“La mirada se educa con conocimiento, con lecturas, y diálogo, no con estructuras cerradas ni imposiciones. Tiene que haber un intercambio y una identificación. Por eso mi trabajo como pedagoga me ha ayudado mucho”, dice a OnCuba la historiadora del arte, profesora y crítica Julia Portela Ponce de León (La Habana, 1953), quien tiene a su cargo la curaduría de la exposición 13 Relatos + 1, en el proyecto ArteSano, instalado en el municipio Playa.
La muestra reúne a egresados del Instituto Superior de Arte (ISA), que plasmaron sus mundos interiores y sus diferentes maneras de interpretar el proceso de creación en instalaciones, performances, pinturas, video arte, paisajes con sonido, multimedia, y fotografía, entre otros soportes.
La exposición colectiva busca establecer diálogos entre el imaginario del arte latinoamericano y las prácticas contemporáneas, forma parte de las acciones del evento teórico Indagar lo propio, celebrado en los primeros días de la Bienal Internacional de La Habana.
“Indagar lo propio está encaminado a la experiencia dentro de la enseñanza de las artes visuales y se está produciendo hace seis años. Hemos tenido en este tiempo como sede la Fundación Ludwig porque es un escenario propicio para el diálogo, la experimentación. Los estudiantes reciben conmigo la asignatura Arte Latinoamericano cuando cursan el 4 año de la carrera. A partir de ahí comenzamos a trabajar durante un semestre el tema de la conquista y colonización de Las Américas y otros relacionados con esta etapa. Hacemos una suerte de travesía por las culturas más importantes y su producción simbólica. Y en ese contexto presentamos 13 Relatos + 1”, explica la curadora en la recién inaugurada galería de ArteSano, un proyecto donde habitualmente se celebran peñas de trova, encuentros de poesía y se comercializa artesanía.
Esta iniciativa está orientada a impulsar la creación artística de los egresados y estudiantes del ISA. “La idea es que ellos aterricen pensando en la posibilidad de creación desde Cuba. Hay dos piezas de este ejercicio que parten de su propia producción”, explica la curadora y pone el foco en la obra de varios de sus artistas.
“Gabriela Reina, Rafael Villares y Euidis Leyva mantienen las mismas características en su trabajo de la producción simbólica que llevan desarrollando desde que ingresaron al ISA. Han trabajado el tema del paisaje y algunos han descubierto, por ejemplo, el simbolismo mexicano que les ha permitido luego descubrir su propio paisaje”.
“Eudis, explica, tiene prácticas muy coherentes tomadas del vudú y, de la magia acompañada una manera entender el mundo desde una contemporaneidad espeluznante. Nada lo contamina y es muy auténtico. Trabaja el acto litúrgico y los rituales asentados en América Latina. Su pieza tiene objetos aparentemente musicales y están cargados de una magia tremenda como practicante de esas tendencias”, indica Portela.
“Gabriela Reina desarrolló su obra desde la perspectiva de la indumentaria. Quisimos trabajar con la figura de Frida Kahlo. Por eso hizo un vestido con estructura de hierro que habla de la fortaleza de la figura de Frida, mientras Rafael Villares utilizó el tema de la conquista a partir de la dimensión del paisaje.”
¿Hay espacio en Cuba para la obra de los jóvenes creadores marcada muchas veces por la irreverencia y por un discurso muy propio?
Mi experiencia es maravillosa porque es desde la perspectiva de la pedagogía. Nunca imaginé como historiadora del arte que sería profesora. El artista no tiene la mayor parte de las veces conciencia de su propio proceso creador. El ISA es la fábrica de un por ciento mayoritario de los creadores conocidos. Hay otros que no transitaron por sus aulas y tiene reconocimiento y una obra sólida. A veces ellos explican sus proyectos en algunos lugares y no se les entiende. Por eso hace falta conocimiento. También hay una necesidad de mercado que se impone a nivel internacional. Hay que tratar que la obra se haga desde el corazón, pero eso no implica desconocer el mercado. La curaduría es un ejercicio muy serio pero a veces se ve desbalance en los criterios curatoriales y eso afecta la cultura cubana.
¿Cree que exista una ruptura en la mirada de su generación y la de los jóvenes artistas de la contemporaneidad cubana?
Si uno se queda detenido en el tiempo se generarían esos conflictos serios, pero como convivo y trabajo con creadores jóvenes entiendo su mirada y educó mi mirada con ellos. Hay perspectivas abismales que no puedo entender desde mi mirada pero hay otras cosas desde la madurez nuestra que si entendemos. Es una relación que si falta diálogo y acudimos a la fuerza, a la imposición, o nos quedamos en el pasado eterno, se fractura. La generación de los 80 fue espectacular, y las de los años 90 y 60 tuvieron otro destino.