La poesía de mi padre ha sido traducida al francés,1 su traductor fue Jean-Marc Pelorson; pero faltaba su prosa. La idea inicial era publicar este libro en 2020, año en el que se conmemoraba el centenario del nacimiento de mi padre, pero no pudo ser por la pandemia.
Eliseo Diego era un joven de solo veintiséis años cuando recogió en los talleres Úcar, García, Cía, en la habanera calle de Teniente Rey, los ejemplares de sus Divertimentos. En el colofón aparece como fecha de terminación el 12 de marzo de 1946, curiosamente, el mismo mes de esta nueva edición francesa, pero en 2021. Pocos días después se lo dedicaba a quien era entonces su novia, Bella García Marruz.
Muchos conocen que mi padre fue un profundo admirador de la literatura inglesa y que dominaba el idioma inglés. Lo había aprendido de niño, fue profesor de inglés, traductor. Siempre aparece esta información en sus notas biográficas. Pero junto a ese dato generalmente se apunta, como de pasada: “de niño viajó con su familia a Suiza y a Francia”. Fue mi padre en su conferencia “A través de mi espejo”2, ofrecida en la Biblioteca Nacional en 1970, quien reveló la importancia de este suceso para su vida y para su obra. Nos dice:
… sin este viaje a Europa mi obra (…), o no habría sido, o habría sido muy distinta. Pues una cosa es soñar el bosque de Pulgarcito y otra estar en él; una cosa es oír hablar del diablo y otra es pasar frente a su Cueva (…). Crucé el espejo hacia la Francia de Perrault y Aloysius Bertrand (…) y habiendo aprendido su idioma, lo olvidé pronto para quedarme sólo con un poco de su alma. ¿Qué habría sido de mí sin la penumbra de los inmensos bosques de la Auvernia, sin los baños romanos de Royat, sin las maromas del guiñol en los parques crepusculares? Mis primeros maestros de poesía se llaman Luigi, el “maitre” del Hotel León, en Royat, y Olga, su esposa. ¿Cómo les habrá ido en las catástrofes que luego sufrió su Patria? Les cabe la pequeña gloria de haberle abierto los trillos del alma a un oscuro poeta menor de las Antillas, Dios los bendiga, y no llegaron a saberlo.3
Jamás afirmó algo semejante del inglés, lengua que sí conocía y que lo acompañó a lo largo de toda su vida. Pero fue en Francia donde tuvo el primer atisbo de un mundo que lo fascinó y completó, el mundo de la “Poesía con mayúsculas”, como él mismo lo dijo en innumerables ocasiones, y sin el cual no hubiera sido el escritor que fue. Su estancia en ese bello país estimuló, sin dudas, su fervor por la lectura y por los cuentos para niños. Todos saben de su batalla sostenida y campal, en defensa de la necesidad de una literatura para niños y jóvenes de altísima calidad. “Para los niños, ni lo mejor es suficientemente bueno”, decía, citando al poeta inglés Walter de la Mare.
Muchos serían los ejemplos que podría enumerar sobre su pasión y gusto por la literatura francesa. Pasión que, es justo reconocer, compartía con lo mejor de la literatura universal, esa que llega a lo más íntimo del corazón del ser humano. Soy testigo de ello pues en 2014 realicé un inventario completo de su biblioteca, y en ella están todos esos amigos que no conoció “porque nos separan abismos de tiempo inexorables”,4 pero que lo acompañaron durante toda su vida. En su biblioteca están los grandes poetas, novelistas y pensadores franceses, diferentes versiones pues, como buen traductor que era, buscaba y buscaba hasta encontrar la que consideraba mejor. Dedicó varios poemas a Francia, a sus escritores, su historia, su cultura. “Himno a las postrimerías” (A través de mi espejo),5 alude a una enfermedad que lo puso al borde de la muerte durante ese viaje a Francia: un atracón de pastelitos que Olga, la joven francesa, ayudó a curar contándole cuentos y dándole la medicina recetada por el doctor de la localidad: ¡unas cucharaditas de champagne!6 Son varios los poemas: “Se acabaron las fiestas” (Por los extraños pueblos), “Entre la dicha y la tiniebla” (A través de mi espejo, aquí menciona a “la pequeña Juana”, Juana de Arco), etc. Solo les leeré, por su brevedad, el dedicado a François Villon (A través de mi espejo), que es una clara referencia al poema “Balada a las damas de antaño”:
FRANÇOIS VILLON
¿En dónde están las nieves, dime,
las de aquel año en que escribías
tú de las nieves de otros años?
