En este país aparentemente de salsa y son existe un amplio movimiento de hip hop, formado tras años de influencia foránea, experimentación propia e incomprensiones de todo tipo. Circunscrita para muchos, fundamentalmente, al reconocido grupo Los Aldeanos, el tradicional rapeo o a las personas de piel negra; la vida del hip hop nacional es más variada y se puede hablar de un producto, costumbres y prácticas cubanos.
Sin embargo, existen diferencias evidentes y definitivamente importantes, entre la subcultura madre, nacida en barrios neoyorkinos como El Bronx, y esta variante made in Cuba.
Lourdes Suárez, La Cimarrona, es una actriz, narradora oral, y realizadora de teatro hip hop que integrante esta tendencia de acción y pensamiento desde hace 15 años. Con elocuencia suma su voz a las muchas opiniones que todavía despierta un género en gran medida proscrito dentro de nuestro panorama sonoro.
Marginal, marginado o integrado, ¿en cuál de estas definiciones se sitúa el hip hop cubano actual?
Está integrado a empujones y a la fuerza, pero sigue marginado por los estereotipos sobre cómo puede ser el artista que hace el texto. Si es una cultura urbana, está muy lejos de la corbata, un comportamiento estirado y estilístico y cree que la calle tiene la verdad y la realidad que se vive. Somos marginados, por lo que decimos, como nos vestimos y por nuestra estética.
Pero quizás esto se debe también con ese pasado asociado a la violencia entre pandillas en los Estados.
Sí, pero eso fue donde nació y en Cuba no existe algo así. Los decisores, ahora mismo, tienen miedo a la palabra. El vocablo asere, por ejemplo, proviene del abakuá y es para darte la bienvenida y desearte lo mejor. El discurso es directo, sin degradar el español ni buscar la chabacanería. La mala palabra es la mal empleada y ubicada en el discurso; el coño y el carajo son palabras cubanas.
También hay mucho recelo a la incorrecta interpretación de las letras de los raperos, porque dicen las cosas reales. No estamos haciendo que se desplome lo que tenemos, al contrario, y lo hacemos desde el punto de vista del rap. Hoy mismo es el más cercano al pueblo y lo que quiere la nueva política: transformar esas mentes fueras de época y decir las cosas directamente.
¿Se puede hablar entonces de un hip hop cubano…?
Hemos creado uno propio a partir de nuestras necesidades, inquietudes y carencias. El movimiento quiere la integración y la diversidad, y no solo sea el negro, como en los principios; que todo el mundo se identifique con su raíz, porque ahora mismo hay fusión con música campesina, jazzística, pero de origen cubano. Con los estereotipos se rompe hace tiempo, pues hasta se rapea con guayabera, porque nos interesa visibilizar nuestras raíces, mostrar nuestra bandera.
El rapero fue el primero en traer la bandera a su espacio de canto, como parte de la escenografía o en la mesa del DJ, como nuestro estandarte, no como mantel. Nadie creía en ella y ahora mira cuántos jóvenes la llevan por la calle, no sé si por moda, pero eso es un punto de avance. Regalarles una bandera a los niños cuando nacen debería ser una de las políticas patrióticas de este país. No hay que ir a los lugares en los cuales se la venden en CUC. Necesito una bandera para mi proyecto pero no la compro, en ningún precio. Tengo el derecho de tenerla sin que me la cobren en divisa, porque a mí no me pagan en esa moneda.
El hip hop cubano defiende su cubanía, independientemente de que sea una contracultura, como le ponen los teóricos para identificarlo, para encasillarlo, pero es cultura cubana.
¿Hasta qué punto entrar en el juego del mercado no va contra los principios de esta cultura?
Tengo que partir de una confusión. Hay quienes dicen que si tienen mercado dejan de ser underground y no hay nadie más underground que Los Aldeanos, y son los cubanos más vendidos. Se trata de darle a la gente lo que quiere, pero también lo que quiero que tengas: canciones para bailar y otras con el discurso para reflexionar.
El comercio del rap está muy difícil y por eso se aceptan en Cuba los discos independientes, con buena factura estética y de calidad para poder estar en el concurso. Existe el sello Asere, pero es limitado. A las instituciones no les interesa el género pues piensan que nadie va a comprar y en estos momentos el artista underground pierde más de lo ganado.
¿Mantiene el género en el país su esencia contestataria y crítica?
Esa es la base, si no, no fuera una cultura revolucionaria, de resistencia, la cual te da elementos para transformar la vida en el trabajo con la comunidad. Por ejemplo, presos con quienes hemos trabajado después se incorporaron a la cultura hip hop. Si los decisores la estudiaran, la tendrían más en cuenta. Es un elemento que este país necesita para cambiar, transformarse, sin perder la esencia.
A las personas les digo que escuchen rap, lean textos, vayan a las investigaciones dentro de la cultura hip hop, pues allí decimos, constantemente, muchas cosas que podrían hacer. Damos razones, pues somos buenos hijos, padres y defendemos la cubanía.
Los aldeanos y Silvito el Libre, lo mejor que dio Cuba, tremenda pena que triunfen y sean muy reconocidos fuera que dentro
Buen trabajo, interesante, de un tema del que no se escribe mucho… Saludos