Leonardo Padura siempre convoca. Si es en Cuba, mucho más. Ayer viernes no importaron ni el excesivo calor, las carencias del transporte o las preocupaciones cotidianas, que no son pocas. Se dijo que Padura estaría en un conversatorio en el Museo Napoleónico de La Habana y eso fue suficiente para los seguidores de su obra.
Un grupo de cubanos que amamos su literatura nos fuimos a escucharlo hablar sobre Personas decentes, su última novela. Allí, el reconocido autor cubano habló con el Dr. Félix Julio Alfonso sobre diversos temas. Y la presencia de Félix Julio era, además de la literatura de Padura, otro gancho para mí, porque sabía que con ambos como anfitriones la pelota se asomaría por alguna parte.
La elección del Museo Napoleónico como local para el diálogo quedó clara luego de una breve introducción histórica realizada por Félix Julio sobre ese lugar, que algún día perteneció al independentista Orestes Ferrara, y sobre la colección del adinerado de la época republicana, Julio Lobo. Además, en uno de los pasajes de Personas decentes se narra la desaparición de un objeto importante relacionado con Napoléon Bonaparte.
Antes del diálogo, Padura fue enfático al confirmar que en el evento no se vendería el libro; la tirada cubana de Ediciones Aurelia se había agotado.
Pero del lobo un pelo: al final se venderían las Cuatro estaciones, divididas en dos volúmenes de la edición cubana de 2016, justo el año en que se desarrollan las últimas peripecias de Mario Conde en Personas decentes.
La conversación comenzó con un recordatorio de Padura a Laurent Cantet, el afamado director francés que murió recientemente, y que dirigió Regreso a Ítaca (2014), “esa película que seguro han visto en alguna copia pirata, como mis últimos libros”.
En el diálogo se abordaron temas vinculados con algunas “obsesiones” del escritor cubano contemporáneo más internacional, como la novela histórica, la figura de Alejo Carpentier, la novela policial, o, sencillamente, La Habana. “Cuando salgo de lo que menos hablo es de literatura, cine o béisbol; siempre tengo que hablar sobre mi condición de cubano”, apuntó.
También fueron protagonistas del conversatorio Paul Auster y Alberto Yarini. Padura explicó a su audiencia, como mismo hizo en uno de sus ensayos una vez, por qué quería ser como Paul Auster, uno de los escritores estadounidenses más importantes de la contemporaneidad, fallecido también recientemente.
Sobre Carpentier sus palabras fueron de elogio, y recordó que hace unos días brindó una conferencia en la Biblioteca Nacional José Martí a propósito de los 120 años del autor de El Siglo de las Luces. Lamentó la ausencia en nuestras librerías de obras de los grandes escritores cubanos, incluido el gran novelista del siglo XX.
Ante la pregunta de Félix Julio sobre Alberto Yarini, Padura reconoció que era una de sus obsesiones hace más de cuarenta años, cuando publicó en dos partes un reportaje sobre el famoso chulo habanero en el periódico Juventud Rebelde. Después quiso retomar al personaje con el cineasta Rigoberto López para una película, pero el Período Especial lo echó todo a perder.
El autor de El hombre que amaba a los perros tuvo la deferencia de adelantar su última obra, un ensayo que tiene a La Habana como tema central, y habló sobre el debate que tiene con su editor español para definir su título. La capital cubana siempre ha estado presente en sus obras, como en su vida, o la de Mario Conde, su personaje icónico. La Habana, esta vez, será su protagonista.
La pelota en la imaginación
El béisbol también tuvo su espacio en la charla, algo inevitable considerando que los dos protagonistas del diálogo son grandes apasionados de nuestro deporte nacional. Un par de frases de Padura pudieran resumir la actualidad que vive la pelota: “Desde 1874, justo cuando se celebró el primer partido oficial, no se cometían tantos errores en un campeonato”, dijo, y añadió que “siempre se ha dicho que cómo esté la pelota está el país”.
Jugó con la anécdota de que si un extraterrestre presenciara un partido de fútbol, en cinco minutos se le explicaban las reglas del juego y comprendería la dinámica, pero con la pelota eso sería imposible. De ahí la magnitud que tiene, para él, un deporte tan bello y complejo.
