No debe existir ningún cubano, sin importar su edad, para quien determinada etapa de la vida no esté marcada por uno o varios boleros. Las historias de amor o su defecto, de desamor, no encuentran mejor canalizador que este género considerado por muchos el más romántico.
Cada junio, hace ya 25 años, se celebra en Cuba el Festival Internacional Boleros de Oro para que cada cual rumie bajito o grite a pleno pulmón sus penas y alegrías de amor. Al mismo tiempo es una manera de alejar de los estragos de la modernidad la posible muerte de una de las manifestaciones populares más arraigadas entre las personas que habitamos esta parte del planeta, y que dice mucho de cómo somos y cómo sentimos.
Del 21 al 24 de junio se podrán escuchar boleros en el Teatro Mella y en el América, así como en el patio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde se realizarán homenajes a las voces cubanas que se han mantenido por años bolereando, entre ellas César Portillo de la Luz, autor de la emblemática Contigo en la distancia, Ela Calvo, Gina León, Beatriz Márquez y Emilia Morales.
Esta cita de los amantes del bolero se ha distinguido por la aparición en escena de jóvenes interesados en defender el género desde el respeto y la impetuosidad de sus años, lo que le brinda nuevas energías a una manera de hacer la canción que no pasa de moda.
También han venido a compartir los boleros más queridos la colombiana Anabella, ganadora de la última edición del Festival Viña del Mar y el portugués Luis Represas; asiduo visitante y colaborador, así como numerosos solistas, tríos y agrupaciones de una decena de países.
El Festival Boleros de Oro que por estos días hecha el ancla en La Habana ya ha llegado a las ciudades de Santiago de Cuba, Santa Clara y Camagüey. Después de este domingo retornará a las provincias orientales para hacer escala en Guantánamo.
La celebración de la edición 24 de este certamen en Cuba confirma lo que hace algunos años escribió la investigadora María del Carmen de la Peza: “El bolero no es una narrativa propiamente, no es sólo una historia de amor, el bolero diríamos con Barthes pone en escena el sentimiento amoroso mismo. A través del bolero el enamorado no se deja domesticar, se presenta en su desnudez.”