El partido era de béisbol, pero en realidad las Medias Rojas de Boston y los Dodgers de Los Ángeles se batieron en una maratón durante el tercer juego de la Serie Mundial, finalmente definido 3-2 a favor de los chicos de Chavez Ravine.
Fue un partido emocionante, marcado por el gran trabajo de los lanzadores y las acciones polémicas, cabría decir raras, que extendieron y extendieron el duelo, el más largo en la historia de la Serie Mundial, tanto por tiempo de duración como por la cantidad de innings jugados.
En Los Ángeles, la fiesta comenzó temprano, poco después de las cinco de la tarde (horario del oeste en Estados Unidos), pero todo terminaría tarde, ridículamente tarde, luego de 18 entradas y más de siete horas (7:20).
En todo ese tiempo, no se movió nadie del Dodger Stadium, donde el desenlace llegó con un jonrón de Max Muncy, quien había dado pistas de que podía ser el héroe de la noche. Corría el decimoquinto capítulo, cuando el zurdo por poco desata la locura de los Dodgers al pegar un largo batazo que no fue vuelacercas por pulgadas.
Tres innings más tarde, Muncy la enderezó directo a las gradas de la banda opuesta y mantuvo viva la ilusión de Los Ángeles, que, en caso de perder, se colocaban al borde la eliminación por barrida.
Antes, muchísimo antes del swing de Muncy, el partido pintaba para que el joven Walker Buehler se erigiera en el primer héroe de los Dodgers en la Serie Mundial. El diestro maniató a la ofensiva de Boston, que en estos tiempos significa destruir al grupo de jugadores más temibles, quizás, de la última década en las Mayores.
En siete episodios no dio margen a las dudas, castigó con sus rectas de hasta 99 millas y fulminó a Betts, Martínez y compañía con siete ponches, algunos de ellos en momentos de máxima tensión.
Solo le pegaron dos jits y no dio boletos en su cuarta apertura de la postemporada, la segunda mayor cantidad para un lanzador de los Dodgers de 24 años o menos, solo superado por el mexicano Fernando Valenzuela, quien inició cinco partidos en los play off de 1981, cuando justamente Los Ángeles obtuvo la corona.
Tras su actuación espectacular, Buehler se colocó, además, como el novato con mejor promedio de ponches por cada nueve entradas (11) en toda la historia de la postemporada en las Mayores.
Parecía que la victoria podía ser suya, porque desde el tercer episodio los Dodgers ganaban gracias a jonrón solitario de Joc Pederson. El patrullero zurdo había entrado en la alineación como parte de la estrategia del manager Dave Roberts, quien introdujo a su armada de la llamada mano equivocada, aprovechando que el abridor de Boston sería el derecho Rick Porcello.
Sin embargo, la ventaja angelina se esfumó también en un solo swing, a la altura del octavo, cuando Jackie Bradley Jr. igualó las acciones con bambinazo ante Kenley Jansen, cerrador de los Dodgers que vino a buscar un rescate de seis outs.
Bradley pegó su batazo con la entrada a punto de mate, confirmando la sangre fría de los bateadores de Boston, que hasta ese momento habían producido 36 de sus 68 carreras de la postemporada con dos outs.
El jardinero central de Boston, Jugador Más Valioso de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, ya había sido clave en el segundo, tercero y cuarto partidos contra los Astros de Houston, a quienes les empujó nueve anotaciones, todas con dos outs.
Pero más allá de Bradley, la ofensiva de las Medias Rojas no fue la misma. Al timonel Alex Cora no le salieron del todo bien sus movimientos para reacomodar la alineación sin bateador designado.
El manager realizó una movida que pocos vieron venir, pues dejó en el banco a Andrew Benintendi en pos de abrirle un hueco a J.D. Martínez en el orden. A priori, el sacrificado para dar entrada al limpiabases sería el camarero, posición que entonces ocuparía Mookie Betts.
Pero Cora prefirió no correr riesgos ni abrir grietas en la defensa de su infield, y dejó como espectador a Benintendi, quien bateó cuatro cohetes en el primer juego de la Serie Mundial, pero se fue en blanco en el segundo duelo.
El timonel de las Medias Rojas jamás valoró enviar a la banca a Martínez –uno de los mejores bateadores de la temporada–, a pesar de que solo jugó 57 partidos en los jardines durante la campaña. Al recio toletero se le vio consultando los reportes de scouts antes de cada turno de la ofensiva angelina, que a la postre no lo exigió demasiado.
Eventualmente, ni J.D. ni Benintendi terminaron el encuentro, pues, dada la extensión de la maratón, Cora se vio obligado a realizar un carrusel de cambios que los dejaron sin peloteros disponibles en la banca para el cierre del choque.
Récords superados en este maratón… #smESPN ⚾🔥 pic.twitter.com/iRrbLSogX5
— ESPN_Beisbol (@ESPN_Beisbol) 27 de octubre de 2018
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En dichas instancias el pitcheo de relevo emergió como salvador de ambas orillas, con particular destaque para un imponente Nathan Eovaldi. El derecho, que estaba programado como abridor del juego 4, caminó seis entradas, con cinco ponches y solo tres jits en su cuenta.
Eovaldi, como Walker Buelher, también pudo ser el ganador de la noche, pues Boston fabricó una raya en el decimotercer episodio con boleto a Brock Holt, base robada y un débil rolling de Eduardo Núñez que se combinó con un error en tiro del relevista Scott Alexander para propulsar la carrera.
Sin embargo, de la misma manera surrealista empataron los Dodgers con dos outs, cuando Max Muncy, que se había embasado por boleto, anotó desde segunda por infield jit de Yasiel Puig y un tiro desviado del camarero Ian Kinsler a la inicial.
Antes de ese momento confuso, tanto Boston como Los Ángeles pudieron ganar. En el noveno, las Medias Rojas casi triunfan por un fly de Eduardo Núñez al central que tenía toda la pinta de ser un elevado de sacrificio, pero Cody Bellinger enfrió en la goma a Kinsler. Los Dodgers, por su parte, corrieron mal las bases y perdieron la opción de presionar a los visitantes cuando estaban contra la pared.
Así de dilatada y dramática resultó la película, la más larga jamás vista en la Serie Mundial. Atrás quedaron los choques de 14 entradas de 1916 (Boston-Brooklyn Dodgers), 2005 (Medias Blancas-Astros) y 2015 (Kansas City-Mets).
De ellos, Chicago y Houston tenían el récord de tiempo de duración, con cinco horas y 41 minutos, registro que ahora mismo sabe a poco. Boston y Dodgers nos han regalado siete horas de béisbol y nos han hecho protagonistas de una grandísima historia, de una maratón.