Con el tiempo, la obra de los artistas va tomando carácter propio, perfectible para aquellas almas sensibles al arte, en especial las artes plásticas, donde colores, formas, conceptos y objetos dan cuerpo al estilo del creador para trascender la vida de este.
La impronta en la cultura cubana de Alfredo Sosabravo resulta inmensa al llegar a su 90 cumpleaños, con la misma alegría y el colorido que le imprime a sus piezas, lo mismo en cerámica, lienzo, bronce, vidrio o en murales.
Sagua la Grande vio nacer en 1902 a Wifredo Lam, a quien el destino y las circunstancias unió con Sosabravo, también nacido en ese poblado al centro del país. Fue precisamente de Lam una de las primeras exposiciones que pudo disfrutar Sosabravo con apenas 20 años, para darse cuenta de que su futuro también estaba ligado al mundo de los pinceles y caballetes.
El Premio Nacional de Artes Plásticas en 1997 fue más allá de aquel primer acercamiento con las artes visuales, quizás por esa formación empírica y cuasi autodidacta (solo estuvo un par de años en el curso nocturno en la Academia de San Alejandro), que le permitió explorar y acomodar objetos, estilos, intertextos y formatos en su modelo creativo.
Mucho se habla de la obra en cerámica de Sosabravo, la cual supo llevar a otros niveles para fusionarlo con la escultura y en ese rejuego conformar sus reconocidas piezas, también adaptadas al vidrio o el bronce, por solo mencionar dos soportes donde plasma su destreza con regularidad.
Prueba de su grandeza es el archiconocido Carro de la Revolución, mural que identifica el interior del Hotel Tryp Habana Libre con alrededor de 500 fragmentos de cerámica alegóricas a lo cubano, donde se entrelaza quizás uno de los discursos más trabajados del autor: la relación entre el hombre con las máquinas y el apego a la naturaleza, a pesar de que la modernidad imponga otros patrones.
Sin embargo, más allá de la connotación que ha alcanzado su quehacer en la cerámica, el villaclareño se reconoce como un pintor, siempre fue ese su mayor anhelo desde aquellas primeras aproximaciones con el lienzo y el pincel, una rutina que no abandona.
El Carro de la Revolución, célebre mural d Alfredo Sosabravo #Cuba lugar simbólico p/ Foto Oficial XXII Reunión Ministerial #AEC #CubaCaribe pic.twitter.com/TEX4SqCZ0u
— JoseCarlosRguez (@JoseCarlosRguez) March 10, 2017
Todos estos años se ha mantenido “bordando”, (tanto en sentido figurado como literal), sus pinturas pletóricas de colores y mensajes alegres, recreando retazos de paisajes, rostros y personajes particulares, perfectamente reconocibles.
Dichas figuraciones personales lo han acompañado en sus 70 años de carrera artística, donde el collage ha sido clave en su creación, no solo por la mezcla de materiales con los cuales arma muchos de sus cuadros, sino por el simbolismo impregnado en estos.
Las figuras burlonas, casi caricaturescas que rodean su universo artístico es una constante que ha marcado su estilo, formado por los años de faena permanente porque como afirmara en una ocasión, “el estilo no cae del cielo”.
Amén del reconocido colorido el humor y la comicidad es apreciable en las creaciones del también grabador, quien ha reconocido que la alegría no puede faltar a la hora de crear, incluso diría en una ocasión Eusebio Leal, que su obra resulta una eterna sonrisa, por el optimismo que siempre otorga a sus piezas.
Alfredo Sosabravo, productivo durante el distanciamiento social
En sus más recientes esculturas moldeadas en vidrio también se puede apreciar ese espíritu alegre y jovial en su impronta. El trabajo sostenido que ha realizado con Ars Murano en las dos últimas décadas ha permitido otorgarles otro matiz tridimensional a sus pinturas, si bien el volumen en estas ya era prominente.
Las recreaciones de sus singulares personajes en coloridas esculturas en vidrio llenan de vida el espacio donde se insertan, con una visualidad impresionante, donde el artista transmuta con la misma intensidad de sus obras pictóricas, como mismo ha hecho con la cerámica en innumerables ocasiones.
De ahí que esta última sea uno de los procesos que más se adapte al estilo del reconocido creador. Fiel a esa amalgama multicolor, la cerámica le permitió a Sosabravo en un inicio extrapolar sus frescos a otras dimensiones y espacios, emplazando murales y esculturas que trasciende el cuadro.
Esa necesidad de dotar de volumen a sus piezas como si estas fueran a cobrar vida e imbricarse con el espectador, cual animado personaje cubanísimo que convive en la cotidianidad insular, es otro de los sellos del autor casi centenario.
En estos tiempos de aislamiento y cuarentena, Sosabravo se mantiene activo y creativo, rodeado de elementos de la naturaleza que lo inspiran y mantienen esa frescura en sus trazos y bordados que persisten en su práctica.
Quiso la circunstancia privarnos en su 90 cumpleaños de una muestra física en el Edificio de Arte cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, pero no ha podido impedir el merecido homenaje que inunda las redes desde hace meses, que esperamos transmute hacia lo físico, al igual que hace su Hombre de éxito al saludarnos desde su entorno enmarcado.