Sin acudir a la fotografía documental, Carlos Torres Cairo logra documentar el paso de los días de una ciudad que se resiste al tiempo, una actitud que da nombre a la más reciente exposición del artista visual, Renuencia, que se exhibe hasta el 10 de diciembre en su estudio-taller, de 10:00 a.m. a 6:00 p.m en la calle 24, No. 257, e/ 17 y 19 en el Vedado.
Quienes asistan podrán disfrutar alrededor de 20 fotografías atípicas de la ciudad, que ilustran el libro La Habana nuestra de cada día, de Leonardo Padura y Carlos Torres Cairo, publicado por Aurelia Ediciones con motivo del aniversario 500 de la ciudad.
Diversos escenarios y personajes cotidianos muestran una Habana descarnada que se aferra a la voluntad de sobrevivir y persistir, en una suerte de intento de preservar sus historias anónimas e intrascendentes gracias a la mirada de Torres Cairo, quien logra descifrar detrás de cámara la verdadera alma de la ciudad, apartada de estereotipos banales.
En su propuesta el autor prefiere retratar paisajes que acompañan a los habitantes de la ciudad a diario, dotándolos bajo su mirada de un matiz que casi desconocíamos. Con este precepto Renuencia llega cargado de referencias diversas y fuentes distintas que acompañan a la villa de San Cristóbal a sus 500 años.
En el texto La Habana nuestra de cada día, las imágenes ilustran esa urbe enigmática donde los escritos de Padura rememoran pasajes históricos de sucesos y personajes célebres de la capital cubana. Letra e imagen se complementan para ofrecer al lector una especia de espectáculo visual a lo largo de las casi 200 páginas del libro.
“… no son muchas las ciudades del mundo que pueden vanagloriarse de tener el alma así, a flor de piel”, escribió el autor del personaje de Mario Conde en una de sus famosas novelas, que parece escrita a la medida para la exposición de Torres Cairo quien, más que retratar dibuja en ocasiones con la luz espacios de la renuente Habana.
Torres Cairo tenía claro desde un inicio que no quería imágenes estereotipadas, “quería mostrar mi Habana con los límites que quería y conocía”, confiesa el autor a OnCuba. “Las fotos son simbólicas, abstractas; símbolos míos de la ciudad, algunos decadentes y otros que busco realzar que hablan por sí mismo. Es La Habana que vivo en ese momento”, añade el artista.
Esos elementos propios que utiliza permite al espectador establecer también como propios los símbolos que recrea el autor. Calles, muros y paredes cobran vida en CairoStudio, sitio que acoge la muestra, donde cada cual se identifica con estos rincones aparentemente olvidados de la ciudad.
Resulta casi imposible para quienes conocen la ciudad no sentirse identificado con las fotografías, donde el trabajo de los colores y luces brindan una textura vívida a las imágenes, dotándolas de cierto realismo mágico que atrapa visualmente, donde también el gran formato ayuda en ese sentido.
El montaje minimalista de las piezas en marcos de madera ayuda a ofrecer más realismo a las piezas. “La madera es uno de los elementos constructivos que permanece vivo. La colocación de dos listones paralelos arriba y abajo ayuda además a que la pieza se vea lo más limpio posible y le otorga además un peso adicional a las imágenes, donde también la madera juega un rol importante por momentos”, comenta el artista.
Otras instalaciones también hacen alusión al momentos claves en la realización de la muestra: la primera son las carretillas con las cuales se rinde cierto homenaje a los hombres y mujeres que trabajaron en la conformación inicial del estudio, héroes muchas veces anónimos en los cuales recae un gran peso en esa labor prácticamente invisible que no se ve luego del montaje de las exposiciones.
Dos letras ilustradas con textos de Padura recogidos en el libro La Habana nuestra de cada día completan las instalaciones de la muestra, también para ubicar un poco en contexto las imágenes dentro del libro, para quienes desconocen el origen de la exposición. Con estas piezas alternativas, Torres Cairo viaja a los orígenes de Renuencia también para establecer ese diálogo con la idea de la resistencia al paso del implacable tiempo que no hace reparos en hombres ni ciudades.
Dos fotografías reflejan el sentir intrínseco de la exposición: la primera es la que da título a la exhibición que más que una fotografía parece una pintura donde el color azul prima e inunda al público, que queda atrapado en esa imagen que calca el espíritu de La Habana, azul ya pálida y un poco desgastada por los años pero que aún muestra algunas luces en sus sombras, muestra absoluta de la renuencia.
La otra es Aragón, uno de los pocos retratos que se puede disfrutar. Incólume se puede ver a este hombre, que no parece afectarle casi nada a estas alturas de la vida pero que se mantiene firme, preparado para lo peor/mejor, con total calma. Poco parece sorprenderlo a estas alturas.
“El arte de Cairo es un arte difícil e incómodo. Pocas veces figurativo, es germinal y esencial: abstracto, nos produce sensaciones que nos abrazan y tienden puentes entre nuestro subconsciente y la emoción”, expresó el arquitecto José Antonio Choy en la inauguración de la muestra, un justo homenaje a esa Habana que se mantiene renuente hasta nuestros días.