El coronavirus irrumpió en la realidad cubana hace casi seis meses. Desde entonces, cada provincia se ha visto confrontada con diversos escenarios, atravesados tanto por problemas estructurales de la situación socioeconómica cubana como por la evolución de la pandemia.
¿Cómo han ordenado la vida cotidiana de sus habitantes? Tras acercarse a la realidad de tres provincias en recuperación, OnCuba continúa el recorrido por La Habana y Ciego de Ávila, donde continúan las cifras de contagios y, con ellas, las alertas por una situación epidemiológica que ha trastocado la cotidianidad de sus habitantes.
La Habana: epicentro y cola de la COVID-19 en Cuba
La Habana ha sido la provincia cubana más afectada por el nuevo coronavirus. La prueba son las medidas extremas vigentes desde este primero de septiembre. Hasta el miércoles 2, sumaban 2497 los casos confirmados de la enfermedad, el 59,7 % del total de los contagios reportados en el país.
La principal ciudad de la Isla es, desde hace ya bastante tiempo, el epicentro y la cola de la epidemia en Cuba; es decir, el lugar donde se concentra el mayor número de contagios y en el que el Sars-Cov-2 se resiste a desaparecer.
La Habana tiene una tasa de incidencia de 116,9 por cada 100 000 habitantes. Tales cifras le otorgan un triste liderazgo entre todos los territorios cubanos, muchos de los cuales llevan más de tres meses sin registrar nuevos casos, por lo que se encuentran en la tercera fase de la recuperación post COVID-19.
Apenas logró a avanzar a la primera fase y ya a inicios de agosto debió regresar a la etapa epidémica e incrementar las medidas de prevención y control, como consecuencia de los rebrotes sufridos en solo un mes de desescalada.
La capital, con sus 2 000 000 de habitantes, mantenía abiertos varios eventos de transmisión local en seis de sus municipios: Habana del Este, Plaza de la Revolución, Playa, Arroyo Naranjo, La Lisa y Regla. Aunque algunos de sus territorios presenten una situación más complicada que otros, ninguno de los 15 municipios está totalmente libre de la enfermedad. En todos, el riesgo de infección sigue siendo elevado, según alertan las autoridades sanitarias capitalinas.
La amplia dispersión del Sars-Cov-2 en la capital suma como indicador explosivo la alta cifra de enfermos asintomáticos y menores de 40 años, responsables en buena medida de la propagación del coronavirus no solo en la capital, sino también más allá de sus fronteras, pues varios de los rebrotes registrados en el occidente y el centro de la Isla semanas atrás tuvieron como punto de origen la urbe capitalina. Ello obligó al gobierno habanero a reforzar las restricciones vigentes para el transporte estatal y privado entre la ciudad y el resto del país, situando puntos de control fronterizos, prohibiendo el traslado en medios colectivos y pesquisando a todos los viajeros, entre otras regulaciones, aunque se mantuvieron los viajes turísticos siempre que los vacacionistas muestren las reservas y el resultado negativo de test rápidos.
Dentro de la capital también se endurecieron las medidas tras el retorno a la fase de transmisión autóctona limitada, nomenclatura usada por el Ministerio de Salud Pública para nombrar el estadio actual de la etapa epidémica. La suspensión del transporte urbano ―que había vuelto al inicio de la desescalada, aunque con limitaciones en su capacidad―, el cierre de playas, piscinas, bares y otros lugares recreativos y de concentración de trabajadores por cuenta propia, así como el retorno de la venta de comida solo para llevar en cafeterías y restaurantes, se encuentran entre las disposiciones aplicadas inicialmente para restringir la movilidad y la aglomeración de personas.
Entre las medidas que entraron en vigor el primero de septiembre figura la prohibición de la movilidad entre las 7:00 p.m. y las 5:00 a.m., salvo para casos excepcionales y transportes autorizados, por su función. A diferencia de la mayoría de las provincias del país, las aulas habaneras no reabrieron sus puertas el primero de septiembre.
La Habana: prohíben la movilidad nocturna y anuncian nuevas medidas por la COVID-19
Las autoridades y especialistas han insistido una y otra vez en la importancia de salir de las casas solo a lo necesario, mantener el distanciamiento físico y evitar la interacción social ―a pesar de las inevitables colas―, usar correctamente el nasobuco o mascarilla, y desinfectar las manos y superficies para prevenir posibles contagios con el Sars-Cov-2.
También decidieron enfatizar en la calidad de las pesquisas activas en las comunidades y el cumplimiento de los protocolos dictados para los centros estatales y las instituciones médicas, en particular ante infecciones respiratorias y casos sospechosos de la COVID-19, debido a la detección de incumplimientos y violaciones de las normas, al relajamiento y la falta de exigencia por parte de directivos y personal sanitario. Además, se ampliaron las capacidades hospitalarias y en centros de aislamiento, por el incremento en el número de enfermos y sospechosos, y se retomó la desinfección de calles y otros espacios públicos en las zonas más complicadas de la ciudad.
De igual forma, se han multiplicado las acciones de control, con la aplicación de multas a los infractores de lo dispuesto e, incluso, la apertura de procesos legales por delitos como la propagación de epidemias.
Sin embargo, para muchos como Miguel, ello no es suficiente. Este jubilado del Cerro piensa que es necesario ir más allá de las advertencias y poner “mano dura” no solo con los reincidentes sino con todo el que incumpla con lo establecido. Así le dijo a OnCuba pocos días después del retroceso de La Habana a la fase epidémica, y así lo sigue creyendo todavía, semanas después, porque, en su criterio, “la gente no escarmienta”.
