La memoria escondida tiene de sincretismo sinfónico. Pero no es ese primer movimiento del Concierto de los ancestros para piano y orquesta que Leo Brouwer escribiera este mismo año para Chucho Valdés, una obra más dentro de la extensa lista de piezas que abordan con una denotada elaboración esa influencia africana en nuestra cultura.
Lleva la partitura de Brouwer esa esencia heredada de compositores considerados clásicos dentro de la música de concierto en la Isla, como Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla. También se revisitan pasajes de ese jazz tan moldeado y enriquecido por importantes cultores criollos del género como Chano Pozo y Mario Bauzá. Y no dejan de estar, quizás ya cuando Chucho ejecutó la pieza con esa manera tan peculiar de tocar el piano legada por Lilí Martínez.
Concierto de los ancestros… no es una obra más. En su segundo movimiento, el denominado Final, a la “Sinfónica” que Leo reunió este domingo en el teatro Karl Marx -conformada por instrumentistas de la Orquesta de Cámara de La Habana y otros solistas-, se unieron los aportes de los Afro-Cuban Messengers (Mensajeros Afrocubanos) que acompañan en los últimos años a Chucho Valdés.
Fueron ellos los encargados de aportarle ese particular sonido traído del continente negro que se acopló con las cuerdas, las trompetas y demás instrumentos.
Vimos a Valdés en otro plano, capaz de cautivar como mismo hace cuando interpreta algún standard y obras suyas. Sin embargo, esta vez fue más clásico. Igualmente la presentación dominical fue un momento para apreciar a Brouwer desdoblado, asumiendo en su creación zonas musicales en las que también demuestra su genialidad.
Luego Valdés hizo de las suyas. Dejó correr su versátil manera de tocar el piano y regaló Afro-Comanche, Lorena´s tango y la estremecedora Abdel. En esa ocasión solo fue seguido por los Afro-Cuban Messenger, o lo que es lo mismo Rodney Barreto en la batería, Gastón Joya en el bajo, Yaroldy Abreu en las congas, y Dreiser Durruthy en los batá y los coros.
“Quiero darle las gracias al maestro Leo Brouwer por haberme invitado, por haber tenido la gentileza de escribir esta pieza para mí. Éramos adolescentes prácticamente cuando nos conocimos y él fue mi maestro en el Teatro Musical de La Habana. Me enseñó a componer, a orquestar y la armonía… Me enseñó la vida. Para mí es uno de los músicos más grandes que jamás hayan existido”, dijo Chucho emocionado justo al concluir su actuación y abrazó a su “mentor”, mientras el público asistente al Karl Marx estaba completamente de pie.
Leo Brouwer había adelantado que este sería un concierto sumamente especial y realmente lo fue. Justamente el programa inició con dos composiciones: Baladas del Decamerón negro para guitarra y cuarteto –en estuvieron compartiendo roles el guitarrista español Ricardo Gallén y el cuarteto de cuerdas Presto-, y el Concierto de La Habana No. 7 para guitarra y orquesta. Esta última con Gallén nuevamente, seguido por otra “Sinfónica” guiada por Leo.
Sin dudas, una jornada final que coronó un evento que ha trascendido por su acertada selección del repertorio y el virtuosidad de sus intérpretes.
Aún así, no nos conformamos con la despedida. Porque el Festival Leo Brouwer de Música de Cámara se ha convertido en un certamen necesario, en un espacio que cada octubre nos permite conectarnos con aristas de nuestra sonoridad y con esas esencias rítmicas de buena parte del mundo. Es un momento único que trae a La Habana un universo sonoro sin igual y demuestra cuán efectiva es esa fórmula enarbolada por sus organizadores en la que se establece un maridaje perfecto de músicas inteligentes.