Contó sobre el surgimiento en Juventud Rebelde de “El alma en el terreno”, que escribió en coautoría con Raúl Arce, y relató que se vendieron 20 mil libros en una noche, en la puerta del estadio. Habló de las entrevistas, y de Manuel Alarcón, “ese pelotero que merece una novela”, apuntó.
Félix Julio lo puso “en tres y dos” al preguntarle sobre el pelotero que le negó un autógrafo. Padura “bateó” a golpe de nostalgia. Evocó su primera visita al Gran Stadium del Cerro con siete años, en 1962, y el recuerdo de Rigoberto Rosique en el cajón de bateo, con su habitual rodeo por detrás del receptor y el ampaya.
Confesó que lo suspendieron en quinto grado por irse a jugar pelota, y relató cómo, en 2014, su madre encontró su carnet escolar de cuarto grado con pésimas notas, en gran medida debidas a esa pasión de pelotero que lo hacía perderse las clases.
Concluyó con una sentencia irrefutable: “Vivo la pelota con mucha intensidad; está en la imaginación. Tiene un espacio muy importante en el espíritu cubano”.
Antes del conversatorio, una amiga me había comentado, asombrada, la visibilidad que tenía Padura por estos días. Al conversatorio en el Museo Napoleónico se suma, en el marco del Mes de Europa, su conferencia-taller: “De Sciascia a Mankell: Los caminos del nuevo policial europeo”, que ocurrirá este sábado a las 4pm en la Galería Taller Gorría, organizado por la Delegación de la Unión Europea en Cuba.
No entiendo el asombro de mi amiga. ¿Acaso Padura es proscrito en su tierra? ¿De nada valen el Premio Nacional de Literatura de Cuba (2012) y el Premio Princesa de Asturias (2015)? Deberíamos tenerlo más cerca y más a menudo, porque el pueblo cubano lo quiere mucho.
Quizás por eso los asistentes hicieron una larga cola para que el frustrado pelotero de Mantilla les firmara sus libros. Y allí, con esa zurda mágica, cumplió con todos.
Fue una tarde linda, en la que se intentó por todos los medios no hablar de política, a la vera de Napoléon, Ferrara, Lobo, la pelota y muchas otras obsesiones.
Saludos, por el artículo esa velada debe haber sido muy instructiva y muy cubana. Es muy penoso que la mayoría de la juventud cubana y quienes no son jóvenes no conozcan de la obra de Leonardo Padura. ? .
? Tendrá que hablar algún dirigente de este pais si está prohibida conocer la obra de Leonardo Padura , que es tan cubano como la palma real ?
No soy ¨dirigente¨, soy de ¨a pié¨. ¿Y quién pudiera sospechar que conocer la obra de Leonardo Padura está prohibida en Cuba?, ¿dónde hayas la prohibición?.
Yo de ¨a pié¨ no percibo la prohibición de conocer su obra, no se le publica mas de lo deseable en medios y con recursos del Estado por las mismas razones que escasean otras publicaciones de igual o mejor utilidad. No hablar ya de publicaciones, de servicios básicos.
He leído todas las obras de Padura, pagadas o no desde el exterior. Las disfruto, no se me prohíbe conocerlas.
Y porqué se intentó por todos los medios no hablar de política?
Ya han llegado hasta ese extremo?
Bien jodidos estarían ya si evitan hablar de política…
porque era una tertulia literaria, no de políticos. O es que todo hay que politizarlo?
Es que somos una jodida bestia peluda y política, muy pero muy politizada porque no serlo es como estar en el margen en la cuneta de la sociedad.
Por qué muchos ni nos enteramos de actividad en la qué éste involucrado El Martillero predilecto y por qué nunca es objeto de la atención de la prensa nacional?
La filosofía será en este planeta de personas sensatas ” la madre de las ciencias “. Ya que veo escritos y no oigo apreciaciones sobre la obra de Leonardo Padura, pidamos a quien autoriza los temas culturales en este país un espacio en la TV cubana que lo conduzca este escritor.