Esa muchacha va a ganar, masculló una de las favoritas al galardón. Cuando la vio descender de la escalera rumbo al escenario, cuando la vio danzar en el aire, su mirada se tornó vidriosa. Va a ganar, repitió…
El jurado deliberó hasta la madrugada. Las participantes, en un salón contiguo, tampoco podían dormir. El oráculo se cumplió: Farah María ganó el Gran Premio del Festival Orfeo de Oro 1976, entonces, una de las vitrinas de la cancionística internacional en Europa del Este.
No fue solo Bulgaria. En esa propia década se acreditó el premio de interpretación en Dresde, en el difícil Sopot y hasta en Tokio. En el Festival Mundial de la Canción Yamaha, fue la sensación con “Recuerdo de aquel largo viaje” de Raúl Gómez. La estoy escuchando.
Atesoro un video del Guzmán 1981, aquel concurso que tanto aportó a nuestra música, que tanto rigor devolvió a la televisión cubana. Cantan “La Lupe” de Juan Almeida, a cuatro voces: Amelita Frades, Beatriz Márquez y Elena Burque. La última en salir es Farah. Los aplausos arrecian. El cable del micrófono da un pequeño tirón que ella sabe sortear con elegancia. Aparece en todo su esplendor.
Me parecía que estaba soñando, que estaba flotando… me comentó una tarde. De eso sabía: de flotar, de hacer soñar a los demás. Me lo dijo en su propia casa, al lado del piano, al lado de los girasoles de la popularidad que la revista Opina, que sus seguidores le propiciaron.
Fue la gema del cuarteto que integraron Memé Solís, Miguel Ángel Piña y Héctor Téllez, antes de su carrera en solitario. Un tango como “Adiós muchachos” o un chachachá como “El Alardoso”, parecían escritos para ella. Interpretó a grandes autores, pero siempre supo cuál era su cuerda, siempre supo escoger a sus acompañantes.
Cierto que fue modelo en sus inicios, que tomó incluso clases de ballet; pero ella subió un escaño en eso de pulir lo que natura le dispensó. Tejió su red, haló el cordel, rindió a todos, hasta que le bautizaron como “La gacela de Cuba”, como “La gacela que canta”.
Podía aparecer ante las cámaras. Podía cantar en las arenas. Podía subir a las tablas con un vestido glamuroso. Siempre sensual, pero jamás grosera. Los hombres querían tenerle cerca. Las mujeres, envidiaban su figura. Era un “dolor de cabeza”.
Tengo muchos amigos que cuentan conmigo. Provengo de una familia numerosa, será por eso que me gusta compartir. Y siempre estoy buscando la felicidad, me confesó a media voz, con una insospechada timidez, con auténtica modestia.
En 2012, Enrique Pineda Barnet la invitó a su polémica cinta Verde, verde. Farah es la dama omnipresente que vigila, que asiente, que critica. Le basta una mirada. No fue su primera vez en el cine, ni su primera actuación especial.
Hay una pieza musical que le ha perseguido. Se la pedían en cualquier sitio, en cualquier momento. Casi no hay que nombrarla. Ella le entregó a la inspiración de Enrique Jorrín, todo su donaire. Hizo del pequeño tema, un exitazo.
Alguna vez se dijo que “el tiburón” no se refiere precisamente a un escualo. Resulta metafórico bautismo hacia aquellos que van al malecón y a otras zonas afines… para erotizarse.
Muchos le agasajaron por sus setenta años. No lo podían creer. Nos resistimos a que el tiempo pase sobre las personas que admiramos, a que le rocen las tristezas. Las queremos siempre vencedoras.
Farah María es una época, un estilo, un sueño. Es la novia de toda una generación de cubanos. Y nos acompaña, eternamente grácil, con un duende imbatible: “Yo no me baño en el malecón…”
Farah, Mirtha, ANNIA, Magguie, inolvidables. Como también María de Jesús López, que sigue “en las tinieblas”, nadie la pone. Marusha, Malena, Tanya, Albita, Mayra de la Vega, las Nubiola, Marlen Calvo, cuántas voces perdidas…casi olvidadas. ¿Habrá que conformarse con Rebeca o Mariantonieta? Oreja con la Cepeda…la tienen quemaíta.
Como siempre tan acertado mi amigo Reinaldo, Farah supo desde siempre como llenar un escenario, llegaba como quien dice sin rosar el piso y marco como bien señalas una epoca, una etapa en la que nosotras las mujeres nos manteniamos al tanto de su forma de vestir y de conducirse, en unas pocas palabras: alguien con clase.
Farah María. A pesar de tener 35 años soy demasiado joven para admirarla y demasiado viejo como para no saber quien es. Pero si. Vicente Azules tiene muchísima razón. Cuántas divas de todos los colores y registros han tenido que bañarse en el Malecón. Es decir. Saltar el muro. Irse con sus cuerdas vocales a otra parte. Espero que esta sea la primera de una seguidilla de acercamiento a las randas damas y damiselas de la canción cubana. Gracias Rey.
Precioso artículo a la maravillosa y querida Farah, la dulzura personificada! Gracias por recordarnos esos lindos momentos de su vida.
Mi admiración toda para esta gran mujerde la canción cubana. Siempre una dama, nunca vulgar. Formas majestuosas. Recuerdo de niño que mi padre y vecinos dejaban temporalmente el partido de dominó para ver a Farah en la TV en blanco en negro, pero era Farah. Todo un espectáculo!
Como les interesa a los lectores norteamericanos la vida de Farah María
Lizt
Litz… no sé si eres hombre o mujer, pero te tengo tres pregunticas: cómo sabes lo que le interesa a los lectores nortemericanos, acaso ha s hecho alguna encuesta? Sabes tú quien lee ON CUBA, si son solo los norteamericanos? Y finalmente, por qué te preocupa lo que cada quien, sea norteamericano, cubano o de donde sea, decide leer? Cuidado… que las opiniones no te parezcan las razones…
Reynaldo y esa foto es de ahora con 70 años?
A LOS NORTEAMERICANOS NO , PERO A LOS CUBANOS , SI , Y MIAMI ESTA LLENA DE CUBANOS,QUESEGURO LA RECUERDAN CON MUCHO CARIÑO,HAY ENVIDIA TU NO DESAPARECES DE ESTE MUNDO
Ella me gustaba cuando adolecente, era algo especial….
Que hermoso articulo ..lleno de verdad y poesía