Coincidimos un día en la universidad en la que trabajo. Fue afecto a primera vista, especialmente de su parte, cuando supo que yo era cubano. Yang es de Pernambuco, un estado del Noreste de Brasil. Hace años obtuvo un cargo como técnico docente y se mudó a Brasilia, donde vivo, en la región centro-oeste del país.
De origen humilde y modales refinados, es fanático del rock, ha sido músico y también relojero de alta precisión. Entre sus preferencias, las cachimbas, las guayaberas, la fotografía, el café y el tabaco, en especial los puros cubanos, ocupan un lugar importante.
Fue través de su predilección por esos objetos símbolo de la cubanía que nuestra amistad nació. No tardó mucho en invitarme a su casa.
Allí, en su santuario familiar, pude descubrir un poco del origen de ese afecto por la cultura cubana y sus atributos.
¿Cómo llegas al mundo del tabaco?
Durante una etapa de mi vida fui un ávido coleccionista de pipas (cachimbas). En una de esas jornadas de búsqueda, me fui atrás de una que había negociado por internet, en un hotel cerca de donde vivo, en Brasilia.
Poco después de concluir la negociación, me invitaron a compartir un tabaco marca Toscano, siguiendo estrictamente la clásica forma italiana de partirlo por la mitad. Cada uno de nosotros saboreó su parte en la confraternización.
La experiencia me pareció increíble. Así comencé a investigar sobre el tema a través de libros, artículos y foros. No pasó mucho tiempo y pronto pasé de ser un coleccionista de pipas a ser un aficionado a los tabacos, a mediados de 2019.
¿Cómo llegaste al habano?
Quedé atrapado por la tradición cubana y sus rigurosos métodos de producción. Los puros cubanos se convirtieron en mi principal interés.
Me introduje en ese universo con una marca muy popular, una petaca de José L. Piedra, “Conservas” (vitola 140mm x 44), producida de forma mecanizada en fábricas de la región de Vuelta Arriba. Eran charutos (tabacos, en portugués) relativamente bien construidos, de fuerza media-fuerte, con aromas agradables y terrosos.
Fue una buena introducción al expresivo y único Terroir cubano.
Poco tiempo después ya estaba adquiriendo mi primera caja de puros cubanos. Era una hermosa pieza adornada con filetes azules y rojos sobre un fondo predominantemente amarillo, donde se leía en el centro, en un lujoso escudo, Partagás. Había diez unidades de la “Mille Fleurs” (vitola pétit corona, 129mm x 42).
El primer habano que fumé de esa caja tenía notas aromáticas que alternaban entre especias, tierra y flores. Construcción consistente y quemado regular (casi impecable). Me duró aproximadamente 45 minutos y la ceniza quedó más allá del centro. Fue una experiencia simplemente impresionante, a pesar de ser un producto básico para la marca. Era un camino sin retorno.
Y ahora, ¿cómo es tu rutina de coleccionista? ¿Cuáles son tus atracciones principales?
Tras mi experiencia con la Partagás comencé a dedicarle más tiempo y energía a esta actividad. Coleccionaba todo lo que podía. Fui en busca de clásicos cubanos como: H. Upmann Magnum 54; Hoyo De Monterrey Epicure No. 2, Double Coronas; Partagás Serie D No. 4, Lusitanías; Montecristo No. 2, no. 4 y Petit Edmundo; Trinidad Vigia; Cohiba Siglo IV y VI; Romeo y Julieta Churchill, etc.
En pocos meses ya tenía una cantidad considerable de cigarros, más de los que podría disfrutar a corto y mediano plazo (aproximadamente 200) y una infraestructura de conservación se hizo indispensable. Compré una bodega para vinos (que enfría por compresor), realicé una pequeña remodelación con gabinetes revestidos de cedro español y agregué paquetes de control de humedad de dos vías. Quería garantizar la humedad adecuada para la conservación y el envejecimiento. Compré algunas cajas cubanas más y dejé un pequeño espacio para tabacos nicaragüenses, hondureños, dominicanos y brasileños.
También tengo una caja humidificadora a temperatura ambiente, con un poco menos de humedad que la que se usa en la bodega. Guardo y envejezco mis puros a 18º C, con una humedad relativa del 65 %. Los de consumo inmediato, con una temperatura (en promedio) de 24º y con 62 % de humedad (para mejor combustibilidad).
Los tabacos también te han conectado con la cultura cubana…
A medida que fui desarrollando una relación íntima con “los puros”, me volví cada vez más curioso sobre el proceso de producción. Quería conocer qué hacía el cubano puro ser tan fascinante. En contacto con la historiografía de los puros cubanos, también fue posible conocer un poco más de la cultura cubana, su arte y hasta un poco de política.
Leí sobre Joseíto Fernández Díaz, y escuché su preciosa música Guantanamera. También sobre Pepe Sánchez, el bolerista y representante de la trova cubana. Conocí el ritmo popular tradicional de los campos cubanos, el “punto guajiro”, luego el “son” con Buena Vista Social Club y los grandes de la trova.
La guayabera se ha convertido también en una pieza de vestir importante para mí. Pasé meses buscando las más tradicionales, sin éxito. Hasta que conocí a un sastre haitiano que me hizo un diseño, respetando el modelo tradicional cubano y hoy te la puedo mostrar con mucho orgullo. La prenda era otra forma de conectarme con el pueblo cubano.
Además del ritmo contagioso, la exquisita vestimenta y la excepcionalidad de los puros, también me fascinan las bebidas y tragos cubanos, como Cuba libre, mojito y daiquirí.
Hoy vivo dividido entre una caja y otra de puros cubanos sin poder elegir un favorito. Estoy absolutamente fascinado por todos. El almacenamiento ya ha sido un problema: la cantidad se ha más que duplicado en los últimos meses. Hay cigarros en cada habitación de la casa, compartiendo espacio con todas las cosas que amo.
Mi querida esposa solía decir que necesitaría más de una vida para apreciarlos todos. De todos modos, voy a disfrutarlos tanto como sea posible en la única vida que tengo.
Gracias a Cuba y a tu pueblo, que ha preservado esas bellas tradiciones, hoy me siento privilegiado espiritual y culturalmente.
¿Cómo sería visitar Cuba y fumar un puro en La Habana? ¿Tienes en perspectiva este viaje?
Sería colosal degustar un puro cubano en La Habana. Conocer las características intelectuales, artísticas, costumbristas y las tradiciones de tu maravilloso pueblo. No hay forma de consumar mi afición por el tabaco sin vivir esa experiencia en Cuba, al menos una vez. Para un eterno entusiasta como yo, despedirse de este mundo sin saborear un puro en Cuba sería triste. Una tragedia. Tengo la esperanza inquebrantable de que algún día conoceré Cuba y tendré mi oportunidad.