No es fortuito que Juan Carlos Roque Moreno acapare titulares en los medios de comunicación de Cuba. Lo respaldan años de trabajo e interpretaciones que han trascendido en el cine, el teatro y la televisión.
Es médico de formación, y aunque la actuación no fue la primera disciplina en la que puso su atención, fue en esta manifestación artística en la que encontró su vocación.
Muchos lo conocieron por su papel en la película Suite Habana (2003), aunque a estas alturas el artista, nacido el 4 de abril de 1965 en La Habana, tiene en su historial varios largometrajes exitosos, entre los que destacan Páginas del diario de Mauricio (2006), Madrigal (2007), Kangamba (2008) y Conducta (2014).
Su larga trayectoria, no obstante, no ha dependido exclusivamente del cine. El teatro y la pequeña pantalla lo han ubicado también en el radar del público. Por el camino nos ha dejado grandes actuaciones en telenovelas, desde el Mauricio de Bajo el mismo sol (2011), pasando por Bobby, de La otra esquina (2014), Alberto en El rostro de los días (2020), y Norberto en Vuelve a mirar (2021).
Todo en el arte de Roque es genuino y de excelencia, aunque los retos que ha encontrado por el camino no han sido pocos.
Se hizo viral en las redes sociales la noticia de que te mudabas a España, sin embargo te hemos visto más presente que nunca en nuestros medios. ¿Regresaste a casa o no llegaste a irte?
Los medios a veces magnifican las cosas. Fui a España a explorar oportunidades de trabajo. Soy ciudadano español hace muchos años y nunca había tenido ganas de viajar hasta ese momento, a pesar de que se me habían presentado varias oportunidades.
Me ofrecieron opciones de trabajo que, al llegar a España, no existían, y junto a eso también pasé por una etapa mala de mi vida. Tuve problemas de salud que afectaron mi visión y los planes que inicialmente parecían ir sobre ruedas se truncaron. Tomé la decisión de regresar a Cuba. En definitiva, el lugar más feliz es al lado de la familia. Regresé para recuperarme y seguir trabajando en nuestro país.
Los actores que tenemos la oportunidad de viajar al exterior no debemos hacerlo con la esperanza de desenvolvernos en nuestra profesión fuera de la isla, a no ser que hayamos sido contratados.
Tengo colegas en España que están trabajando en disímiles cosas, y que tratan de hacer teatro para que no muera en ellos el don con el que nacieron. Están haciendo cosas muy bellas, con mucho trabajo y sacrificio. Pero no llegan pensando que van a ser actores, y si lo hacen enseguida chocan con la realidad del inmigrante.
No fui pensando en actuar. Regresar fue una decisión valiente. No iba a seguir en un lugar que me estaba afectando desde el punto de vista físico y psicológico.
¿En esta profesión hay una obsesión por el éxito?
Creo que en general, no solo en esta profesión. En el caso de los actores que conozco no he percibido esa obsesión, la que sí he visto es aquella otra por alcanzar la verdad en cada obra o personaje que los toca.
La búsqueda del éxito no es algo intrínseco del arte. El arte que está marcado por esa obsesión no es honesto. He hecho muchas cosas que sé que no van a tener un gran resultado y las he realizado aún estando consciente de ello, desde el compromiso con la verdad.
La persona que desconoce este mundo puede pensar que es glamuroso, que tiene una excelente remuneración y que todo es una alfombra roja, pero no es así. La actuación lleva mucho estudio, sacrificio, hay que exponerse como ser humano, y no se trata de brillar, sino de abrirse y mostrar, porque cada personaje lleva un poco de uno mismo. Si pierdes de vista que eres un ser humano como cualquier otro, estás embarcado.
¿Has tenido periodos de desamor hacia la actuación?
Nunca he experimentado desamor hacia ninguna de las profesiones en las que me he desempeñado: enfermero, médico y actor. Las circunstancias pueden ser adversas, pero me entrego a lo que estoy haciendo con pasión y humildad. El día que sienta ese desamor no me pondré frente a una cámara ni me pararé en un escenario, sería mentirme a mí mismo.
¿La actuación ha sacado a relucir rasgos de tu personalidad de los que has querido desprenderte?