Pasan las nubes, qué sombrías.
Las reinas no sé dónde han ido
ni adónde el hambre que tenías:
pero las nieves de aquel año
caen en tus versos
—frías, frías.
Pero hay un libro en particular que mi padre —y su grupo de amigos—, hizo suyo. Me refiero a El gran Meaulnes, de Alain Fournier. Fina, Cintio, mi madre, Octavio Smith, Agustín Pi, Gastón Baquero, Lezama, todos lo mencionaban con devoción, era un referente para ellos, lo citaban. Fue uno de los títulos recomendados por mi padre al Instituto Cubano del Libro, y se publicó en 1975 con una nota de contracubierta firmada por él. Cito un fragmento:
Alain Fournier (…) es uno de los pocos afortunados que con un solo libro se abrió sitio para siempre en la memoria de esa austera señora que llamamos literatura universal. Su libro tenía que ser escrito, de otro modo nos habría quedado un vacío insondable, algo como un hambre de no se sabe qué (…).7
Existe otra extraña conexión entre Francia, mi padre y este cuaderno que hoy se presenta aquí. Fue en la revista Orígenes en el verano de 1946, que José Lezama Lima publicó su elogiosa reseña a Divertimentos. Finaliza Lezama así su texto:8
La complacencia que me ha entregado este libro de Eliseo Diego, sólo puedo compararla a la de algunos festivales nocturnos levantados por Zabaleta o la del baile sorprendido por Alain Fournier. Su fragancia y su pureza han creado una fauna bruñida por el rocío. No conozco, en la historia de la prosa cubana de los últimos veinte años, un libro de tanta claridad hechizada.
Quiero terminar estas palabras con la lectura de la dedicatoria que les mencioné al principio, fechada un 21 de marzo de 1946, hace hoy 76 años y un día:
Para mi Bellita, porque me acompaña su estrella la noche solitaria de mis sueños y el calor bendito de sus manos en cada uno de nuestros misteriosos días, con todo el amor de Eliseo.
Muchas gracias
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Notas:
1 L’Obscure splendeur (ORPHEÉ/LA DIFFÉRENCE, 1996 L’Obscure splendeur (ORPHEÉ/LA DIFFÉRENCE, 1996 L’Obscure splendeur (ORPHEÉ/LA DIFFÉRENCE, 1996 / Anthologie poétique, Editorial José Martí, La Habana, 2001.
2 Prosas escogidas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1983, p.477.
3 Aloysius Bertrand (1807-1841 en París), gran poeta francés del Romanticismo. Escribió una colección de poemas titulado Gaspard de la nuit. El ejemplar de este libro —uno de los preferidos de mi padre— que se encuentra en su biblioteca, está dedicado por Octavio Smith, abogado y poeta, gran amigo de mis padres y miembro del Grupo Orígenes.
4 “No solo son nuestros amigos aquellos a quienes vemos casi a diario, o en “un de cuando en cuando” que es el siempre de toda una vida. Si la amistad, más que presencia es compañía, también lo serán aquellos otros con quienes jamás pudimos conversar porque nos separan abismos de tiempo inexorables”. Conversación con los difuntos, Ediciones del Equilibrista, México, 1991.
5 A través de mi espejo, Ediciones UNIÓN, La Habana, 1981.
6 Esta anécdota de la enfermedad por el atracón de pastelitos franceses la hace en su conferencia, “A través de mi espejo”, y en diferentes entrevistas y documentales.
7 El gran Meaulnes, Alain Fournier. Editorial Letras Cubanas, Colección Cocuyo, La Habana, 1975.
8 Año III, No. 10, La Habana, Verano, 1946, p. 45-46).
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* Divertimentos, Divertissements, de Eliseo Diego, por Éditions Long-Cours (Guadalupe). La traducción estuvo a cargo de Margaita Idieder y su editor fue Gerard Lamoureux.