas semanas atrás, sufrí una cola para sacar un nuevo carné de identidad. Nadie imagina como lo cuido. Nunca más va a parar a la lavadora. Tuve que dormir frente a la oficina, junto a personas envueltas en nylon, en sábanas, para resistir el sereno y los mosquitos. Luego vendrían los diferentes pasos del proceso. Fueron trece horas.
Porque siempre te aguarda una cola. En el recuerdo o en el presente. Cuando se trata de colas en nuestro archipiélago, nunca es suficiente. ¿Cómo serán las colas de “afuera”?
Una verdadera odisea,y que me dice del carro del helado,mas que una cola era un tumulto que requería cierta estrategia,pero lo peor era cuando se perdía la persona que estaba delante de ti o cuando estabas a punto de comprar y el bodeguero o el vendedor de luz brillante decia,es la una,voy almorsar.
Y te faltaron las colas de las posadas hasta para eso habia que hacer colas
¿Quién le habrá puesto nombre Cola?…Podría haber sido rabo o culebra o culebrón….Los cubanos de cualquier edad saben bien de este fenómeno social y de según la ciudad, así era más peculiar y folclórica….
Gracias por compartir éste trabajo me encantó una vez más porque la cola se ha quedado dentro de todos los cubanos como que forma parte ya hasta de nuestra historia e idiosincrasia es increíble pero muy cierto. Que me dices de las colas de la lista de espera en La Habana son increíbles también puedes vivir y experimentar muchas cosas al mismo tiempo.
Desde que tengo smartphone el tiempo de cola es fructífero… Leo algún artículo que me interese, veo algún vídeo informativo o musical, edito y envío esos correos que por falta de tiempo no envié antes, le dedico tiempo a configurar el Cell… El problema ahora es si la cola es en un lugar donde no hay donde conectar el cargador del celular… Eso limita el tiempo de uso de la pantalla a 4 horas, antes de que llegue al 20% de carga.
Las colas de “afuera”, al menos las pocas que conozco en Canadá son muy insípidas. La gente se para una detrás de la otra, cual soldaditos de plomo y a nadie se le ocurre colarse. Nadie conversa con nadie a menos que se conozcan, todos concentrados y enganchados a sus artilugios electrónicos de último modelo. Y si la temperatura exterior está por debajo de -20 grados como suele ser usual en invierno, y la cola es para subirse a una guagua a la salida de un metro, probablemente no te enteres nunca si el que iba delante de ti era un hombre, una mujer o un zombi.
Querido Reinado: Cada crónica, artículo, poema…, en fin, cada trabajo tuyo tiene el sello indiscutible de excelencia. Soy una de tus más fervientes admiradoras. Leyendo este trabajo tuyo, me remonté a mi adolescencia, y los días que pasaba haciendo las colas para comprar los juguetes asignados a mis hermanos. Hoy estoy en un hermoso país, lejos de mi adorada patria, y aunque parezca mentira, también he tenido y tengo que hacer filas por alguna que otra razón. Nada, que hacer la cola no es una acción privativa cubana. Un abrazo con todo mi cariño.
La reconstrucción afectiva de la historia nacional. Toda una tendencia del periodismo contemporáneo que muy pocos pueden enfrentar con objetividad y elegancia sin caer en la tentación de intentar pasarle factura al sistema político, aun con merecimiento. Todos las sufrimos. Algunos las gozamos hasta reír, que cada cual se divierte a su manera. Aunque no lo creas la postrera cola que hice en Cuba, si no contamos la de entrar al salón de última espera del Aeropuerto Internacional José Martí, fue la de sacar el carnet de identidad en la oficina de la calle Clarín en Santiago de Cuba. Una historia de terror como otra cualquiera. Gracias por las viñetas y el humor criollo, que siempre viene bien para desatar la alegría y el privilegio de ser cubanos, aunque estemos traumatizados. Un saludo hermano.
Bueno me ha tocado hacer la “cola” (así llamamos a las filas en méxico) para las tortillas infinidad de veces, las personas esperan a que cada tortilla (hecha a mano por una o dos personas máximo) lleguen a ser 10 o al menos 5 para poder ser vendidas, yo siempre me quejé porque al ser la mayor de tres hermanos, era mi destino “sacrificarme por la familia” jeje; pero en los recientes dos años años me ha tocado hacer fila a lo cubano gritar “el último” para cada guagua, para el pan, bueno hasta para comprar los timbres postales para escribir a casa, no he pasado muchos días seguidos en Cuba mi visita más larga fue de un mes, pero he pasado un cuarto de ese tiempo al menos, esperando en una fila y conversando de lo más ameno, he hecho incontables amigos y he recogido una cantidad enorme de historias. Gracias por este trabajo tan bueno que me ha hecho regresar a Cuba un momento al menos con el pensamiento.