Sí, creo que todo actor se aprovecha de su profesión para “matar enanos” en el escenario. Hay muchas características de los personajes que, cuando las tenemos que encarnar, decimos: “yo tengo esto”, y en ocasiones trabajamos para, junto con el personaje, exorcizar esos demonios y dejarlos atrás. A mí la actuación me ha servido sobre todo para trabajar mi parte machista y la relación con mis hijos.
¿En qué producción sentiste que te estabas jugando tu carrera?
En todas, hasta en la más pequeña siento que me estoy jugando la carrera. Afronto cada personaje como si fuera el primero, pero respondiéndote la pregunta, puede haber sido en la serie Diana (2009), porque estaba verde, acababa de saltar de un medio al otro y me estaban dando casi un protagónico.
El público es maravilloso, pero siempre te juzga por tu último trabajo, aunque en momentos te salva por el amor que te tiene y por el resto de cosas que has representado anteriormente.
Un segmento del público tiende a decir que la televisión de décadas anteriores, que no estaba tan mediada por las nuevas tecnologías, era mejor que la actual. ¿Cómo valoras la que se está produciendo en Cuba?
Muchas cosas que se hicieron en los inicios de la televisión en vivo fueron maravillosas, pero no tenían el video tape y no contaban con las bondades de la tecnología actual. La depresión económica a nivel mundial, y la que atraviesa nuestro país, lastra el resultado de muchas de las obras que se están realizando en este contexto.
Creo que ahora se pueden hacer cosas muy buenas. Acabo de terminar la serie De gatos, máscaras y sombras, dirigida por Elena Palacios, en la que me sentí haciendo arte. Se hizo con los recursos con los que contamos en estos momentos, pero con un equipo comprometido con un mismo fin y empeñado en hacer una obra con un alto nivel artístico.
Hice cosas hace 22 años que no tuvieron calidad, que artísticamente no aportaron demasiado, y otras que sí, y las recuerdo con mucho amor, como por ejemplo la telenovela Bajo el mismo sol y la serie Diana.
¿Trabajar en los medios de comunicación es más romántico que rentable?
Hacer cualquier cosa en la actualidad lo es. De todos los medios, el cine tiene un mejor pago, pero cuando contrastas la realidad de un actor nuestro con la de un colega que participa en una producción extranjera, te das cuenta de que haciendo un protagónico aquí cobras lo que percibe el figurante de un largometraje internacional. Te diría que no solo la actuación, en estos momentos cualquier profesión es más romántica que rentable.
¿Cuál debería ser la relación ideal entre el actor y el director?
Para mí la relación ideal entre ambos está en la confianza que se tengan. Hasta el actor más experimentado necesita de una buena dirección, que tenga bien claro desde el principio lo que se quiere lograr con la obra. Aun así, que tenga la suficiente humildad para saber que se necesita de libertad creativa a la hora de enfrentar un personaje.
Cuando me relaciono con un director por primera vez le digo que me dé la oportunidad de crear, y si considera que no es bueno lo que hago, que me ponga límites, pero que me deje ser espontáneo y proponer. Por suerte he tenido la posibilidad de trabajar con directores inteligentes desde mis inicios hasta la actualidad, y muy certeros con lo que quieren. Con los que no lo han sido no repetiré la experiencia.
Durante una época protagonizaste varias producciones. ¿Encadenar tantos proyectos seguidos interfiere en la creación del personaje?
Tengo una formación inicial de médico, y el doctor es una persona que tiene que estar involucrada en todo, desde que entra el paciente hasta que se va, y después darle seguimiento.
Este rol me dio la posibilidad de estar en múltiples funciones, hacer varios razonamientos con respecto a un mismo tema y me abrió posibilidades también en la actuación. De hecho, he estado inmerso en varias producciones al mismo tiempo en medios diferentes y todas han salido.
Personalmente, prefiero dedicarme a una sola cosa y comprometerme totalmente con ella, pero los actores cubanos tenemos que trabajar en todo lo que nos caiga y muchas veces aunque coincidan, porque un solo salario no te da.
En mi caso esto no ha sido un lastre, pero pensándolo con detenimiento, es posible que si me hubiese centrado en una sola cosa y hubiese tenido más tiempo para concebir los personajes, el resultado de mi trabajo habría sido mejor.
