De Las Terrazas, un paraje remoto al oeste de la capital cubana, todo el mundo habla del canopy, los fabulosos paisajes naturales, el turismo y de Polo Montañéz, porque no puede faltar en una frase sobre esa comunidad el nombre con el que mundialmente se conoce a Fernando Borrego Linares, convertido por puro canto e inspiración en el símbolo de este paraíso verde.
No son palabrerías, Polo Montañéz en Las Terrazas es una especie de dios instaurado en el Olimpo a golpe de ternura y exquisita composición, detalles que le permitieron también conquistar algunos puntos del planeta que guardan poca o ninguna relación con el son, pero igual quedaron maravillados con el ritmo y sabor del Guajiro Natural.
Cualquier día del año usted puede viajar a Las Terrazas con la seguridad de que encontrará calma, paz, una fuente de inspiración al margen de las corrientes del río San Juan o del concierto que se compone en el monte, pero siempre hay un momento válido para cambiar el curso de la vida, un instante de quiebre o respiro que oxigena y rememora las canciones de la mítica estrella, fallecido tempranamente.
Ese punto lo ubicamos en el Jolgorio para Polo Montañéz, fecha que los nativos llaman “regocijo, diversión con ruido y bullicio”, o lo que es lo mismo, una festividad propicia para reunir músicos, compositores, artistas plásticos o simplemente fanáticos románticos de las partituras del sonero.
El Jolgorio, en resumidas palabras, es el momento que la comunidad y las instancias turísticas encontraron como vitrina ideal para festejar el cumpleaños de Polo (5 de junio), en esta ocasión con particular sentir, pues el Guajiro del Laberinto llegaría a las seis décadas de vida de no ser por aquel fatídico accidente que tronchó su destino el 20 de noviembre del 2002.
Por vueltas que da la vida, este 5 de junio abrió con un intimidante aguacero que puso en riesgo los planes de Jolgorio o cualquier otra descarga, pero al final del día, Las Terrazas le regaló a todos los atrevidos visitantes un atardecer de leyenda, con los colores más nítidos y contrastantes jamás imaginados, preludio de dos jornadas exquisitas a pleno sol.
Apostadas allí, en la gris tarde de viernes, ya estaban decenas de tiendas de campaña rojas y azules, en las cuales se alojaron otros tantos intrépidos recompensados luego con días de música ininterrumpida y múltiples encantos guardados en el río San Juan o el Lago el Palmar.
En cualquiera de los senderos, bien se podía encontrar a La Negra, una de las hermanas de Polo, mujer conversadora, dispuesta a contar las travesuras del cantante desde su cuna, pasando por la infancia y los años de brillo en la música.
“Yo fui quien lo recibí en este mundo, la historia es muy larga y no hay mucho tiempo de contarla, pero eso siempre me quedará, como sus primeros años de vida, todas las vivencias en estas montañas junto con mami y el resto de los hermanos, porque somos 12 en total, aunque ya todos no están con nosotros”, recuerda La Negra, quien prefirió no descubrir su verdadero nombre.
“Solo soy La Negra, si te digo cualquier otro nombre y preguntas por mi en Las Terrazas, o en el mismo edificio 9 donde vivo, nadie te sabría decir de quién hablas”, confesó la señora de casi 80 años, una de las más confiables vigilantes en el Lago el Palmar.
Tanto ella como Luis, otro de sus hermanos vinculado a la atención de la Casa de Polo (recinto turístico con aires de museo donde se exhiben prendas y obras publicadas sobre el cantante), pueden dar fe de la fiesta que se montó en Las Terrazas con el segundo Jolgorio, animado por cientos de cubanos y extranjeros.
Improvisadores cargados con una artillería de palabras, poesía a fin de cuentas, animaron las veladas a golpe de controversias en un Guatecazo que también protagonizaron el coro Cantoría del Rosario, forjado en la única escuela de la Comunidad, o la orquesta Nuevas Liras, sinfonía a pura guitarra.
Todo compaginó, incluso la sui generis presentación del Laboratorio Nacional de la Música Electroacústica, que debutó con pistas a partir de las letras de Polo, burlando el apagón de medianoche y la lluvia que todavía amenazaba con aniquilar el show.
Ya el sábado, sin rastros de mal tiempo, expulsado rotundamente por la armonía de una reserva natural deslumbrante, miembros de Giganterías Habana y la Comparsa del Mariel quebraron la habitual calma matutina y dejaron la pista ardiendo a Los Cuenteros de Artemisa y los grupos Alabao, Yaguar, Terrazon y otros.
Para colmo, todo estuvo aderezado con un intermedio artístico, excelso de fútbol y goles firmados por Rakitic, Luis Suárez y Neymar, protagonistas en la enésima pincelada de un Barcelona sublime que también puso a Las Terrazas al ritmo de la Champions League, de las mayores atracciones para cubanos y extranjeros en la actualidad.
Sin embargo, lo confieso, fueron horas en las cuales faltaron más letras de Polo, autor de un centenar de temas que podían ganar más espacio en una celebración tan genuina, aunque en la noche María Elena Lazo, Vania Borges y los hermanos Cristian y Rey Alonso (hijos de Pachito Alonso) pusieron en órbita varios temas que sacaron las lagrimas o el pasillo de casi tres mil bailadores.
“Recuerdo escucharlo cantar en Barranquilla, los vítores que se levantaban no eran solo por la sonoridad o el ritmo, genial también era su letra, su mensaje, un canto al amor que volvía locos a todos”, expresó a Oncuba Salomé Moreno, turista colombiana de visita en Las Terrazas.
Y lo cierto es que no hubo mejor forma de revivir, entre cubanos, colombianos, italianos, españoles y amantes de la música de Polo Montañez, la imagen de ese hombre que fue de la Cañada del Infierno hasta la misma Comunidad, pasando por Casa Blanca y la Finca del Cusco, bajando un montón de estrellas por el camino.
RITMO Y SABOR DE UN GUJAJIRO NATURAL
QUE A DECIR MÍO ; ES DEL MUNDO MUSICAL