Siempre he creído que existe cierto determinismo o capricho en los recuerdos de la infancia que quedan celosamente guardados en la mente. Sobre todo, cuando se trata de imágenes y nombres que aún en la vida adulta continúan siendo paradigmas de lo que es la nación, lo nuestro, lo autóctono.
La personalidad de Fernando Reyna se encuentra relacionada con este tipo de hechos: observador, comunicativo, metódico y racional. Reyna se sumerge en la investigación del ser dentro de la esfera social, ejercicio de carácter metafísico que lo conduce a una crónica de distintos fenómenos contemporáneos como una vía para responder, desde su rol como artista, una pregunta universal: ¿quiénes somos?
De ahí que su producción privilegie las experimentaciones con el lenguaje. Ya sea desde la unificación de los estilos de las vanguardias artísticas del siglo XX, el trabajo con la escala y la tipografía, así como el aprovechamiento del carácter connotado de distintos objetos y espacios que lo acercan a la operatoria del ready made; sus soluciones se sustentan en las bondades de cada manifestación. La pintura, porque la tradición continúa siendo útil para cuestionar el presente y el conceptualismo debido a su carácter provocador y desestabilizador, esencialmente al fungir como elemento que hace desde adentro una crítica al sistema institucional.
Precisamente a estos niveles es a donde le interesa al artista hacer llegar sus reflexiones sobre el ser, el presente y la identidad. Asimismo, su pasión por la literatura ha devenido una herramienta para identificarse con el pensamiento cubano y a partir del conocimiento de los intelectuales del siglo XIX; construir un vínculo intertextual con la circunstancia contemporánea. El texto se reemplea, entonces, como especie de resto que queda después de la contienda de una creación anterior, como portador de un tiempo y una historia.
Finalmente, esa obsesión por el lenguaje ha culminado en un gusto por los procesos diaspóricos en el sector de la cultura artística y literaria, como representación de la cultura cubana. De ahí que también se haya centrado en la emigración; fenómeno importante de nuestra cultura, poblado de páginas incompletas. Por ello, en un intento de llenar estos espacios vacíos el artista, sin prejuicio alguno, retoma el retrato, a sabiendas de su condición de activador de la memoria.
Mientras continúe siendo esencial para Reyna el lenguaje, como artefacto de manipulación; el documento histórico encontrado al azar, una fuente de conocimiento; y los devaneos del ser como ente, una forma de comprender la esencia humana; continuará tejiendo puentes temporales a favor del rescate de la memoria y nuestra identidad. Tal vez, a través de materiales opuestos que unificados se erigen como metáfora de las implicaciones de ser y autoafirmarse, simplemente nativo.
Ese es mi hermano, lo maximo
Buen articulo
Me encanto el articulo. Muchas felicidades