Willard Morgan primero conoció Cuba porque se enamoró de una cubana. Luego vendrían el cine, el arte, Gibara…, pero solo después.
Los vínculos del artista estadounidense con Cuba, aparte del amor, incluyeron amigos cubanos en Madrid. Luego se encontró con Roberto París y este lo presentó al ICAIC. Visitó La Habana en diciembre de 2000 y evadió el embargo para no perderse el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. “Fue relativamente fácil, a través de Cancún. Por suerte todo eso está cambiando”, dice.
Ahora participa en la XII edición del Festival de Cine Pobre como jurado en las categorías de Animación y Video Arte.
Morgan es actor, productor y director de cine. Su primer cortometraje, Festival Fever, obtuvo el premio a la mejor comedia en el Sony Vision Comedy Award del American Film Institute, así como mejor corto en el Florida y el Fort Lauderdale International Film Festival.
En 2005 fundó el espacio de arte colectivo Ideal Glass en Nueva York, con la idea de desarrollar producciones multidisciplinarias.
Después de eso tuvo la oportunidad de participar en el Primer Festival de Cine Pobre de Gibara. “Recuerdo que volamos desde La Habana hasta Holguín y vinimos en bus. Muchos de los que están aquí estuvieron en ese primer maravilloso experimento, liderado por Humberto Solás.”
Su corto de cinco minutos Confesiones de un filmehólico fue uno de los primeros en aparecer en la muestra de Gibara. De aquellos años solo recuerda que no podía dejar de filmar y que ocurrió algo mágico con los gibareños en la pequeña Villa Blanca de los Cangrejos.
“Gibara es muy independiente, creo que no está tan influenciada por la dinámica de la Isla. Eso lo puedo ver, es un pueblo de pescadores que miran al mar, orgullosos”, dice y agrega que “tener un festival de cine independiente y pobre aquí es muy acertado, es como una metáfora”.
Quizás por eso Willard Morgan trajo esta vez una muestra personal de fotografía llamada “Gibaras”, que recoge momentos de la cotidianidad de los lugareños durante las ediciones en que ha participado.
Las fotos de Morgan van desde las fiestas del festival, hasta la caracterización de las decenas de amigos que hizo en esas oportunidades: gente bailando, un hombre que vende flores de cristal, niños, viejos, primeros planos de las caras curtidas por el sol y la sal del mar.
Una muchacha rubia tiene diferentes poses frente a un refrigerador abierto, casi vacío, con apenas unos pomos de agua y alguna comida, que la ayuda a “refrescar” todas las partes de su cuerpo, como si de un invento divino se tratara.
Esas son las múltiples “Gibaras” de Morgan, un artista que respeta la espontaneidad de sus retratados, íntimos o desconocidos, como si de un álbum personal se tratara.
Morgan es defensor además del cine de autor y de bajo presupuesto. “En un mundo dominado por el cine comercial, las realizaciones independientes son para mí las únicas que tratan temas reales, acerca del medio ambiente, la justicia social y los asuntos políticos. Cuba es un ejemplo de este cine excitante por más de 40 años”.
Con respecto a las relaciones Cuba – Estados Unidos y el camino que abre para los artistas se muestra entusiasmado, pero tiene un criterio tajante que invita a superar los egos. “En la actualidad los intereses nacionales tienen que darle paso a los intereses del planeta y olvidar las diferencias. No hay tiempo para estar en desacuerdo. Si no nos unimos no habrá esperanzas para el futuro. No es ni siquiera un tema de Cuba y Estados Unidos, sino de todos los países”.