El irreverente antipoeta chileno Nicanor Parra fue enterrado el jueves en su casa del litoral central y, como había especificado, en la tierra. Aunque en Chile se prohíben las inhumaciones fuera del cementerio, era Parra y se cumplió su deseo.
Sus restos fueron trasladados muy temprano desde la Catedral de Santiago, donde fue velado la víspera, hasta el pequeño balneario de Las Cruces, 130 kilómetros (80 millas) al noroeste de la capital. Y fue inhumado en la tierra después de una misa fúnebre en la parroquia del lugar, a la que asistió la presidenta Michelle Bachelet, familiares, amigos y conocidos.
El ataúd aún conservaba el letrero escrito por el propio Parra: “Voy & vuelvo”.
En 2011, en una entrevista, el escritor había solicitado: “Entiérrenme como es debido… en la tierra, no incinerado ni en un nicho”. Y su petición fue cumplida, pues quedó sepultado en un hoyo cavado en la tierra en un sector junto a su casa, donde fue depositado el féretro cubierto por una manta echa por su madre con retazos de tela.
En las afueras de la parroquia se congregaron algunos centenares de personas que están veraneando en el litoral central chileno o que acudieron especialmente a despedir al poeta que vivió los últimos 20 años de su vida en Las Cruces.
Una de sus vecinas dijo a la televisión estatal que Parra “era muy dije [simpático], calladito sí”, mientras un hombre aseguró que acudió a despedirlo después de viajar desde San Fabián de Alico, 550 kilómetros (341 millas) al sur de Las Cruces, donde nació el poeta, matemático y físico.
Tras el oficio el cortejo fúnebre se trasladó a pie, detrás del automóvil que llevaba el ataúd, hasta llegar a la que fue su casa, donde en un sitio aledaño a la vivienda ya se había cavado un hoyo para el féretro. Sus pies daban al mar, pues en vida Parra pidió ser enterrado mirando el océano Pacífico.
El entierro en su casa fue posible porque las autoridades correspondientes accedieron a cumplir sus anhelos.
No fue posible observar si se cumplieron otros de sus deseos, como que en las exequias hubiera un par de zapatos de fútbol, una bacinica floreada, sus gafas negras (para manejar) y un ejemplar de la Biblia.
Parra murió el martes en su casa en la comuna de clase media de La Reina, que estaba siendo recuperada tras años sin usarse y ser invadida por okupas. Regresó a La Reina, al suroriente de la ciudad, pocos días antes de morir.
A lo largo de su vida fue reconocido con honores que incluyen el Premio Nacional de Literatura, en 1969; el Premio Juan Rulfo, en 1991; La Medalla Gabriela Mistral, en 1997; y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2001.
En 2011 fue distinguido con el Premio Miguel de Cervantes, considerado el más importante de la lengua española, y al año siguiente obtuvo el Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda. En cinco ocasiones trascendió que fue considerado para el Nobel de Literatura, un galardón que sí recibieron otros dos destacados escritores chilenos: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Al litoral central llegó un nuevo y famoso poeta, pues además de Parra, Vicente Huidobro está enterrado en Cartagena y el Nobel de Literatura 1971 Pablo Neruda yace en su casa del cercano balneario de Isla Negra, con los pies también en dirección al mar.
AP / OnCuba