¿Tu personalidad va más con el drama o con el humor?
Aunque soy explosivo y pasional, a mí me gusta mucho la broma. Puedo establecer una conversación seria con alguien que lo necesite, pero inevitablemente en algún momento le voy a soltar un chiste. En el drama no es donde mejor me desenvuelvo. Cuando me gana el triste, me gana demasiado. No me sé dejar querer muy bien. Me pongo nervioso cuando me dicen cosas buenas y lindas, tanto a nivel personal y profesional.
¿Hay que sufrir para representar un personaje o eso es un mito?
No creo que haya que sufrir, creo que mientras más bagaje de vida poseas, más recursos emocionales y físicos tendrás para hacer una caracterización. No enfrenta igual un personaje un niño de 12 años que una persona de 40 o 50, aunque eso también es relativo.
No hay que sufrir, lo que hay es que vivir y sobre todo estudiar para poder darles a todos los personajes que te lleguen una vida mejor.
¿Crees que el cine cubano es competitivo a nivel internacional?
Los cineastas sí, han habido producciones relevantes de creadores nacionales que están compitiendo en certámenes alrededor del mundo.
Al cine cubano lo veo menos abierto a arriesgarse, y quizás eso lo hace menos competitivo. Falta compromiso con el arte de verdad, darle cabida a historias que sean un reflejo de nuestra sociedad, de nuestros intereses y sueños.
Falta también que a esos proyectos se les dé un aporte económico importante, que el cine sea menos elitista y que priorice proyectos que puedan tener un resultado que le permita posicionarse a nivel mundial.
¿Te has sentido saturado por el éxito de algún personaje?
Aunque en los inicios me trataron de encasillar, siempre intento que cada personaje tenga diferentes rasgos, tanto físicos como emocionales. Esa es la riqueza de la actuación.
No creo que el éxito de mis papeles me haya afectado en el ámbito personal, lo que sí me molesta es que un personaje negativo haga que la gente me mire mal. Te estoy hablando, por ejemplo, del telefilme Fotos (2016), en el que hacía un personaje desagradable y por el que recibí comentarios muy feos.
¿Se pueden hacer grandes obras con poco presupuesto?
Para hacer la película Habana selfies (2019) no contamos un presupuesto grande y tuvo una buena aceptación por parte del público. Suite Habana es otro ejemplo. No se hizo con muchos recursos y se convirtió en un clásico de la cinematografía cubana. Conducta tampoco, pero le sobró talento en todas las áreas creativas implicadas en el rodaje.
Hay obras de teatro como Naufragio de la fe (2008) que se han realizado con un presupuesto nulo. Por ponerte un ejemplo, en este caso los actores construimos la escenografía, gestionamos el lugar de ensayo y fue una obra espectacular.
También, en Argos Teatro, bajo la dirección de Liliana Lam montamos la obra Kilómetro cero (2022) prácticamente sin nada, y lleva dos años en cartelera. Cada vez que hacemos una función en el Teatro Martí o en otros escenarios cerramos por capacidad. Hemos tenido ayuda, que se agradece muchísimo, de personas que siempre nos han amparado, pero en sentido general las puestas se han producido con pocos recursos.
¿Cuál es la mejor manera de abrirse puertas en esta profesión?
La honestidad contigo mismo y el compromiso con lo que haces es lo que te abre puertas. El tema es controversial, si tu desempeño vale, te van a llamar, no creo que se te abran puertas si no trabajas. Como todos los actores, he tocado algunas de proyectos que me interesaron y paradójicamente se cerraron.
Eres un instrumento dentro de una maquinaria, y si no cumples con lo que se quiere no te van a utilizar. De esa misma manera escogen a personas por otros criterios, que no meramente profesionales.
¿Cuál es tu opinión sobre el proceso de selección para un dramatizado? Después de tantos años de carrera, ¿te molestaría que te llamaran para un casting en la actualidad?
Los castings siempre son injustos, te lo digo yo y te lo va a decir cualquier actor. Su resultado depende del momento que estás pasando en el instante en que te convocan, no solo de tus potencialidades como actor. También del director o de la persona que está a cargo del proceso de selección.
A veces en los castings pasan cosas que te sorprenden, pero considero que son procesos necesarios. El director necesita ver a varias personas para poder elegir cuál va con lo que está buscando.
