Susan Sillins propició uno de los momentos más cruciales para la música cubana. Hace décadas la estadounidense era manager de Chucho Valdés e Irakere, pero sabía que todo no podía quedar ahí, que faltaba algo para que el jazz cubano cerrara un periodo y abriera un nuevo ciclo que entraría, por su propio peso, a la historia.
Chucho y su padre, Bebo, no se veían desde hacía años. Susan entonces puso en el azador todas sus habilidades para el diálogo y logró en apenas un instante lo que muchos habían estado esperando como si les fuera la vida en ello: Bebo y su hijo se reencontraron después de 18 años en la casa de la estadounidense, donde permanecieron juntos durante dos formidables semanas.
Ella, con este reencuentro, también había cerrado un capítulo en su vida. Había logrado restablecer un vínculo que la llenaba de paz interior, de armonía y de ganas de seguir afianzando su trabajo con la música cubana. Con la calma que otorga el paso del tiempo, Susan recuerda como un hecho muy trascendente lo que ocurrió en su casa durante esos días.
“Fue algo muy importante para mí volver a verlos juntos. Después de ese tiempo en mi casa, Bebo y Chucho volvieron a reunirse para tocar y crear otros proyectos. Resultó un momento muy trascendente para mi vida”; recuerda Susan, quien acaba de regresar a Cuba junto al proyecto Horns To Havana, del cual es fundadora.
Esta iniciativa, creada en 2010 para promover el intercambio entre músicos estadounidenses y estudiantes cubanos, le despierta la misma pasión con la que reunió a dos de los instrumentistas más influyentes en la historia del jazz y la música cubana.
Susan da testimonio de los años en que ha visto crecer este proyecto hasta convertirse en uno de los puentes más sólidos para el intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos; un puente sobre el que se han mantenido la libertad del jazz y los vínculos creativos entre dos países que, siempre en medio de turbulencias políticas, han tenido en la música –y sobre todo en el jazz– un invaluable espacio de comunidad.
Recordemos, por ejemplo, los conciertos Havana Jam en el 1979, los propios festivales de Jazz en La Habana y más recientemente, en 2015, los explosivos conciertos de Wynton Marsalis con su tropa del Jazz at Lincoln Center Orchestra en el teatro Mella de La Habana.
Precisamente a partir del viaje de Marsalis y la Lincoln Center Orchestra surgió Horns To Havana, que ha visto en Susan a una de sus principales gestoras.
“Llevo 25 años trabajando con Cuba, entre ellos varios como manager de Chucho. Ahora con Horns to Havana he visto renacer las esperanzas en el diálogo, en un posible entendimiento entre ambos países porque tenemos muchas cosas en común. Lo confirmo cada vez que veo a los estudiantes cubanos compartir con los músicos que viajan de Estados Unidos para los proyectos de colaboración con las escuelas”, dice Susan a OnCuba fuera de un aula de la escuela Amadeo Roldán, en Centro Habana.
Minutos antes había asistido a una jam session protagonizada por los integrantes de la Preservation Hall Jazz Band, de Nueva Orleans, y un grupo de estudiantes cubanos. “Todo ha sido pura magia”, afirma acompañada de uno de los miembros de la orquesta.
La Preservation Hall Jazz Band ha viajado en tres ocasiones a Cuba. Incluso grabó un documental sobre sus “experiencias cubanas” que fue presentado en Estados Unidos y en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana.
Ronell Johnson, uno de sus músicos, habla de celebración y libertad cuando le pregunto sobre la esencia del jazz que defiende el ensemble, ese mismo estilo que reconfiguró la música estadounidense y del cual nació casi todo lo que musicalmente vendría después.
Ronell es un multinstrumentista que habla como si estuviera en medio del fuego de una sesión de jazz. “El jazz nos une, es una música para la alegría, las festividades”, comenta y con cada movimiento de su cuerpo se empeña en reafirmar lo que dice.
“Es una oportunidad increíble poder venir a Cuba. Si los gobiernos no se pueden entender, nosotros sí. En Estados Unidos muchos músicos quieren viajar a Cuba, y en Cuba muchos sienten admiración por la cultura estadounidense. Nuestro amor es recíproco y todos somos la misma persona”, dice mientras saluda a dos de los alumnos con los que había compartido las clases en la mañana.
“La política divide, pero el jazz une”, dice Ronell antes de marcharse junto a sus estudiantes. Luego lo vemos sentando en el piano mientras una muy joven alumna canta como si estuviera en la oscuridad del club de jazz. Ronell levanta los ojos sin despegar las manos del piano.
“¿Ves?, es todo alegría, eso es lo que siempre nos llevamos de nuestros viajes a Cuba”, expresa antes de ser “congelado” nuevamente por el fotógrafo que dará fe de todo lo que puede suceder en un aula de una escuela de música cubana cuando el jazz entra por la puerta de la mano de unos talentosos músicos estadounidenses y de un proyecto que en Cuba parece llegó para quedarse.
Horns to Havana por dentro
Las jazz band de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y Amadeo Roldán viajaron hace tres años a Nueva York para un intercambio con la orquesta Jazz at Lincoln Center.
Un año después repitieron la experiencia en New Orleans con los músicos de la agrupación Preservation Hall Jazz Band. Ambos encuentros, que indudablemente contribuyeron de forma notable a la formación de los jóvenes instrumentistas cubanos, fueron organizados por Horns to Havana.
Los integrantes de esta iniciativa han viajado sistemáticamente a La Habana para fortalecer sus vínculos con las escuelas de arte, potenciar los vínculos culturales entre ambos países y donar instrumentos musicales a estudiantes de varias instalaciones educacionales del país.
Horns to Havana es una de las plataformas que durante la 34 edición del Jazz Plaza da relieve a la formación musical en la isla y abre un amplio abanico de posibilidades para el conocimiento sobre los vasos comunicantes entre el jazz estadounidense y cubano, al tiempo que estimula el aprendizaje de los estudiantes acerca de las distintas maneras de comprender y ejecutar un género tan diverso como el jazz.
Susan Sillins junto al saxofonista Víctor Goines, integrante de Jazz at Lincoln Center Orchestra, encabezan la delegación norteamericana que se encuentra en la Isla para participar en el Jazz Plaza y continuar los intercambios con los alumnos de las escuelas de arte.
En esta edición el baterista cubano Dafnis Prieto, radicado hace más de dos décadas en Estados Unidos, ha impartido talleres a estudiantes de los escuelas Amadeo Roldán y Guillermo Tomás y ofrecerá una clase magistral en la ENA, mientras Víctor Goines volverá a encontrarse en medio de las aulas con sus estudiantes cubanos. Habrá además encuentros con otros maestros del jazz estadounidense y como ya es habitual los miembros del proyecto han donado directamente instrumentos a estudiantes de música en Cuba.
Este proyecto, por su relevancia, está considerado por sus fundadores como una de las iniciativas de mayor peso para sostener e impulsar los diálogos creativos entre el jazz norteamericano y las nuevas generaciones de instrumentistas de la isla.
Definitivamente, la política divide pero la música y el arte unen. ¡Larga vida al jazz, la música toda y el arte en general! Felicidades a quienes han promovido estos encuentros y que su ejemplo fructifique para bien de la humanidad. Saludos desde Yucatán, México.