Quizás vista en el contexto de este último año, que no ha sido muy venturoso para los estrenos del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos; podríamos decir que Irremediablemente juntos significa un repunte por múltiples motivos.
Es, primero, una reconciliación con el musical después de un filme como Y sin embargo que no logró cumplir con las expectativas de un pueblo que, desde la poesía filosófica de Silvio Rodríguez hasta los ritmos provocadores de Celia Cruz, respira, sueña y piensa con música.
En este punto podríamos hablar de la corrección vocal de los actores que intervienen (y cantan) en el filme de Jorge Luis Sánchez. Además, las letras (quizás demasiado elaboradas formalmente para un filme) se insertan plenamente dentro del camino abierto por la novísima trova. Los compositores de estos momentos musicales de Irremediablemente juntos forman parte de esa generación que prolonga el legado de Silvio, Pablo, Nicola y otros.
La preocupación del director por estas escenas lo lleva a elegir actores como el protagonista masculino (Orián Suárez) que si bien se desempeña con holgura en los momentos de canto, no lo hace de igual forma durante las escenas claves de su personaje. De hecho, uno llega a tener la sensación de que la intención de cada parlamento se vuelve monótona, y en más de una ocasión no es la que mejor conviene a la escena.
En cambio, con la protagonista femenina (Ariadna Núñez) se logra un balance agradable entre el canto y la interpretación actoral. En un rol secundario pero complejo, Luis Ángel Batista ─quien encarna a un joven blanco, abogado de una importante firma pero que esconde su familia humilde─ puede contarse entre los mejores desempeños dentro del filme. Así lo prueba su capacidad para modular la voz, para captar el sentido de las escenas y para transitar con coherencia de situaciones de etiqueta profesional o amorosa a otras de ebria desmesura y violencia callejera.
Se agradece también la presencia en este filme de Fela Jar, con sorprendente dominio musical de su voz; además de Blanca Rosa Blanco, quien nos entrega un personaje relajante dentro de una trama bien tensa, que nos hará reír, si bien el canto no es su lado más fuerte.
Jorge Luis Sánchez enfrenta de lleno un tema que venía anunciando en películas anteriores como el Benny o la muy interesante serie documental que le dedicara al Bárbaro del Ritmo. Aquí en Irremediablemente juntos no podemos hablar de contradicciones irreconciliables entre blancos y negros, ángulo desde el que muchas veces se aborda los problemas de racialidad cubana. Cada personaje parece ser presa de sí mismo, de sus propios prejuicios y de los papeles que se ha obligado a representar; los otros propician éxitos o desengaños pero es decisión de cada uno ligarlos a los problemas de su raza y clase social y aceptarlos como rectores de su vida.
El director parece más interesado en describir los diferentes caracteres que dibuja una sociedad como la nuestra en la que ─lo deja bien claro─ el racismo continúa aunque de manera solapada. Allí tenemos negros que creen que todo su éxito se debe a su capacidad de imitar a los blancos, y negros que se sienten víctima del poder de otros de su misma raza que por su posición no los dejaron avanzar, tenemos blancos que esconden sus orígenes y verdaderos gustos para lograr ascender económicamente, y blancos que aplican desde su buró políticas igualitaristas cuando en el hogar defienden lo contrario.
Cuando vemos Irremediablemente juntos, se nos hace evidente que los patrones con que cada uno de estos cubanos evalúa sus éxitos y fracasos están engañosamente ligados a interpretaciones racistas; parten del estereotipo de que el negro es pobre y el blanco es rico, mientras que la vida del siglo XXI prueba ─y ciertos casos del filme lo patentizan─ que los factores económicos (y no necesariamente el color de la piel) y la capacidad de gestión (y de no rendirse) de cada uno son los que le permiten llegar o no a ciertas puertas, llegar o no a ciertos corazones.