Mientras algunos decían (o dicen) que Rembert Egües estaba retirado y era una pieza de museo, ya pasada, casi sin valor, el hijo del mítico Richard Egües, sigue haciendo la música con su originalísimo estilo y no para.
«Vengo de pasar casi 30 años en París y eso ha hecho que la gente se olvide de mi, que las nuevas generaciones no me conozcan», nos dice el compositor, director de orquesta, pianista, flautista.
Aunque no le guste el título de Maestro, «porque se ha banalizado mucho en Cuba», ante su obra sí hay que quitarse el sombrero y rendirle todos los honores que merece.
Actualmente se prepara para culminar con artistas de la Isla el ciclo de un contrato en Alemania con la comedia musical Soy Cuba, de su autoría. Luego estarán en Barcelona con el mismo espectáculo y ya se anuncia la segunda parte de esta superproducción para llevarla hasta el Casino de París en 2020.
El autor de “Bachiana” revela con emoción que trabaja en un álbum titulado De Re a Re (De Rembert Egües a Richard Egües), disco homenaje a su padre.
«Hay cinco o seis obras de su autoría, arregladas a mi manera, y el resto son temas míos. He contado con la colaboración de figuras prominentes de la canción y el instrumento como Beatriz Márquez, Isacc Delgado, Omara Portuondo, Pancho Amat, Maraca, Ignacio Berroa, Germán Velazco, Amadito Valdés. Todos han tenido la amabilidad de participar en este tributo a mi padre. Estoy grabando y espero que salga este año».
¿Cuánto influyeron en su formación musical e intelectual su abuelo y su papá?
Influyeron decisivamente. También mi hermana Gladys Egües, quien me incitó a leer. Yo era un niño raro que con 11 años leía a Hermann Hesse, Thomas Man, James Joyce, y hubo otros profesores a los cuales les debo mucho en mi carrera. Entre ellos está el desaparecido compositor norteamericano Frederick Smith que vivió muchos años en nuestro país. Uno se nutre de todos los factores, porque yo me considero todavía el eterno alumno.
Un niño prodigio…
No sé. Lo que pasa es que comencé muy jovencito. Algunos compañeros y yo hicimos un grupo que se llamaba Los chicos del Jazz y era cuando teníamos 11 años, hasta que con 15 comencé a trabajar profesionalmente con Felipe Dulzaides.
¿Cuán seguro o inseguro estaba musicalmente en aquellos momentos?
Yo estaba muy seguro en esa época, ahora es que estoy inseguro. En línea general yo tuve una carrera muy clara porque siempre he hecho una sola cosa: música.
Llama la atención cómo usted introdujo en el panorama musical cubano la obra de Bach. De ese “experimento” nació “Bachiana”, interpretada por Luisa María Güell, ¿cómo lo hizo?
Hace mucho tiempo conocí a una muchacha con la que entablé una amistad de casi 50 años y ella, en aquella época, me envió un disco de un grupo francés, compuesto por estudiantes del Conservatorio de París que cantaban la música de Johann Sebastian Bach, donde estaba la hermana de Michel Legrand quien le hacía los arreglos al grupo en jazz. Aquel disco me impresionó mucho y nació la idea.
Tengamos en cuenta que también estaban las “Bachianas” de Heitor Villa Lobos y no sé por qué me propuse hacer una canción titulada “Bachiana” con la influencia de Bach. En música cubana no se había hecho nada por el estilo. En realidad yo no la hice ni pensando en Luisa María Güell, pero se la mostré a Felipe Dulzaides y fue él quien habló con Luis María. Me emocionaba mucho que, según me contaban, los estudiantes del conservatorio de aquella época, se ponían a escucharla y a comentar sobre la canción.
Transitar por el Conjunto Folclórico Nacional y hacer toda una época profundamente creativa dentro de la Marina de Guerra hablan de un músico incansable. ¿Qué fue dejando positiva y negativamente todos estos procesos?
Negativo, nada. Creo que todo el trabajo que uno hace es positivo, aunque muchas veces algunos no dan resultado. Yo soy un compositor que lo mismo me enfrento a una canción, que me enfrento a una obra sinfónica…
Usted ha coqueteado con el teatro, la televisión y el cine. ¿Con cuál se queda?
Me gusta mucho el cine, porque le permite a uno jugar con muchos estilos y creativamente es muy interesante. Para expresarme también me gusta el teatro porque la actuación en vivo es muy reconfortante.
Algunos músicos y estudiosos coinciden que en Cuba, por diversas razones, se instaló un empobrecimiento en la creación musical. ¿Coincide con esta afirmación?
No es que no haya buena creación musical. Aquí tenemos muy buenos músicos y muy buenos creadores. El problema es que a veces la difusión no acompaña y este es un tema muy delicado porque hay programas dedicados al danzón, a otros géneros… pero son museos.
También sucede que la grosería se ha generalizado mucho y no es que yo sea un viejo, todo lo contrario, soy un tipo muy adelantado en mis concepciones, pero lo grosería no es linda, ni agradable, ni necesaria.
¿Cuál es esa obra que describe sustancialmente todo su estilo?
No sé. No tengo tiempo para analizar mi obra. Lo que sí es característico en mí es que no me gustan los caminos fáciles. Y no es que yo escriba difícil, pero sí me gusta divertirme con lo que hago. Trato de evitar lo convencional.
¿Qué la falta por descubrir musicalmente?
¡Ah, la música! Cuando uno tiene varios años se va volviendo más inseguro y quisiera saber más, tener más conocimientos. Por eso me gusta ser considerado como el eterno alumno.