A Miguel le parece “inconcebible” que siga habiendo tantos habaneros en las calles, tantos autos transitando de un lugar a otro, y hasta pregoneros y vendedores ambulantes y personas sentadas en los parques y las esquinas. Dice que, con el paso de la tormenta tropical Laura, “la gente enseguida se trancó, pero ya de nuevo muchos andan por ahí como si nada. La verdad es que no entiendo”, remata.
El jubilado comprende que “es necesario salir para resolver, sobre todo la comida, que está difícil”. Él mismo lo hace cuando su hija no puede, “porque ella ha seguido trabajando con la pandemia”. Por eso se encarga de las compras cotidianas: del pan, el mercado, “de lo que llega [racionado] por la libreta” a la tienda y la carnicería. Incluso hace alguna que otra cola en las shopping, “que han mejorado algo con las medidas contra los coleros y los organizadores estatales que han puesto”.
“Pero eso es una cosa y otra bien distinta es andar zapateando por ahí, o yendo a fiestas y haciendo visitas”, asegura. “Yo mismo no sé desde cuándo no veo a mi hermana que vive ahí mismo en Centro Habana. Pudiera ir caminando y darle una vuelta, que mucho que me gustaría, pero eso sería muy irresponsable de mi parte. ¿Y si me contagio por allá, porque el virus está regado por dondequiera, o, peor, la contagio yo a ella? ―se pregunta―. Pero mucha gente parece que no se da cuenta de eso, o sencillamente no le importa. Le han perdido el miedo a la pandemia, y ahora con lo de la vacuna todavía más, y si el gobierno y la policía no son enérgicos, la COVID no se va a ir nunca de aquí”.
Ciego de Ávila: la ciudad de los portales (abarrotados)
Al inicio de la crisis del coronavirus, algunos municipios avileños fueron noticia nacional. Especialmente Florencia, donde un evento de transmisión local generó polémicas. Otro evento, el de Turiguanó, motivó una larga cuarentena de 73 días para ese municipio, la más larga de Cuba en esta crisis.
Luego de eso, la provincia logró más de tres meses sin contagios y llegó a la fase tres de la desescalada.
Hasta el rebrote. En los últimos siete días, en Ciego de Ávila se han detectado 15 casos positivos, dentro de un acumulado de 111 (tres personas fallecieron por la enfermedad).
A pesar de que este primero de septiembre reinició el curso escolar, la incertidumbre es un importante marcador de la cotidianidad avileña, dada la alta proporción de personas sospechosas y asintomáticas que se registra.
“Esa incertidumbre se mantendrá mientras no se logre conectar los casos índices de los cinco focos activos con una fuente de contagio demostrada”, sostiene el periódico Invasor. El medio local alerta que “los primeros enfermos de Venezuela (caso 97, 25 de agosto), Majagua (caso 104, 30 de agosto) y los tres de Ciego de Ávila correspondientes al primero de septiembre (casos 108, 109 y 110), no saben dónde ni cómo se contagiaron y eso, estimados lectores, es peligrosísimo”. Concluye además que el rebrote “es más hijo de la imprudencia que del destino”.
Esther,* residente en el municipio cabecera, cuenta que muy pocas veces dejó de ver gente transitando a todas horas por los portales avileños, sobre todo en el “centro del pueblo”.
Como profesional de la salud (farmacéutica y profesora), se mantuvo trabajando en las pesquisas desde el inicio de la pandemia. Cuenta que fue estresante. “La preocupación siempre presente de exponerse al contagio. Además, la única que podía salir en mi casa era yo”. Para ella, lo peor fueron las colas en las tiendas: “Las personas estaban como en una histeria colectiva”, asegura.
Para evitar el tumulto de personas frente a las tiendas, la provincia tomó la decisión de realizar las ventas de productos de primera necesidad (en CUC) distribuidas por Consejos Populares. Eso significó que cada persona del consejo popular tenía un día y una hora designada para ir a comprar, previa presentación de documentos de identidad, productos como aceite de cocina y pollo. Si una persona no podía ir ese día y momento específico, perdía su oportunidad de comprar.
“Cuando pasamos a fase uno, comenzaron las carencias de todo, en especial las cosas de primera necesidad. El aseo fundamentalmente”, relata Esther. Pese a todo, prefiere ver el lado positivo y buscar alternativas. Se unió a varios grupos de Whatsapp, entre ellos uno de recetas cubanas, en el que encontró cómo alargar el detergente de fregar. “Hice jabolina y pasta para fregar también”, dice, y comparte la foto de la receta y el resultado.
Tener a sus dos niños en casa fue una tranquilidad, sin embargo, las teleclases le crearon problemas. “Al estar trabajando, no podía estar con ellos delante del televisor y se quedaban con dudas. El más pequeño sobre todo. Al tener dos hijos en niveles de enseñanza diferentes, fue doblemente difícil. El grande perdió el ritmo que llevaba de preparación para las pruebas de ingreso a la universidad y se desmotivó”. Agrega que los trabajos de cursos están bien pensados metodológicamente, pero a ella le resultan difíciles. “No imagino a otros padres que no tienen internet o no tienen escolaridad para comprender o simplemente la dinámica de la vida les absorbe todo el tiempo, paciencia y atención para dedicarle a los hijos”.
Esther sostiene que la situación más complicada que enfrenta “es con la comida. No hay. Y la que hay, con precios desorbitantes”. También se refiere a una situación muy crítica con los medicamentos.
“Mis preocupaciones son las del presente: el comienzo de las clases, el cumplimiento en la vida real de las condiciones higiénicas, según las indicaciones, la realidad objetiva como la comida y el aseo. Y que mis viejos no se enfermen”, concluyó.
Esther tiene esperanzas de celebrar su cumpleaños 47, el próximo noviembre, en un Ciego de Ávila libre de pandemia y de cuarentenas. Sus preocupaciones y sueños son los de tantos cubanos…
* Nombre ficiticio.