No me ofendería si quien me llama para estas selecciones fuera una persona que no me conoce. Pero si el que me convoca está al tanto de mi trabajo, le cuestionaría por qué desea que acuda si de antemano sabe si encajo o no en el papel.
Cuando hay 30 personas audicionando para un mismo personaje, le resto seriedad al proceso. Para mí no es serio que tantos actores en un rango de entre 20 y 60 años opten por un mismo papel. Ahora, si llego y me encuentro a Bárbaro Marín, Néstor Jiménez, Félix Beatón y Patricio Wood, es diferente, porque somos actores de un mismo rango de edad y con posibilidades dramáticas similares.
En el hipotético caso de que te convocaran a seleccionar un elenco de actores en un casting, ¿apostarías por actores noveles que vienen con ganas de comerse el mundo o por consagrados, con los que sabes que vas a ir al seguro?
Apelaría a actores con ganas de comerse el mundo, independientemente de la edad que tengan. Lo que gana el personaje es el compromiso que tenga la actriz, el actor —experimentado o novel— con lo que se le está dando. Creo que si esa pasión desaparece, se te acabó la vida en esta profesión.
Tenemos el ejemplo de Raúl Pomares, Sergio Corrieri, Mario Balmaseda, Herminia Sánchez, Paula Alí, Beatriz Valdés, Isabel Santos, actores comprobados que han demostrado una pasión enorme por el arte.
¿No te ha tentado la idea de dirigir?
Me gustaría, si las condiciones para estar al frente de un proyecto cambiaran, fueran mejores y el director no tuviera que lidiar con todas las dificultades que implica este proceso en las condiciones actuales.
Siempre estoy pendiente del resto de las especialidades; no me puedo concentrar solamente en el guión y en mi personaje, y eso a veces me lastra.
Todo el mundo me dice que debería dirigir, pero conozco el sufrimiento de los directores. Sé que tienen que dedicar una gran parte de su día a elementos que no están vinculados con lo puramente artístico del proceso.
¿Prefieres regirte por el guión o improvisas?
Improviso cuando tengo dominado el cien por ciento de la letra y, claro, el personaje. Me gusta jugar con el momento. Detesto tener que ceñirme estrictamente al guión, a no ser que se trate de un clásico, por eso hablo con los directores, para ver hasta donde me dejan ir en términos creativos. Algunos son celosos con ese tema y te dicen que no; en ese caso uno tiene que ser disciplinado, respetar esa elección y encontrar otras maneras de disfrutar el proceso, más allá de apropiarse del texto.
Pero siento que cuando hago mi lectura de la letra y la adapto, el personaje se adueña de lo que va a decir, es más honesto. Cambiar el guión en su totalidad es nocivo para el texto, y además una falta de respeto hacia la persona que lo escribió, pero a veces lo que está escrito no tiene la mejor calidad. Si, como actor o actriz, tienes libertad para proponer, crear junto a la dirección y el escritor entonces involúcrate y hazlo.
Desde tu experiencia, ¿las redes sociales aportan o restan a un artista?
Considero que aportan muchísimo, porque el mundo se mueve a través de ellas y para cualquier profesional tener presencia en estas plataformas es muy importante hoy en día.
Se vuelven contraproducentes cuando dan cabida a una serie de opiniones sin fundamento lógico, hechas desde el odio o el desprecio. Muchas veces eso hace daño, sobre todo a las personas que no las ven solo como una herramienta, sino como algo determinante.
La persona que orienta su vida por las redes sociales se equivoca desde la base. Las redes sociales no son un termómetro, sino apenas una exposición de tu vida y de tu trabajo. Lo fundamental no puede ser lo que opinen los demás, porque lo mismo te puedes encontrar opiniones bien argumentadas, hechas desde el cariño, pero también otras hechas desde el rechazo. Nadie es moneda de oro para caerle bien a todo el mundo.
¿Qué causas te movilizan?
Las que tienen que ver con la libertad personal en todos los sentidos, el derecho a amar, a luchar, a vivir; la familia, en fin, todas las causas que conmueven al ser humano. Los artistas somos un vaso de cristal, cada quien pone lo que quiere lanzar al mundo.