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El trabajo más reciente de Ramiro Zardoya (La Habana, 1982) no puede considerarse propiamente humorismo. Son dibujos abigarrados que sugieren más de lo que dicen, y a los que, en ocasiones, es difícil hallarle la punta. Conglomerados de seres sin rostro en un ambiente distópico, desnudos y muy expresivos, aunque a derechas no podamos determinar bien de qué va la propuesta, dado su alto nivel de abstracción.
Con premios como dibujante en China, Servia, Cuba, Italia, Argentina, Canadá, Turquía, Siria, Corea del Sur e India, este artista de amplio espectro es presencia frecuente en publicaciones periódicas nacionales e internacionales, entre las que cabe destacar Dedeté, Palante (Cuba), Berliner Kurier (Alemania), Monográfico (España), Todo Bien (Argentina) y Jeny Akrep New Scorpion (Chipre).
En medio del montaje de Ingravidez, su muestra personal que podrá apreciarse a partir de este fin de semana en la Galería 23 y 12, lo abordamos para este breve diálogo.

¿Tienes un statement de artista, una breve conceptualización que signe tu trabajo?
Soy un graduado de la escuela de diseño que tomó esas herramientas para dedicarse a otras cosas. Me entusiasman las leyes del diseño, su capacidad de sintetizar, pero me divierten mucho más otros soportes, como el cine de animación, la pintura y el grabado. También, por supuesto, me apasiona el humor gráfico, su facilidad para hablar con el lenguaje estrictamente visual.
No me amarro a ninguna denominación específica. Me gusta experimentar.
Supongo que en tu trayectoria artística la práctica del humor gráfico estuvo en el principio. ¿Cuándo comenzaste a aceptarte como humorista?
Humorista gráfico soy desde que salí de la universidad, en el año 2007. Ya van 18 años en estos trajines.
¿Quiénes fueron aquellos dibujantes que te sirvieron de paradigmas en los inicios?
Muchos. De los nacionales, Tamayo, Ares, Boligán, Ajubel, Manuel, Carlucho, Tomy… Entre los históricos, Sine y Steinberg.
Has hecho animaciones para audiovisuales, diseño gráfico, impartido docencia, diseñado y confeccionado muñecos, ilustrado libros… ¿Todos estos perfiles tienen un mismo grado de interés profesional para ti o algunos de ellos no pasan de ser trabajos circunstanciales?
Me aburre profundamente hacer siempre lo mismo. Me aburre profundamente fijarme a un estilo. Hago trabajos diversos. Incluso, en ocasiones termino algo con rigor y un buen formato, y después puedo variarlo. Me expreso a través de todos esos oficios.

Tu primera exposición personal de humorismo fue Imágenes (Galería “Pierre Rendir”, Unión Francesa de Cuba, La Habana, 2002), y las más recientes, De la resistencia de la palabra a la cordura de la línea (Galería Centro Provincial de Arte de Santa Clara) y Formas de pensamiento (Galería Museo de Cienfuegos, ambas de 2018). ¿Cómo ha evolucionado tu línea de uno a otro extremo?
Mi trabajo como humorista gráfico, tanto en la forma como en el contenido, se ha complejizado, se ha hecho barroco con el tiempo.
¿Entre los subgéneros humor blanco, político, negro, caricatura, editorial, costumbrista…, cuál crees que se te da mejor?
No me gustan las etiquetas. Prefiero hacer un humor atemporal, que vaya más allá de las circunstancias locales, de los códigos de cualquier barrio, de cualquier ciudad, de cualquier nación. El propósito es que se entienda también de aquí a cien años.
El viernes 30 de mayo inauguras Ingravidez en la Galería 23 y 12. ¿Por qué el título? ¿Qué van a encontrar allí los espectadores?
Van a encontrar un grupo de piezas diferentes a las que normalmente está acostumbrado a ver de mi obra. Dibujos con ideas un poco más complejas, con un mensaje solapado. Y desde el punto de vista formal, mucho más elaboradas.
¿Se puede enmarcar este conjunto de dibujos dentro de una temática determinada?
Son paisajes oníricos. Me gusta calificarlos así.
