No se considera un jazzista que profese un estilo único en cuanto a propuesta musical. Yasek Manzano está convencido de que el arte es una secuencia de impulsos creativos que puede arrojar resultados favorables cuando existe tesón, entrega, estudio.
Para muchos, representa uno de los talentos jóvenes de la música cubana con mayores éxitos. Para otros, debe encausar más sabiamente el don de la sinfonía para conseguir acercarse mucho mejor a un público más amplio.
Independientemente de cualquier consideración, lo cierto es que ha sabido hacer de su arte una forma de vida que place a sus seguidores y suele dejar huellas bien marcadas en cualquier escenario de Cuba o el resto del mundo.
Comenzó desde niño a adentrarse en el ambiente de las sonoridades y transitó por varias escuelas de arte en La Habana, donde se convirtió en trompetista. A los 17 años ya tocaba profesionalmente con varias agrupaciones cubanas en diversos centros culturales.
Un día, al azar, su maestro Bobby Carcassés le presentó en La zorra y el cuervo al reconocido jazzista americano Wynton Marsalis. El encuentro fue una gran sorpresa para el joven, pues los artistas americanos eran sancionados por visitar Cuba. Ese día tuvo la oportunidad de interpretar piezas con el músico norteño y comenzó una relación que duraría hasta el presente.
Poco tiempo después viajó a Estados Unidos para pulir sus conocimientos de jazz en la Escuela Juilliard, en Nueva York. Aunque se siente satisfecho con los conocimientos adquiridos en ese centro educativo, piensa que en otros colegios, como Manhattan School of Music o New England Conservatory, con una apropiación musical más amplia, pudo haber obtenido un acercamiento más apegado a sus intereses como latino.
En declaraciones a OnCuba, Yasek manifestó que su experiencia allí fue increíble porque se trata de una escuela con un nivel de exigencia muy grande. Lo recibieron bien desde el punto de vista musical; pero el inglés se convirtió en su mayor dificultad.
“No obstante, hice un gran esfuerzo porque el trabajo era muy intenso. También recibí clases privadas con Marsalis y conocí a otros importantes jazzistas norteamericanos”, resaltó.
Para Yasek, su presencia en Juilliard causó gran admiración por su condición de cubano. Sin embargo, confesó que en ocasiones se sintió un poco “segregado” porque era el único latino en ese programa de jazz.
“Además, los otros estudiantes tenían una idea muy conservadora del jazz, y yo venía de un país donde se fusiona este género con la melodía latina, la afrocubana y otros ritmos. A mí me interesaba estudiar el origen de la música, pero también tenía interés por desarrollar un lenguaje más ligado a mis raíces.
“Juilliard me dio una visión de lo que es la música en general; pero yo quería, por ejemplo, ver cómo se hacía el jazz latino en Estados Unidos, que es muy diferente a como se hace en Cuba. No obstante, adquirí un buen nivel de preparación y una organización muy importante para componer o estudiar la técnica del instrumento”, destacó.
Según el joven, Marsalis es un gran educador que posee una manera muy peculiar de enseñar: hace reflexionar sobre los orígenes culturales de sus alumnos para que logren expresarlos a través de la música.
“Con él aprendí a ser muy sincero conmigo mismo y con los demás. Estoy convencido de que lo más importante para un músico es la sinceridad”, subrayó.
A su regreso a Cuba, el artista logró crear su propio grupo: Yasek Manzano y su quinteto de jazz, con el cual comenzó a tocar música tradicional americana, hasta que evolucionó al jazz progresivo.
Eso significa que su música se desenvuelve espontáneamente: va en múltiples direcciones, desde un ritmo árabe a uno afro. No suele hacer puro jazz latino, aunque se vale mucho de él y usa los ritmos cubanos de una manera muy personal.
En el disco Amnio 1407, que obtuvo el galardón al mejor CD de jazz en los Premios Cubadisco 2010, sobresale su forma de hacer arte. Fusiona diferentes géneros cubanos, los ritmos brasileños, el rock, la música africana…
“Ahora estoy usando también la música electrónica, con el proyecto In Transit. Este tipo de sonoridad tiene gran audiencia en Cuba y quise vincularlo porque a muchos jóvenes no les gusta el jazz, lo encuentran muy complicado o ha sido tradicionalmente para minorías.
“Con estas nuevas mezclas estoy logrando resultados muy satisfactorios. Por ejemplo, en febrero pasado hice un concierto en el Museo Nacional de Bellas Artes con varios invitados y el teatro se llenó. Pretendo hacer un DVD con la presentación. También he llevado este proyecto a la Fábrica de Arte Cubano y ha tenido gran aceptación porque la gente baila. Eso es muy reconfortante.
“Estoy preparando, además, un concierto con tres movimientos que es una especie de fantasía, una historieta infantil relacionada con mi infancia. Empleo música cubana y modifico las claves tradicionales. Eso quedará para un próximo disco”, señaló.
A pesar del éxito alcanzado con su agrupación, Yasek añadió que no resulta fácil encontrar músicos adecuados, en tanto el trabajo que propone es complicado y exigente.
“Requiere de la consagración de todos, y cada cual tiene que poner su talento a prueba. No obligo a nadie a seguir un esquema, pero los conduzco por mi camino. Lo cierto es que también necesito los criterios de los demás para impulsar mi idea central”, indicó.
Sobre la formación jazzística en Cuba, opinó que debe existir una escuela formal para este género, con características precisas y mucha libertad para que los artistas puedan desarrollar sus obras.
“Debería disponerse de un programa académico que lleve a los estudiantes a comprender los orígenes del jazz, pero también nuestra música. Actualmente lo que se produce aquí tiene una gran influencia neoyorquina, con un toque muy cubano.
“Los jazzistas de la Isla buscan siempre un regreso a sus orígenes. Eso no se ha perdido, aunque los lenguajes sean más modernos. No obstante, la música sigue siendo pura creación. Yo estoy muy feliz con lo que hago, a pesar de lo difícil que es tener un proyecto de jazz en este país.
“Hasta ahora me ha ido bien. Yo vivo de esto, pero el jazz no es un género para lucrar. Pienso que hace falta educar al pueblo para que lo escuche aún más. Tenemos un público muy culto en muchos sentidos, pero abunda una música comercial que cubre la mente de la gente porque es muy fácil de consumir. Esto trae como consecuencia la implementación una subcultura vulgar y barata, que no contribuye favorablemente al desarrollo de la cultura cubana”, concluyó el artista.
He escuchado tocar a Yasek Manzano en varias ocasiones, sobre todo en el evento Amigos del Jazz, que organiza la UNEAC en Santiago de Cuba junto a la Fundación Caguayo, y que a lo largo de unas pocas ediciones ha resucitado el fantasma hermoso del jazz en el oriente cubano. Hasta donde me consta no se enseña el jazz en los conservatorios cubanos. Es una decisión creativa que asumen los músicos jóvenes a cuenta y riesgo. Quizás sea mejor así. En todo caso les recomiendo el grupo de Iván Acosta, e Influencia, y como solista, a la gran Zulema Iglesias, la voz femenina más potente del panorama de la música cubana contemporánea, muy dúctil y seductora, con una tesitura bestial, que le permite cantar lo que sea. También a Vilma Ramírez y Giselle Lage, muy jóvenes, pero igualmente talentosas. Son todos de Santiago de Cuba. También les recomiendo el Iris Jazz Club, de Plaza de Marte, un espacio que intenta tener una programación atractiva al respecto. Una lástima que no tenga aún una audiencia asidua.