La animación es uno de los recursos más poderosos y fértiles en el campo de las artes visuales hoy día, en un mundo cada vez más signado por los grandes medios de comunicación, las nuevas tecnologías y el ámbito digital.
El afán de perpetuar el paso del tiempo a través de secuencias de imágenes ha encontrado disímiles maneras de convivir con ambos escenarios: el real y el recreado a partir del entorno, al punto de que, con la realidad virtual y otras novedosas invenciones diseñadas para animar imágenes, pudiéramos estar a las puertas de borrar los límites entre lo que se considera ficción y lo real.
Una vez que se entiende este campo artístico más allá de la mera creación de productos audiovisuales infantiles, una vez que se entiende dentro de la estética del cine en general, se convierte, para los creadores, en una fuente casi ilimitada de recursos y de maneras de encauzarse dentro del mundo de las artes visuales.
En el contexto cubano, este recurso se ha limitado fundamentalmente al campo de la televisión y el cine, en menor medida en este último caso, restringiendo además la percepción del público acerca de lo diversa que resulta la animación, más allá de los dibujos animados o los videoclips, dos de los campos donde más se ha utilizado este método de creación en la Isla.
En el caso de las artes visuales, esta técnica sí ha encontrado un nicho más proclive en el contexto nacional, el cual se ha visto incrementado con la llegada del nuevo siglo y el acelerado crecimiento de la tecnología, aunque precisamente el acceso a recursos tecnológicos ha sido otro lastre, principalmente para quienes apuestan por la creación sin amparo institucional.
De ahí que la animación independiente presenta una larga y casi desconocida historia en el panorama artístico nacional, a pesar de más de medio siglo de trabajo con el que ya cuentan disímiles profesionales de diversos sectores de la creación artística, con un auge significativo en los últimos 20 años.
Este fenómeno o “boom” creativo, si así pudiéramos decirle, está expresamente estudiado en el texto Los flujos de la imagen. Una década de animación independiente (2003-2013), a cargo de la curadora e investigadora Caridad Blanco, quien le toma el pulso a la creación animada independiente en Cuba en este período de tiempo. Pero, más allá de analizar la creación artística en un período determinado, la autora también busca reflejar los orígenes de la animación en el país, hasta llegar al momento que busca analizar, escogido a partir de otra provocación mayor, como fue la muestra Las otras narraciones, en 2014.
Dicha exposición tuvo lugar en 2014 en el Centro “Wifredo Lam” como parte del VI Salón de Arte Cubano Contemporáneo, evento organizado por el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales al cual pertenece la autora, donde confluyeron más de un centenar de obras asociadas al cine, video, webart, diseño, gráficos en movimiento, televisión, instalaciones interactivas, entre otros mecanismos creativos que responden, en palabras de la propia Caridad Blanco, al proceso de “audiovisualización” del arte cubano.
Vital resulta el mencionado trabajo de la autora para entender aquel momento, permeado por el uso cada vez más significativo de las tecnologías. Tanto para crear como para consumir productos artísticos, vamos viendo, a través del trabajo de Caridad Blanco, cómo se hace prácticamente cotidiana la experimentación creativa en el campo de la animación, lo cual ha permitido incluso a personas sin formación académica o con un vínculo más estrecho al mundo del arte, conformar sus proyectos creativos en este ramo.
El libro cuenta con tres capítulos: “Pre-liminares”, pretexto para indagar en el pasado de la animación independiente en Cuba, “Los flujos de la imagen”, que analiza la muestra acontecida en el “Wifredo Lam” y al final una entrevista a la autora, reconocida curadora y crítica de arte, para ahondar otras cuestiones acerca de los porqués de la muestra y los caminos de la animación como recurso para los creadores.
Las exposiciones de artes visuales son efímeras en el tiempo y, a sabiendas, Blanco buscó perpetuar en su trabajo tan significativo momento, no solo para quienes no pudieron apreciar las obras expuestas, sino para poder estudiar un fenómeno que bien vale la pena revisitar actualmente, a casi una década de tan importante exhibición.
Concebido además como un texto bilingüe, destaca también la exquisita curaduría de fotos que acompañan gráficamente al libro, a partir de capturas o stills de las obras animadas, todo un reto para Blanco quien escogió “con pinzas” cada imagen de Las otras narraciones para conformar otra exhibición para el lector.
Desde los Premios Nacionales de Artes Plásticas Lázaro Saavedra y José A. Toirac, pasando por nombres reconocidos de la creación audiovisual en el país como Joseph Ros, Alfredo Ureta, Raupa, Edel Rodríguez (Mola), Nelson Ponce, Ivette Ávila, Miguel Coyula, Ian Padrón, Yimit Ramírez, entre muchos otros, conforman el extenso catálogo de autores recogidos en las páginas de Los flujos de la imagen. Una década de animación independiente (2003-2013), donde también artistas más relacionados con las artes plásticas, el diseño y la ilustración también figuran con sus creaciones en el texto esencial para comprender el camino de la animación en Cuba.
Hoy resulta fundamental revisitar este texto, a casi 10 años de la exposición que lo motivó en buena medida, pues el adelanto tecnológico y el uso cada vez más frecuente de la animación en el país bien valdrían otro análisis tan exhaustivo y preciso como el ensayo escrito por Caridad Blanco, una incansable estudiosa del arte contemporáneo cubano. La animación, como recurso expresivo fundamental en el quehacer de artistas cubanos en el actual siglo, es sin duda una vertiente creativa que aun dará mucho más para escribir e investigar en el futuro cercano.