“Time is money” “El tiempo es dinero” Es una ley de este mundo que nadie puede negar y en Cuba el tiempo parece “no valer”, si analizamos el tiempo que pierde un trabajador, que debería estar en su puesto de trabajo, haciendo una cola para obtener un producto que no puede adquirir en otro momento o lugar por la falta de oferta entonces claramente ahí está cumpliéndose la ley que les comento. El trabajador está ausente de su puesto por tanto el que le paga está perdiendo dinero pq está pagando a ese q en ves de estar trabajando está haciendo una cola, etc… Es tán sencillo! Pero ya les digo, en Cuba el tiempo para ser infinito y no valer nada… Quizás el día que se comience a apreciar más el tiempo el país comience a avanzar más.
Reinaldo, con esta artículo sacas lágimas y risas. Pero siguen las colas, hoy mismo, para comprar el cacareado módulo de hornilla, cafetera, calderón… Todavía tengo que cocinar con luz brillante, así que no tengo que recordar la manguera y la lata. Las veo a diario. ¡Ah!, las hamburguesas. Cuando mi hijo mayor estaba becado, era una odisea poder comprar algunas hamburguesas porque solo te vendían una y anotanaban el número de carné de identidad para que no repitieras la colaza. Sería interminable la cola de las colas…
Amigos «Uno vive en el tiempo, por lo tanto, cuando uno pieran tiempo pierde vida.» La vida es lo mas preciado y en mi vida he desperdiciado mucho tiempo que podia haber hecho muchas cosas. Aunque es cierto que puedes conversar y tal vez hacer amistades, pero tambien econdenaciones con los colados, los amigotes y lo peor despues de perder tu tiempo que se aparece un o una con una desfachatez tremenda como gozando para decirte ¡¡¡¡¡Se acabooooo¡¡¡¡¡¡ El que le quita la vida a alguien es un asesino y quien nos ha quitado tanto tiempo que sera. Por otra parte cuando era joven hacia la cola pensando que mis hijos tendrian un futuro mejor, valia la pena mi sacrificio. Paro mis bisnietos ya hacen la cola conmigo para comer un dulce o tomar un helado. Espero que sus hijos no tengan que hacer cola. ¿Que ustedes piensan?
Muchas gracias x este trabajo. Soy estudiante de periodismo y veo en su pluma un referente magistral.Por favor siga escribiendo, me hace bien leerle
en Puerto Rico los tramites en las agencias de gobierno son agobiantes, les llaman tramites burocraticos..Los ciudadanos nos molestamos por ello,,,pero no hay cola ara comprar, lo q sea, se consigue,,si hay cola para pagar..
Se pregunra Reinaldo en Oncuba:
¿Cuántas colas habré hecho en mi vida? ¿Cuánto tiempo habré dejado en ellas?
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Discutamos el problema de las colas de la carne.
?!COLAS!? exclamo el sistema capitalista.
?!CARNE!?, exclamo el sistema comunista
Je Je. Hace unos meses, una cubanita que tiene un blog dudaba de mi afirmacion de que en Canada
y en USA no se hacen colas. Al menos, mangui no las hace, Je Je. si exeptuamos naturalmente los embotellamientos en la Turnpike. (Una mudaza esta en proyecto ara evitarlos)
Si al entrar a un restaurante, estimo una espera de mas de 15 minutos, me largo.
Las dos unicas colas que me han mordido fueron una, para tramites de inmigracion,
Y otra, en el correo en epocas cercanas a las Navidades.
Una de mis pesadillas de la isla es que mi tiempo se malgastara miserablemente en colas, guardias de CDR y milicias, a las cuales debia asisir para consevar mi puesto.
En USA mi tiempo de trabajo suele extenderse muy, muy por encima de la jornada de 8 horas, Je Je. Normalmente me disparo 12, con frecuencia 14 y a veces hasta 16 horas, pero, como me las pagan, entono la cancion de Pichi, que popularizara Rocio Durcal, en Las Leandras: “Me dedico a la labor, no reniego el sacrificio. Je Je Je pa gastarmelo en mis vicios y lucir… como un sennor.
“Afuera” no son simpáticas… predomina el mal humor. Rico leerte Reinaldo.
En Cuba, todo tiene cola y eso afecta la calidad de vida. No sólo por escasez, el pago de la factura telefónica, una gestión en el banco, también llevan cola. El tiempo se desperdicia todos los días en las colas. Se debe tratar el tema de las colas en Cuba con prioridad para eliminarlas lo más posible y que dejen de ser parte del folklor de nuestro país. Por qué en una oficina de atención al público hay 20 trabajadores y sólo 2 funcionarios atienden al público?… Tiene que crear e cola… Etecsa es aventajado en dar servicio con supercolas…..
Cuba posiblemente es el país con más colas en el mundo. Debemos erradicar la cola y desterrar la de nuestras costumbres.